Capitulo Nueve

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El sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos dorados y rosados sobre el Castillo de la Luna Plateada. Isabella, inmersa en la contemplación de la puesta de sol desde su ventana, sintió un nudo en la garganta. Las sombras del arlequín seguían acechando sus pensamientos, y la conexión que se tejía entre ellos se volvía más intensa con cada encuentro.

Esa noche, mientras la princesa se retiraba a sus aposentos, Eliza la siguió con la preocupación marcada en su rostro. La doncella sabía que algo estaba cambiando en Isabella y que las sombras del arlequín estaban dejando una huella profunda en su corazón.

-Princesa, debemos hablar -dijo Eliza con suavidad mientras cerraba la puerta de la alcoba.

Isabella se volvió hacia su doncella con una mirada inquisitiva. -¿De qué se trata, Eliza?-

La doncella titubeó por un momento, luego eligió sus palabras con cuidado. -He notado un cambio en usted, en la forma en que el arlequín influye en sus pensamientos y emociones. ¿Qué siente realmente por él?-

La princesa desvió la mirada, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. -No lo sé, Eliza. Sus bromas y enigmas despiertan algo en mí, una curiosidad, una conexión que no puedo entender. Pero, al mismo tiempo, siento que estoy perdiendo el control.-

Eliza se acercó a Isabella y tomó sus manos con firmeza. -Princesa, debe tener cuidado. El arlequín es un enigma, y las tinieblas que trae consigo pueden envolverla más de lo que imagina. Recuerde su deber con el reino y con usted misma.-

Isabella suspiró, sintiendo el peso de las responsabilidades que la perseguían. -Mi deber... A veces, me siento atrapada entre las expectativas y las oscuridades que buscan desentrañar mi corazón. No sé cómo lidiar con todo esto, Eliza.-

En un rincón oscuro de la sala, invisible para Isabella y Eliza, el rey Edward III escuchaba la conversación con preocupación. Las palabras de su hija resonaban en su mente, y el temor de perderla entre las sombras del arlequín lo llenaba de angustia.

Cuando Eliza mencionó el cambio en los sentimientos de Isabella, el rey apretó los puños con tensión. La idea de que su hija estuviera siendo arrastrada por la influencia del arlequín no estaba en sus planes, y la realidad de la situación comenzaba a pesarle como una losa.

Con esfuerzo, el rey Edward III decidió intervenir antes de que la conexión entre Isabella y el arlequín se volviera aún más profunda. Abrió la puerta de la alcoba, revelando su presencia.

-Isabella, Eliza -dijo el rey con tono serio-, he escuchado su conversación. ¿Es cierto lo que he oído sobre sus sentimientos hacia el arlequín?-

La princesa se volvió hacia su padre, sorprendida por su presencia. -Padre, yo...-

El rey levantó la mano para silenciarla. -Isabella, entiendo que la pérdida de tu madre y las cargas de tu posición como princesa pueden pesar sobre ti. Pero no puedes permitir que los velos de un bufón enigmático nublen tu juicio y te alejen de tu deber.-

La mirada del rey reflejaba no solo la autoridad de un monarca sino también la preocupación de un padre que veía a su hija perderse en un camino incierto. Eliza, consciente de la tensión en la habitación, permaneció en silencio, observando la interacción entre padre e hija.

El rey suspiró, comprendiendo la complejidad de la situación. -Isabella, la verdad puede ser escurridiza, y la oscuridad que rodea al arlequín solo agrega más incertidumbre. Mantente alerta, hija mía.-

Isabella asintió con tristeza, sintiendo el peso de las expectativas y las sombras que la rodeaban. -Lo intentaré, padre. Pero hay algo en el arlequín que me atrae, algo que no puedo entender.-

El rey le dirigió una mirada seria. -No permitiré que las sombras de un bufón enigmático nublen el futuro de nuestro reino y, sobre todo, tu propio destino. Este asunto debe manejarse con cuidado.-

Con esas palabras, Isabella se retiró de la sala real, dejando a su padre sumido en sus pensamientos. Eliza, preocupada por la princesa y por la delicada situación que se avecinaba, se mantuvo a su lado mientras abandonaban la estancia real.

La oscuridad de la noche envolvía el Castillo de la Luna Plateada cuando Isabella y Eliza se retiraron de la sala real. La tensión en el aire era palpable, y la oscuridad del arlequín parecía haberse infiltrado en cada rincón del castillo. La doncella caminaba en silencio junto a la princesa, respetando el espacio necesario para procesar las complejidades de la conversación con el rey.

Eliza, finalmente, rompió el silencio. -Princesa, entiendo que estas son circunstancias difíciles. Su relación con el arlequín ha arrojado sombras sobre la corte y, más importante aún, sobre su propio corazón. ¿Cómo se siente ahora?-

Isabella suspiró, sintiendo el peso de la responsabilidad y la incertidumbre. -No lo sé, Eliza. Mi corazón está dividido entre el deber y las sombras que el arlequín parece traer consigo. Cada paso que doy parece llevarme más profundamente en un laberinto de misterios y confusión.-

La doncella asintió con comprensión. -Entiendo su lucha, princesa. Pero debe recordar que su deber con el reino y consigo misma es primordial. El arlequín es un enigma peligroso, y las sombras que proyecta podrían oscurecer el camino que ha jurado recorrer.-

Isabella, con la mirada perdida en la oscuridad del pasillo, murmuró para sí misma. -A veces, las sombras son irresistibles. La curiosidad me consume, y la conexión con el arlequín es algo que no puedo ignorar. Pero sé que el deber y la estabilidad del reino deben prevalecer.-

Eliza la miró con determinación. -Entonces, princesa, debe enfrentar las sombras con valentía. Encuentre la verdad detrás de los enigmas del arlequín y tome decisiones que beneficien tanto a su corazón como al reino.-

Mientras caminaban por los pasillos silenciosos, una sombra se deslizó entre las columnas. El arlequín, siempre presente, emergió de la penumbra con su sonrisa enigmática.

-Princesa Isabella, veo que las sombras de la conversación con tu padre aún se ciernen sobre ti. ¿Te atreverías a enfrentar la verdad que se esconde en los recovecos de tu corazón? -preguntó el arlequín, sus ojos brillando con una luz sutil.

Isabella, aunque inquieta por la presencia del bufón, mantuvo la compostura. -La verdad es un enigma, arlequín. Pero estoy dispuesta a enfrentarla, aunque esté envuelta en sombras.-

El bufón rió, un sonido que resonó en el pasillo como una melodía distorsionada. -La valentía y la curiosidad te guiarán, princesa. Pero recuerda, la verdad puede revelar más de lo que estás preparada para aceptar.

Mientras tanto, en los aposentos reales, el rey Edward III reflexionaba sobre la conversación con su hija. La preocupación se reflejaba en sus ojos mientras contemplaba el mapa del reino extendido sobre su escritorio. La estabilidad de Luminara dependía de las decisiones que Isabella tomaría en los días venideros.

El rey suspiró, preguntándose si había tomado la decisión correcta al intervenir en la relación entre Isabella y el arlequín. La incertidumbre y las sombras del futuro se cernían sobre él, como si la trama de la historia estuviera tejida con hilos impredecibles.

En otro rincón del castillo, la corte murmuraba entre susurros, consciente de las tensiones que se estaban desarrollando. La relación entre la princesa y el arlequín, como una danza entre la luz y la oscuridad, mantenía a todos en vilo.





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Como las estrellas que parecen distantes pero comparten el mismo cielo, nuestro amor se teje en los hilos de lo aparentemente imposible. ¿Podrán superar las barreras que se interponen en su camino? ¡Acompáñalos en esta travesía llena de desafíos en el próximo capítulo!

Telón de Risas, Cortina de LagrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora