El rey Edward III, monarca del reino de Luminara, caminaba por los pasillos del castillo con un peso en el corazón tan pesado como la corona que llevaba sobre su frente. La preocupación marcaba sus facciones, y sus ojos, antes llenos de determinación, reflejaban ahora la angustia de un padre que veía a su hija perderse en la oscuridad.
Al llegar a la puerta de la biblioteca, el rey detuvo su paso. A través de la rendija entreabierta, observó a su hija absorta entre los estantes de libros. La vela en la mesa parpadeaba con la danza de las sombras, y los susurros de las páginas se mezclaban con el eco de sus propios pensamientos.
El rey dio un golpe suave en la puerta antes de entrar. -Isabella-, llamó con voz suave pero cargada de preocupación. La princesa levantó la mirada, sus ojos revelando el rastro de la tristeza que la consumía.
-Padre-, respondió Isabella, intentando forjar una sonrisa que apenas lograba iluminar su rostro. La sala estaba impregnada con el aroma del pergamino antiguo y el leve crujir de las páginas al pasar.
El rey cruzó la habitación y se sentó frente a su hija. -He notado tu pesar, Isabella. ¿Qué aflige tu corazón?-.
Isabella bajó la mirada, sus dedos acariciando la cubierta gastada de un libro. -La ausencia de madre me pesa más de lo que puedo soportar, padre. Sus historias eran mi refugio, pero ahora siento que estoy atrapada en un cuento oscuro-.
El rey suspiró y tomó la mano de su hija con ternura. -Tu madre fue una mujer excepcional, y la pérdida es dura para todos nosotros. Pero no debes enfrentar este dolor sola. El reino te necesita fuerte y resiliente-.
Isabella asintió, pero su mirada no abandonó la penumbra de la biblioteca. -Siento como si estuviera atrapada en un cuento oscuro, padre, donde cada página es un recordatorio de lo que ya no tengo-.
El rey reflexionó en silencio antes de hablar. -Quizás necesitas cambiar la historia que estás escribiendo. No te enfrentes a esta oscuridad sola, Isabella. Permíteme ser tu luz en estos tiempos difíciles-.
La vela parpadeó, arrojando sombras danzantes en las paredes mientras padre e hija compartían un momento de conexión en la biblioteca silenciosa. En ese instante, un hilo de esperanza tejía su camino a través de las sombras que habían envuelto al Castillo de la Luna Plateada.
El rey permaneció en silencio, contemplando la frágil llama de la vela mientras su hija Isabella sumergía su mirada en el abismo de las palabras escritas. La quietud de la biblioteca se llenó con sus suspiros compartidos y el crujir apenas audible de las hojas de los libros.
-Padre-, comenzó Isabella, rompiendo el silencio con la vulnerabilidad de sus palabras, -siento como si las sombras que me rodean estuvieran vivas. Como si tuvieran sus propias historias por contar, y yo estoy atrapada en ellas.-
El rey asintió, comprendiendo la metáfora tejida por su hija. -Las sombras pueden ser testigos silenciosos de nuestras penas, pero también pueden albergar secretos que necesitamos desentrañar. No temas enfrentar la oscuridad, Isabella. A veces, es en la penumbra donde encontramos las respuestas que buscamos.-
Los pasillos del castillo, envueltos en la penumbra creciente, resonaron con el susurro de una brisa invisible. La vela, testigo de la conversación entre padre e hija, titiló como si respondiera al llamado de la esperanza. En ese instante, la biblioteca parecía estar llena de una energía sutil, como si el propio Castillo de la Luna Plateada respirara al ritmo de sus habitantes.
El rey se puso de pie y caminó hacia una de las ventanas, observando cómo la luz de la luna derramaba su resplandor plateado sobre los jardines del castillo. -Isabella, nuestra historia no está escrita en piedra. Puedes forjar tu propio camino, y yo estaré a tu lado para iluminar el sendero.-
La princesa levantó la mirada, sus ojos reflejando la chispa de determinación que aún residía en su interior. -Padre, ¿Cómo podemos enfrentar estas sombras que nos envuelven?-
EI rey sonrió con gentileza. -Hay misterios en este castillo que deben ser revelados. Juntos, buscaremos la verdad detrás de estas sombras y traeremos luz a cada rincón oscuro.-
Los dos compartieron un abrazo, sellando su pacto silencioso para enfrentar juntos los desafíos que oscurecían el castillo. La vela, que había sido testigo de su conexión, arrojó una última sombra danzante antes de que el rey guiara a su hija fuera de la biblioteca y hacia el nuevo capítulo que aguardaba.
En los pasillos, el rumor de la corte resonaba como un eco lejano. El rey y la princesa, juntos, se dispusieron a desafiar las sombras que habían envuelto al Castillo de Llanto. Guiados por la luz de la esperanza que había surgido entre ellos, se embarcaron en una misión para comprender y aliviar la carga que pesaba sobre el corazón de Isabella.
Mientras caminaban por los pasillos, el rey le dijo a su hija: -No estás sola en esta travesía, Isabella. Juntos, enfrentaremos la oscuridad que aflige tu espíritu y descubriremos caminos hacia la paz y la curación.-
Isabella asintió, sintiendo la seguridad en las palabras de su padre. El Castillo de la Luna Plateada, una vez sumido en la melancolía, resonó con la promesa de un nuevo comienzo.
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Telón de Risas, Cortina de Lagrimas
Historical FictionEn el corazón del antiguo reino de Luminara, la princesa Isabella deambula por los fríos y sombríos pasillos del Castillo de la Luna Plateada, rodeada de los ecos de una historia que se niega a morir. Como última descendiente de una estirpe real mar...