La última nota de la melodía se desvaneció en el aire del salón del banquete, marcando el final de la celebración. Los cortesanos se retiraron con sus risas y susurros, dejando atrás un rastro de destellos de vestidos elegantes y la fragancia de las flores frescas que decoraban el lugar.
Isabella, entre la multitud que se dispersaba, se sintió como una figurilla en un juego donde las reglas se reescribían con cada paso. La música festiva contrastaba con la turbulencia de sus pensamientos, mientras la sombra del arlequín persistía en su mente.
Eliza se acercó a la princesa con cautela, consciente de la complejidad de la situación. -Princesa Isabella, ¿Cómo se siente después del banquete?-
Isabella miró a su alrededor, como si buscara respuestas en los restos de la celebración. -Todo esto es tan abrumador, Eliza. Cada gesto del arlequín, cada mirada, parece tejer una trama de intriga. Me siento atrapada en una danza de emociones que no puedo entender.-
La doncella asintió comprensiva. -La celebración fue un intento de aligerar su espíritu, pero entiendo que los misterios que rodean al arlequín solo han profundizado su desconcierto. ¿Desea retirarse a sus aposentos y descansar?-
Isabella, con un gesto fatigado, aceptó la sugerencia de Eliza. Mientras caminaban por los pasillos, la princesa se sumió en sus pensamientos, tratando de desentrañar la madeja de emociones que la envolvía.
Al llegar a sus aposentos, Isabella se sentó junto a la ventana, observando la luna plateada que se alzaba en el cielo. La noche estaba tranquila, pero en su interior, un torbellino de preguntas sin respuesta amenazaba con desbordarse.
Eliza, mostrando su lealtad silenciosa, permaneció a su lado. -Princesa, si hay algo que desee compartir o discutir, estaré aquí para escuchar.-
Isabella suspiró, sintiendo el peso de sus propias decisiones. -Eliza, no sé cómo enfrentar lo que está sucediendo. Cada vez siento que me sumerjo más en un abismo de incertidumbre. Mis sentimientos son un enigma, y el arlequín... no sé qué papel juega en todo esto.-
La doncella colocó una mano reconfortante en el hombro de la princesa. -A veces, la verdad se revela cuando menos la esperamos. Si hay algo que pueda hacer por usted, o si desea hablar más sobre lo que siente, estoy aquí.-
Isabella agradeció el gesto de Eliza, pero la confusión en sus ojos reflejaba la complejidad de su corazón. Mientras la doncella se retiraba para darle espacio, la princesa se quedó sola en la penumbra de sus aposentos.
La luna, testigo silente de innumerables historias, iluminaba las sombras de la noche. Isabella, en su lecho, cerró los ojos con la esperanza de encontrar respuestas en el reino de los sueños.
Mientras tanto, en otro rincón del castillo, el rey meditaba sobre el desarrollo de los acontecimientos. La sombra del arlequín había tejido un tapiz de intriga en la vida de su hija, y la incertidumbre del futuro pesaba en sus hombros.
La puerta de la sala real se abrió, y el rey se volvió para ver a Eliza ingresando con respeto. -Mi señor, ¿hay algo que desee discutir o alguna acción que debamos tomar respecto a la situación de la princesa?-
El rey suspiró, consciente de la gravedad de la situación. -Eliza, mi preocupación por Isabella crece a medida que los misterios se despliegan. Pero, por ahora, dejemos que la princesa decida sus propios pasos. Solo espero que encuentre la claridad en medio de la confusión.-
El rey, sumido en sus reflexiones, observó cómo Eliza mantenía una postura respetuosa. -Mi señor, entiendo su preocupación por la princesa. La intriga que rodea al arlequín agrega una capa adicional de complejidad a nuestra situación. ¿Cómo desea abordar esta cuestión?-
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Telón de Risas, Cortina de Lagrimas
Ficção HistóricaEn el corazón del antiguo reino de Luminara, la princesa Isabella deambula por los fríos y sombríos pasillos del Castillo de la Luna Plateada, rodeada de los ecos de una historia que se niega a morir. Como última descendiente de una estirpe real mar...