Capitulo Trece

45 33 15
                                    

Isabella, sintiendo el peso de la incertidumbre, se retiró a sus aposentos después de la reunión con su padre y el arlequín. La habitación estaba envuelta en una penumbra suave, como un reflejo de las sombras que se cernían sobre su corazón.

El arlequín, como un susurro en la oscuridad, se materializó en la estancia. Su traje colorido contrastaba con la melancolía que envolvía a la princesa. Isabella, con la mirada perdida en la luna que se asomaba por la ventana, rompió el silencio.

-¿Por qué? ¿Por qué elegiste involucrarme en esta danza de sombras y misterios? -preguntó Isabella, su voz reflejando una mezcla de confusión y anhelo.

El arlequín se acercó con gracia, su rostro pintado expresando una seriedad inusual. -Princesa, a veces las sombras son el camino hacia la luz. Tu corazón es un lienzo donde las emociones se entrelazan, y yo, un simple narrador de historias enterradas en el tejido del destino.-

Isabella, frustrada, se volvió hacia él. -Pero ¿qué significan mis sentimientos? Este vínculo entre nosotros, es como una maraña de hilos enredados. Me siento perdida, atrapada en una realidad que no entiendo.-

El arlequín, con una mirada comprensiva, tomó las manos de la princesa. -Los sentimientos son como las cartas que se revelan en una tirada de tarot. Pueden ser complejos, pero también revelan verdades profundas. Dime, Isabella, ¿qué sientes en el núcleo de tu ser?-

La princesa, luchando con sus propias emociones, buscó las palabras adecuadas. -Siento... una conexión, pero también temor. Temor de perderme en las sombras que me rodean y de no encontrar mi camino de regreso a la luz.-

El arlequín asintió con empatía. -La oscuridad puede ser aterradora, pero también es en ese abismo donde encontramos las respuestas más reveladoras. ¿Te atreves a explorar tus sentimientos más profundos, incluso si eso significa enfrentar la verdad que reside en la penumbra?-

Isabella, mirando a los ojos insondables del arlequín, sintió una chispa de determinación. -Lo haré. Necesito entender mi propio corazón y desentrañar los misterios que amenazan con ahogarme. Pero, arlequín, asegúrate de que estas respuestas valgan la pena.-

Con esas palabras, la princesa se sumió en sus pensamientos, lista para enfrentar la intrincada danza de emociones que la esperaba. Mientras tanto, el arlequín observaba en silencio, su presencia enigmática insinuando que el próximo acto de esta historia estaba por desplegarse en el oscuro escenario del Castillo de la Luna Plateada.

La noche envolvía el Castillo de la Luna Plateada en un manto de misterio. Isabella, perdida en sus pensamientos, deambulaba por los pasillos silenciosos, mientras el arlequín la seguía con pasos ligeros, como una sombra que danzaba a su alrededor.

En el silencio roto solo por sus propios susurros internos, Isabella reflexionaba sobre la conversación con el arlequín. La intriga y los sentimientos encontrados se agolpaban en su corazón, como las olas de un mar embravecido que amenazaba con sumergirla en la oscuridad.

En una de las salas olvidadas del castillo, iluminada solo por la luz de la luna, Isabella encontró un antiguo espejo que parecía reflejar más que solo su imagen. Sus ojos, cargados de incertidumbre, se encontraron con los del arlequín en el reflejo, creando un momento de conexión a través del cristal.

El arlequín, con su expresión enigmática, se acercó a la princesa. -La verdad, querida Isabella, es un camino sinuoso. Pero a veces, es en la penumbra donde encontramos las respuestas más esclarecedoras.-

Isabella, enfrentándose a su propio reflejo y a las complejidades de su corazón, suspiró. -No sé si estoy lista para desentrañar todos estos sentimientos. Cada paso que doy parece hundirme más en la oscuridad.-

El arlequín, con un gesto suave, tocó el espejo como si estuviera acariciando la superficie de los secretos ocultos. -La oscuridad no siempre es hostil, princesa. A veces, es un rincón donde encontramos partes de nosotros mismos que hemos olvidado o ignorado.-

Isabella, intrigada pero cautelosa, se volvió hacia el arlequín. -¿Y tú, arlequín? ¿Quién eres realmente? ¿Eres una sombra del pasado, un narrador de historias, o algo más?

El arlequín sonrió, pero esta vez, era una expresión más suave, casi melancólica. -Soy un reflejo de lo que necesitas ver, Isabella. Mi existencia está entrelazada con la tuya de maneras que van más allá de las palabras y los trajes coloridos. Pero, como todo en esta vida, las respuestas solo se revelan en el tiempo adecuado.-

La princesa, aún inquieta pero decidida, continuó explorando las estancias del castillo. A medida que se sumergía más en la noche, las sombras parecían cobrar vida, contando historias silenciosas a través de sus formas danzantes.

Mientras tanto, en el salón principal, el Rey Edward III observaba el reloj con creciente inquietud. La danza entre su hija y el arlequín había desatado una corriente de acontecimientos inesperados, y su preocupación por el bienestar de Isabella se mezclaba con la incertidumbre sobre el papel del bufón en esta intrincada trama.

Eliza, la leal doncella, entró con una expresión preocupada. -Mi señor, la princesa está inmersa en sus propios pensamientos, explorando los rincones oscuros del castillo con el arlequín a su lado.-

El Rey suspiró, consciente de la gravedad de la situación. -Eliza, mi preocupación por Isabella crece a medida que los misterios se despliegan. Pero, por ahora, dejemos que la princesa decida sus propios pasos. Solo espero que encuentre la claridad en medio de la confusión.-

Mientras Eliza se retiraba para cumplir con la orden del rey, reflexionó sobre la encrucijada que enfrentaba. La danza de sombras y misterios en el Castillo de la Luna Plateada estaba lejos de su final, y el rey se preparaba para desentrañar los hilos de una trama que amenazaba con envolver a su hija en un destino incierto.

Telón de Risas, Cortina de LagrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora