XII: Reputación

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XII: Reputación

El vapor inundaba el ambiente mientras escapaba de la tina de madera, tornando cálido el cuarto del baño compartido del convento de Notre-Dame, dentro de ese baño, la joven Aliceth. La muchachita se encontraba sólo con una toalla de lino cubriendo su cuerpo. Aliceth pasaba su mano en el agua de la tina, tomando la temperatura, comprobando si era demasiado cálida aún para entrar en esta. Su brazo izquierdo sobre el borde la tina, sosteniendo su cabeza.

Aliceth se encontraba sola y a veces era mejor así, el resto de las novicias ya habían tomado su respectivo baño y ella sería la última en hacerlo. No importaba si se retrasaría con el resto de actividades del día, Aliceth lo prefería así para poder atenderse como era debido. Una vez que la temperatura de su baño se tornó tolerable, Aliceth se ponía de pie y se quitaba su toalla, descubriendo su cuerpo, dejando la tela en un banquito de madera. Poniendo un pie y después el otro, Aliceth se introdujó a la tina, arrodillándose en el suelo de esta, con cuidado de que su espalda no tocara el agua.

Una vez su cuerpo estuviese en contacto con la humedad, Aliceth soltó un pequeño quejido seguido de un suspiro. Su cuerpo pecoso como sus mejillas adaptándose a la temperatura, su piel en contacto con la calidez del agua, algunas ondas de esta chocando contra su espalda y torso. Durante el baño, Aliceth tomaba un trapo el cual lo llenaba de jabón para pasarlo por sus heridas, curándolas y lavándolas, siendo un proceso un poco doloroso, a pesar de que ya eran siete días de su pena.

Era complicado, por días, Aliceth no tenía la oportunidad de lavar su melena frondosa, era más complicado de lo que parecía, y tenía que hacer lo mínimo para que no apestara. Cruzando sus brazos en el borde de la tina, Aliceth recostaba su cabeza sobre ellos, buscando en que enfocar su imaginación y atención. Pero el agua chocando suavemente contra sus heridas punzantes le era un recordatorio doloroso: Era la monja menos favorita de Notre-Dame.

A lo lejos se escuchaban las campanadas de la Catedral, y Aliceth agradeció en secreto que la sacaran de su trance, sacudió su cabeza y se limpió sus lágrimas, eliminado evidencia que retomara las cosas malas que ha dejado en su paso por la abadía.

Al terminar de curarse, Aliceth tomó agua en las palmas de sus manos y se lo llevaba a su cabellera del color del fuego, rizada y rebelde, sólo se mitigaba cuando estaba mojada. Mientras que las burbujas de jabón se formaban en los rizos, Aliceth recordaba como su cabello era una de sus partes más preciadas de su cuerpo, como lo cepillaba e incluso jugaba con él. Aliceth sonrió ante los recuerdos de ella cuando era más joven, y femenina.

"Quiero volver a ser yo..." María susurró tan suave que no supo si fue un pensamiento o su voz. Abrió sus ojos, sorprendida de escucharse decir eso, una pequeña pizca de melancolía y nostalgia se arremolinaron en su pecho. Haciéndose un ovillo, cuidando de no hacer un movimiento brusco que lastimara su espalda, Aliceth se acurrucó en la tina, recordando mejores tiempos de su vida.

A través del agua, Aliceth observó su cuerpo, y una parte de ella tembló. Estaba cambiando con el paso del tiempo. Recordó como apenas siendo una jovencita muy chica siempre esperaba con ansias el momento en que se convirtiera en una mujer, a la cúspide de su feminidad. Quizá esa jovencita Aliceth estaría decepcionada de la mujer en que se convirtió ahora, en ese presente: Una monja encerrada en cuatro paredes, aguantando injusticias a su ser, sus convicciones e incluso a su cuerpo. Se abrazó a sus piernas, su rostro ocultándose entre estas, ella no se veía así a esa edad, ella se veía a futuro como... Bueno, no se veía como una Esposa de Dios.

Cada vez perdía la esperanza del destino que la Bruja Gitana predijo para ella. Tal vez al final tenían razón sus años de educación cristiana: Sólo eran trucos y engaños para jugar con la esperanza de la gente.

"Divina Tentación"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora