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"Gyokuro"
- capítulo nueve -

Recomendación del capítulo:
Disfruto - Carla Morrison

Miguel seguía asombrado por la masiva arquitectura de la universidad aún si ya llevaba una semana y media yendo allí, era inevitable, el lugar era innecesariamente grande y absurdamente bonito

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Miguel seguía asombrado por la masiva arquitectura de la universidad aún si ya llevaba una semana y media yendo allí, era inevitable, el lugar era innecesariamente grande y absurdamente bonito. Las formas innovadoras de los edificios, la atención al detalle, incluso los colores con los que estaba pintado todo. Siempre odió esa creencia tonta de que todo lo gringo era mejor, pero también admite que como el pueblerino que es, es fácil de impresionar.

De sus lugares favoritos en la universidad, era la cafetería. Gigante, llena de gente, con olor a comida, un ambiente que le resultaba agradable; además, la comida no estaba tan mal, aunque solo la había probado una vez.

-Insisto, la comida aquí sabe a cartón- por supuesto que Camilo no estaba de acuerdo con esa afirmación de que la comida en la cafetería no estaba tan mal.

-Ay vamos, no está tan mal, Cams-

Camilo y él se habían vuelto los mejores amigos, pasaban la mayor parte del tiempo juntos, excepto esas clases donde no habían quedado en la misma aula. Pasaban juntos los recesos y regresaban juntos a casa hasta el punto en el que sus caminos se separaban.

Los demás también eran agradables, le gustaba hablar y relacionarse con ellos. En su pequeña Santa Cecilia, nunca se habría atrevido a hablar tanto con sus compañeros, pero podía ser que el hecho de perseguir una meta en común, o la particularidad de que todos ahí eran raritos como él, lo habían hecho sentirse lo suficientemente cómodo como para sacar su lado más sociable.

Algo que había notado, era que Camilo, a diferencia de él, no le hablaba a los demás, lo cuál le parecía raro con lo parlanchín que era el rizado, podía pasar horas y horas hablando.

-Tienes razón, no sabe a cartón simple, sabe a cartón con sal- Miguel giró los ojos, riendo ante las quejas de su amigo, quien ese día se había comido toda la comida que traía de casa en el primer descanso y ahora estaba obligado a comer la comida de la cafetería si no quería que le rugieran las tripas después -¿Por qué no me das un poquito de tu comida, Migs? Anda-

Camilo lo tomaba del brazo, zarandeándolo y recostándose de él, sus ojos de cachorro y su puchero exigían piedad por su paladar. Lo miró con lástima, viendo como, de hecho, el pastel de carne aunque olía bien, tenía pinta de haber sido hecho con animal atropeyado. Ok, la comida de la cafetería si era mala, le agradecería mucho a Cass luego por siempre hacerle algo de comer en las mañanas.

Aún así, rogar y suplicar no harían que Miguel cediera su almuerzo.

-No-

-Malparido, gonorrea hijueputa-

   -Malparido, gonorrea hijueputa-

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