XXX: Natividad

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XXX: Natividad

El resto de domingos de adviento pasaron sin pena ni gloria, los cuales sólo aumentaban la anticipación de los feligreses por la fecha más especial del año para muchos. Los devotos estaban preparándose para el 24 de Diciembre, la fecha del nacimiento de Jesús. Cada 24 de Diciembre se daba lugar a una gran aglomeración en las calles de París desde la primera hora del día. Las casas que no estaban decoradas se hacían adornar con ramas de muérdagos y acebos, coronas adornaban cada puerta, y las que ya estaban decoradas, volvían a agregar más detalles invernales. En algunos patios de las casas se estaban haciendo los respectivos sacrificios para la cena, tenían que ser abundantes para romper el ayuno del adviento, y muchos ansiaban por que llegara la hora de la cena.

Algunos hogares que tenían la fortuna de tener sus propios árboles, los más pequeñines disfrutaban en decorarlos, aunque fuese una tradición pagana, era una de esas que tomaban prestadas, para mantener viva la ilusión de los niños. Dios entendería y no se molestaría con ello.

Al atardecer, se acercaba la Vigilia Vespertina Navideña, o conocida entre la población cómo la Misa de Gallo, todos vestían de sus mejores ropajes y se preparaban para ir al templo de Notre-Dame a celebrar.

Desde la altura de una de las ventanas del Palacio de Justicia, Claude Frollo contemplaba el desfile del vulgo dirigiéndose a la Catedral. A pesar del gran significado de la natividad y todo lo que conllevaba, para Claude era un festejo vacío y sin sentido, ¿Acaso Claude había perdido su fe devota a Dios y a la religión católica? ¡Por supuesto que no! Pero Frollo tenía sus razones para apenas festejar esta fecha significativa.

Por más creyente y fiel que fuese Frollo a su religión, sólo en esta existía una sola cosa que se le cuestionaba, una cosa que Frollo detectó años atrás en su juventud y se llevó con ese desengaño desde entonces: Que el nacimiento de Jesús fuese en inverno. Para Frollo, desde el momento que su mente empezó a cuestionar la navidad, no tenía sentido que el hijo de Dios naciese en un pesebre a la intemperie del frío, más en la Tierra Santa, un lugar que, a pesar de que se decía en libros y manuscritos que era un eterno caluroso lugar, no sería una estación indicada para parir a un bebé casi al aire libre.

Frollo se acomodaba su birrete en su cabeza, este festejo le parecía una falta de respeto a su salvador, ¿Por qué? Cambiaron la fecha para evangelizar las fiestas paganas, ignorando y dejando al olvido la verdadera fecha del nacimiento de Jesús. Tal vez sólo necesitaban un pretexto, pero Jesús no debía de ser considerado una excusa, no al salvador.

Cuando intentó salir, se miró al espejo antes de abandonar sus aposentos, su atuendo era diferente por la ocasión: Una toga negra con mandas largas y abombadas, bordados en morado y con hilillos de oro, pantalones oscuros con botas de cuero, lisos y brillantes, un exuberante collar en el que tenía incrustaciones de rubíes y esmeraldas. Para el frío, una gran y pesada capa azabache lo acompañaría junto con guantes de piel de cabritilla que le llegaban hasta los codos.

Oh, y por supuesto, su birrete.

Al salir de sus aposentos, con una bolsa de tela entre manos, los guardias alrededor suyo reverenciaban, sin atreverse a ver los pasos usuales que daba Frollo hacía la habitación de la única mujer que lograba desestabilizarlo. Se dirigió a los aposentos de su dulce asistente personal, tocando la puerta tres veces antes de entrar.

—¿Aliceth? ¿Puedo pasar?

—¡Un Momento!

Desde las paredes azules, Aliceth se quitaba apresurada su collar prohibido, guardándolo rápidamente en uno de sus pequeños joyeros de mármol, uno que fuese insignificante a los ojos de su Protector. Dejando su cuello sin adornos y sin pistas que delataran la tormenta invernal de su corazón, se dirigió a su puerta y abría a su Superior. Después de una compartida reverencia, Aliceth dejaba pasar a Frollo.

"Divina Tentación"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora