XVII: Fe ciega
La Madre Irene despertó a los pocos minutos del amanecer, como de costumbre desde hace más de cinco décadas. Dio gracias a Dios por un día más de vida y realizó su rutina de aseo personal, lavándose la cara y preparando su habito de color claro que la marcaba como Madre Abadesa del Convento de Notre-Dame. Sin embargo, durante sus pequeñas costumbres, un sabor agridulce no abandonaba su paladar y su pecho desde el día pasado. Sentía remordimiento por haber tratado tan duro a la Hermana Aliceth, y no sólo por día de ayer, sino por los eventos sucedidos los últimos meses
Sin embargo, su orgullo le impedía admitir completamente su error. Pensó que como Madre Superiora debía mantener la disciplina y el orden dentro de la abadía. Además, el Arcediano tuvo otra de esas charlas donde eran más que llamadas de atención y regaños, pero esta vez él le indicó a la Madre Irene que debía de disculparse con Aliceth apenas la viera.
La Madre Irene salió, y antes de convocar a sus Hijas novicias, se dirigió a las oficinas de la abadía donde tenía que arreglar unos cuantos papeleos antes de proseguir con su rutina. Pero se encontraría con una sorpresa que no sabía si era grata o ingrata:
Se encontraba el Arcediano sentado en su escritorio, con su rostro pálido, lleno de temor e incertidumbre. Frente a él estaba Aliceth, la cual giró al escuchar a alguien entrar.
Antes de darle oportunidad de reaccionar, Aliceth se puso de pie y e hizo una reverencia a su Madre Abadesa.
—Buenos días Madre— Susurró Aliceth, aun temblorosa por las montañas de emociones que sufrió la noche anterior —He estado hablando con el Arcediano esta mañana sobre una decisión que he tomado...
La Madre Irene miraba con cierto suspenso al escuchar las palabras, adelantando un anuncio que no sería del todo agradable. Mostró una hoja frente a ella hecha con su puño y letra.
—He llenado esta solicitud... Estoy solicitando renunciar a mis votos de novicia...
La Madre Irene sintió un repentino dolor de estómago al ver que Aliceth, su novicia más problemática y aquella que sólo fue una jaqueca, y a la vez, la que le dolía la vida monástica, estaba renunciando a ella.
—Hija, ¿Qué es lo que dices? ¿Por qué deseas renunciar?
Aliceth bajó su mirada. Su pecho sintiendo esa nada bienvenida sensación al recordar el evento de la noche pasada, su pie a un paso del abismo. Sacudió su cabeza y le dirigió la Palabra a su Madre Abadesa.
—Ayer... Sufrí... Bueno, tuve una revelación... Lo mejor será que me vaya...
—Hija...— Escuchó al Arcediano levantarse de su silla y acercarse a ella, intentando vagamente una vez más convencerla de lo contrario —Se que han ocurrido muchas cosas que tal vez no esperabas, y entiendo que eres plenamente merecedora de muchas disculpas...— El Arcediano le dirigió una miradita a la Madre Irene, esperando que le diera sus disculpas de una vez —...No creo que renunciar a la vida de novicia sea la solución...
—Padre, muchas gracias, pero—
—Arcediano, si es lo que la Hermana Aliceth desea... No somos nadie para retenerla...
El Arcediano y Aliceth miraron con sorpresa a la Madre Irene, la cual se veía firme, pareciendo estar de acuerdo con la decisión de Aliceth.
La Madre Irene continuó —Además de esa solicitud, tendrás que llenar una carta donde explicarás la dispensa de tus votos, se enviará a la Santa Sede. Si te aprueban, podrás dejar el convento y regresarás a la vida secular. Haz la carta ahora mismo y nosotros nos encargaremos de enviarla, pero en cuanto a lo espiritual, nos podemos adelantar...
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"Divina Tentación"
أدب الهواةEl juez Claude Frollo es el despiadado ministro de Justicia de París que se complace en infundir terror entre la gente. Persigue cruelmente a los gitanos y ejecuta sin piedad a quien caiga en sus garras, creyendo obrar en nombre de Dios. Pero su vid...