XXXIII: El Demonio y la Princesa

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XXXIII: El Demonio y la Princesa

La mañana no fue nada grata para la asistente personal del Ministro de Justicia de París. Su primer pensamiento por la mañana fue no proclamar en voz alta dolencias propias femeninas sin aún tenerlas, pues al abrir sus ojos, sintió ese típico dolor en su vientre, ese dolor que le recordaba el acto de desobediencia de Eva al cometer el pecado original.

"Si tan sólo no hubieras tomado bocado del fruto... ¡Ugh!" No valía la pena maldecir a la pobre de Eva a esas alturas, ¿O sí?

Cuando Aliceth elevó sus cobijas y vio la característica mancha roja entre su camisón y las sábanas, se dejó caer de mal humor contra la almohada.

"No ahora, no después del día de Reyes, maldición"

Aliceth esperó hasta que Joanna apareciera. Cuando ella hizo acto de presencia en su habitación y la notó aun en cama, se preocupó por su damisela, hasta darse cuenta del mal femenino que padecía.

—¡Oh, Señorita Bellarose...! Parece que, sin querer, hemos adelantado sus dolencias...

Aliceth se limitó a gruñir contra la almohada.

El baño matutino de Aliceth fue una tortura, a pesar que hicieron lo posible porque el agua en la tina estuviera completamente caliente, era difícil mantener la temperatura del agua en pleno invierno. Aliceth jadeó apenas su piel tocó el agua de su bañera, e intentaba mantenerse limpia y pulcra, pero eso le sería algo imposible.

Y claro, el humor que estaba cargando no era el mejor.

—Señorita Bellarose...— Joanna intentaba hablar desde el otro lado de la puerta —...He avisado al Ministro Frollo que se encontrará indispuesta... ¿Desea que le prepare una infusión para empezar a atacar ese dolor?

Un aullido doloroso se dejó escuchar desde el baño, asintiendo a la sugerencia de Joanna, la pobre Aliceth realmente estaba mal.

El resto del día era Aliceth estando de un humor muy pesado en su cama, retorciéndose e intentando dormir, llenando un cesto especial de sus paños para estas ocasiones. A veces leía algunos libros, a veces leía su biblia, y para ser exactos, repasando los versículos sobre Eva, y algunos otros sobre su condición actual:

"Cuando una mujer tenga su flujo sanguíneo regular, la impureza de su período mensual durará siete días, y cualquiera que la toque quedará impuro hasta el anochecer. Todo aquello sobre lo que ella se acueste durante su período será inmundo, y cualquier cosa sobre la que se siente será inmundo. Cualquiera que toque su cama quedará inmundo; lavarán sus vestidos y se bañarán con agua, y quedarán inmundos hasta el anochecer. Cualquiera que toque cualquier cosa sobre la que ella se siente será inmundo; lavarán sus vestidos y se bañarán con agua, y quedarán inmundos hasta el anochecer. Ya sea la cama o cualquier cosa en la que ella estuviera sentada, cualquier persona que la toque quedará impura hasta el anochecer."

—Ay Dios mío, que estupi... Perdón Dios...— Aliceth se mordió la lengua cuando se dio cuenta que estaba a punto de blasfemar contra la palabra de Dios. Pero realmente la biblia no era su mejor aliada para conseguir información al respecto. Tirándola al lado de su cama, Aliceth se enfocaba en tener descanso alguno.

Al menos tenía siete días libres para poder relajarse. Siete días para no ver a Frollo. Siete días para que la desconocida molestia ardiente en su interior cediera. Esperaba a que esta terminara de ser cómo un incendio forestal, pasando siete días, que sólo quedaran las cenizas de lo que fue una arrebatado e inexplicable fuego abrasador.

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⏰ Última actualización: Oct 28 ⏰

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