XXI: Senderos
Aquella noche, María Aliceth Bellarose tenía un torbellino de emociones, todo dentro de su cabeza era igual de un ciclón, y temía que de sus lagrimales escapase la llovizna de su mente. Esa noche, María Aliceth Bellarose era un desastre.
En su camisón de lino, sus plantas contra el suelo frío de piedra, frente al enorme armario de su recamara, Aliceth tragaba saliva. Removía desesperada entre los vestidos que Frollo le había obsequiado alguna vez, y otros más que consiguió con la recompensa de su salario. Pero ninguno de esos pomposos trajes era el adecuado para lo que se le avecinaba el día de mañana.
—Volver a Notre-Dame, ¿Qué le ha sucedido al Juez Frollo?— Decía Aliceth mientras rebuscaba entre todas las prendas —¡No tiene sentido! ¡El sabe que me da terror volver a Notre-Dame después de...! Bueno, que tampoco he hecho algún pecado... Oh...
Aliceth sacó dos vestidos que no había tenido el gusto de estrenar aún y se puso frente al espejo, miraba un vestido verde y un vestido azul. A pesar de la finura de la tela y de la delicadeza en los bordados, ninguno de los dos le convencía. Volvía a batir entre más vestidos, mirándose al espejo, buscando zapatos que combinar, que joyas usar, idear el peinado.
Aliceth le faltaba poco para volverse loca.
Al continuar meneando entre las prendas, la joven de rizos ardientes hizo un pequeño descubrimiento. Su mano encontró un hermoso vestido que no había visto antes, era oscuro con mangas bombachas, y en esas mangas había pequeños detalles en púrpura y escarlata. No comprendía el origen de esa nueva prenda entre sus vestuarios.
—¿Será otro obsequio del Juez Frollo? ¡Ay no!— Se llevaba una mano a su rostro, muy apenada —¡Se escabulle y oculta sus presentes de manera que no pueda rechazárselos! ¡Es un tramposo!
Después de haberse "lamentado" del regalo de su Juez, Aliceth intentó probarse el vestido, era de corte imperio, el negro era el color predominante, a excepción de los pequeños detalles antes mencionados. Aliceth daba vueltas frente al espejo, por supuesto que le gustaba la prenda, su parte vanidosa jamás rechazaría ropa, joyas o zapatos, pero la duda albergaba en ella.
Aliceth se miró por enésima vez en el espejo, embalsamada por como el vestido le sentaba, cada vez le gustaba mucho más. "Me siento como si fuese de la realeza..." Aliceth susurró al ver su reflejo, posando erguida y con su mentón alzado. Sin embargo, algo en su interior le inquietaba.
Al girar sobre sí misma, notó que su escote, aunque discreto era, dejaba adivinar de más de la suavidad de su piel. Las mangas, aunque abultadas, enmarcaban sus brazos, y el corsé contorneaban su estrecha cintura y caderas. Su silueta de enaltecía de una forma que no se hubiese permitido antes.
Esa prenda ensalzaba su feminidad, y a la vez, despertaba en ella sensaciones indebidas. Un pensamiento clandestino cruzó por su cabeza: ¿Cómo reaccionaría el Juez Frollo cuando la viese usar esa prenda? Un escalofrío recorrió su espalda y negó con la cabeza muchas veces. Aunque el vestido era un total deleite para los ojos, llevarlo a Notre-Dame sería una total falta de respeto.
Negando más veces, volvió a adentrarse en el armario. Atormentada por la tentación de su vanidad y por otro sentimiento que no lograba descifrar, se empezó a regañar a si misma. Ya no era novicia, pero eso no significaba que tenía que dejar de lado el comportarse con decoro.
Al volver a usar su camisón, rezar en el borde de su cama y al adentrarse en las sábanas, Aliceth trataba de ignorar a propósito la extraña sensación de haber pensando en la posible reacción de su Juez al verla usar ese vestido. Algo dentro de ella tembló y jadeó a tan siquiera tener aquel pensamiento... ¿Impío?
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"Divina Tentación"
FanfictionEl juez Claude Frollo es el despiadado ministro de Justicia de París que se complace en infundir terror entre la gente. Persigue cruelmente a los gitanos y ejecuta sin piedad a quien caiga en sus garras, creyendo obrar en nombre de Dios. Pero su vid...