En el salón principal del Castillo de la Luna Plateada, la tensión era palpable mientras el rey Edward III y el arlequín se sumergían en la interpretación de las cartas de tarot. La única luz provenía de las velas dispersas por la habitación, arrojando sombras inquietantes sobre las paredes de piedra centenaria.
Las cartas reposaban sobre la mesa como pequeños portales hacia un reino de misterio y revelación. El arlequín, con su habitual sonrisa enigmática, continuaba desvelando los secretos codificados en los símbolos antiguos.
-Lo que veis, majestad, es solo el principio de la historia. -murmuró el arlequín, sus ojos brillando con una intensidad que no pasó desapercibida para el rey.
Edward III asintió, aunque su expresión revelaba una mezcla de escepticismo y fascinación. -¿Y qué nos depara el destino, bufón? ¿Qué camino debe seguir mi hija en este laberinto de destino y engaño?
El arlequín tomó una carta entre sus dedos enguantados, sus movimientos lentos como si estuviera acariciando un secreto delicado. -La carta del Sol, majestad. Una luz brillante en medio de la oscuridad. Vuestra hija está destinada a encontrar la claridad en tiempos de incertidumbre.
El rey frunció el ceño, tratando de discernir el significado oculto detrás de las palabras del arlequín. -¿Y cómo puedo asegurarme de que así sea?
El bufón respondió con un gesto misterioso. -El destino es como un río salvaje, majestad. No podéis controlar su curso, pero podéis guiarlo con sabiduría y coraje.
El arlequín recogió las cartas con delicadeza, como si fueran fragmentos de un universo secreto que solo él podía descifrar. Su mirada se encontró con la del rey, y por un momento, Edward III sintió como si estuviera frente a un enigma viviente, un ser cuyos motivos y verdades permanecían ocultos bajo capas de coloridos disfraces.
-Majestad, la clave está en la elección. -continuó el arlequín, rompiendo el silencio con su voz suave pero cargada de significado. -Vuestra hija debe seguir su propio camino, incluso si eso la lleva a través de terrenos desconocidos y peligrosos.
El rey asintió, aunque una sombra de preocupación se reflejaba en sus ojos. -Pero, ¿y si su camino la lleva hacia la oscuridad en lugar de la luz?
El bufón sonrió enigmáticamente. -Incluso en la oscuridad, majestad, hay lecciones que aprender y verdades que descubrir. La princesa Isabella es más fuerte de lo que creéis. Confía en ella, y encontrará su camino hacia la claridad.
El rey meditó las palabras del arlequín, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que el destino de su hija estaba entrelazado con fuerzas más allá de su comprensión, y solo podía esperar que sus decisiones fueran las correctas en medio del laberinto de incertidumbre que se avecinaba.
Mientras tanto, en la intimidad de su alcoba, la princesa Isabella se sumía en un mar de pensamientos turbios. La conversación entre su padre y el arlequín resonaba en su mente, sus palabras resonaban como un eco lejano de un futuro incierto.
La luz de la vela titilaba en la habitación de Isabella, proyectando sombras danzantes en las paredes. La princesa se encontraba sentada frente a su escritorio, rodeada de pergaminos y libros antiguos que hablaban de tiempos olvidados. Sin embargo, su mente estaba en otro lugar, perdida en un laberinto de dudas y temores.
Las palabras del arlequín resonaban en su mente como un eco persistente, recordándole que el destino era un camino incierto que ella debía recorrer sola. Pero ¿cómo podría encontrar la claridad en medio de la oscuridad que la rodeaba? ¿Cómo podría confiar en su propio juicio cuando tantos secretos y misterios la rodeaban?
El corazón de Isabella latía con fuerza, una mezcla de ansiedad y determinación palpitando en su pecho. Sabía que debía tomar decisiones difíciles, que el futuro de su reino y su propia felicidad dependían de las elecciones que hiciera en los próximos días. Pero el peso de esa responsabilidad la abrumaba, amenazando con ahogarla en un mar de incertidumbre y miedo.
Se levantó de su escritorio y caminó hacia la ventana, buscando consuelo en el paisaje nocturno que se extendía frente a ella. Las estrellas brillaban en el cielo oscuro, como faros de esperanza en medio de la oscuridad. Isabella suspiró, sintiendo un atisbo de calma en su alma agitada.
Pero incluso la luz de las estrellas no podía disipar completamente las sombras que la envolvían. La presencia del arlequín seguía siendo un enigma, una figura misteriosa cuyos motivos y verdades permanecían ocultos bajo una máscara de alegría y diversión. Y aunque una parte de ella ansiaba desentrañar esos misterios, otra parte temía lo que podría descubrir.
Con un suspiro resignado, Isabella se apartó de la ventana y se dirigió hacia su lecho. Sabía que no encontraría respuestas esa noche, que tendría que esperar y tener paciencia hasta que el destino decidiera revelar sus secretos. Pero mientras tanto, se aferraría a la esperanza de que algún día encontraría la claridad que tanto anhelaba, incluso en medio de la oscuridad más profunda.
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Telón de Risas, Cortina de Lagrimas
Historical FictionEn el corazón del antiguo reino de Luminara, la princesa Isabella deambula por los fríos y sombríos pasillos del Castillo de la Luna Plateada, rodeada de los ecos de una historia que se niega a morir. Como última descendiente de una estirpe real mar...