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“¡Primer día, Rivera!”
- capítulo ocho -


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Talk Too Much - COIN

Miguel podía contar con los dedos de una mano las veces que se sintió tan nervioso y aterrado como para sentir que no podría hablar

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Miguel podía contar con los dedos de una mano las veces que se sintió tan nervioso y aterrado como para sentir que no podría hablar. En su primera exposición de primaria, la primera vez que cantó en público y cuando rompió de un pelotazo una de las máquinas de su padre en el taller.

Ahora podía sumar su primer día de universidad a la lista. Estando de pie frente al inmenso edificio en dónde iba a estudiar a partir de ahora, sentía que le temblaban las manos, intentando con todas sus fuerzas no desmayarse del miedo y la absoluta emoción.

Porque claramente también estaba emocionado por este momento, estaba a unos pasos de empezar a estudiar la carrera de sus sueños. Dió el primer paso dentro del edificio, decidiendo que su emoción le ganaría a sus nervios.

La cantidad de gente podía ser abrumadora, pero Miguel estaba emocionado de igual forma, todos lucían increíbles, con diferentes estilos, como si gritaran su personalidad a través de su imagen. Eso para Miguel, que venía de un pueblo pequeño, era realmente mágico, ver a tantas personas diferentes juntas lo hacían sentir de algún modo parte de algo.

Allá en Santa Cecilia, Miguel siempre destacó por ser diferente. Si bien tenía gustos similares al resto de adolescentes en su pueblo, muy en el fondo, sentía que no terminaba de encajar del todo, ni en su familia, ni en su escuela.

Según su horario, el primer día sería una introducción, una charla de bienvenida a los de nuevo ingreso, estaba escrito el sitio en el cuál se impartirá, el teatro de la universidad; pero Miguel estaba teniendo problemas para orientarse en los grandes pasillos que parecían interminables.

   —¿Dónde carajos estoy?— Miguel estaba a punto de detenerse y pedir direcciones a alguien que sí pareciera conocer el recinto, eso de ir por instinto le estaba fallando muy feo y no faltaba mucho tiempo para que empezara la bienvenida, no quería perdérselo y mucho menos ser de esos que llegan tarde y las filas hasta atrás siempre voltean a ver.

Cruzó en una esquina y se chocó con alguien, un golpe directo en su frente con la de alguien más, en el estado de estrés en el que estaba le hubiera gritado que se fije por dónde camina, pero no pudo hacerlo, no tenía moral cuando él tampoco estaba fijándose por dónde iba.

   —Lo siento mucho, ¿Te hiciste daño?—

Miguel alzó la mirada y se topó con un hombre de mediana edad, podría decir que contemporáneo a Cass. Tenía grandes ojeras y el cabello largo y desordenado, recogido en un moño.

   —Sí, lo siento, estoy algo perdido así que estaba más pendiente de la guía que de ver por dónde iba— le dijo al hombre, quién con su mirada genuinamente preocupada, eso hizo que Miguel evite responder de forma grosera —Disculpe pero, ¿Podría decirme dónde queda el teatro? Voy a la charla, soy de nuevo ingreso—

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