II

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Además de la clase del Sr. Lancet hubo seis clases más, además del receso y la hora de almuerzo.

 Cuando llegó no había nadie en casa, al parecer su madre había salido a algún lugar. Se volvió costumbre no comunicarse nada entre sí. La relación madre e hija no existía.

Su madre retomó el vicio de las apuestas y el alcohol que había superado después de casarse con su padre. Era algo terrible para ella ver a su madre en ese estado.

 Después de haberse bañado y descansar un poco, se puso a ver tv. 

Estaban pasando Tom & Jerry cuando alguien tocó su puerta. Eran las ocho de la noche. 

¿Quién estaría tocando el timbre a esas horas? Becca se acercó perezosamente hacia la puerta encontrándose con la más extraña sorpresa.

—Hola, ¿Rebecca cierto?

Becca no podía creerlo. Era la chica de esa mañana, la pelirroja de ojos verdes, la que tanto había mirado en la clase de literatura, la que le sonrió amablemente. 

La pudo ver de cerca y era más hermosa de lo que se había imaginado.

—H-hola—tartamudeó atónita—Si, yo soy Rebecca. ¿Te conozco?

—Probablemente no—respondió con una sonrisa—Soy nueva en el vecindario. Nos vimos esta mañana en la escuela, ¿lo recuerdas?

—Sí, sí, claro, cómo olvidarlo.

— ¿Te pasa algo? Es que te pusiste pálida. —dijo jocosamente

—No, es que...es algo muy raro, porque, no pensé que vivieras por aquí.

—Me mudé el viernes. Te vi cuando llegaste de la escuela. Seguro no me viste porque estabas ocupada. —explicó

—Ah, sí, tienes razón, estuve encerrada todo el fin de semana así que probablemente no te vi por esa razón.

—Mi nombre es Astrid, Astrid Lawrence. —dijo extendiendo la mano.

—Rebecca Jones—indicó devolviéndole el saludo.

— ¿Puedo llamarte Becca?

Esa pregunta la confundió un poco. El único que la llamaba así era su padre. Pensó en decirle que no, pero, ¿qué culpa tenía la chica? Ella parecía muy simpática y además no quería arruinar el momento.

— Claro, tú llámame como quieras. Pero ¿Cómo sabes mi nombre?

—Buena pregunta. —respondió con una risita. —Le pregunté a alguien de tu clase y me lo dijo.

— ¿Alguien de mi clase?

—Sí, su nombre era Tom o algo así.

—Ah, Thomas, si, es un chico de mi clase. —Indicó— ¿Vives con tus padres?

—No, en realidad vivo sola... bueno, no completamente sola, vivo con un amigo. Mis padres murieron cuando yo tenía doce años, a partir de ahí comencé a vivir con una tía en Ohio, pero cuando cumplí los diecinueve decidí mudarme aquí, en Brooks.

—Oh, lo siento no debí preguntar por tus padres. —se disculpó avergonzada.

—No, está bien. Es difícil, pero ya lo superé.

—Sí, lo sé, mi padre también murió hace seis meses.

— Vaya, lo siento, mis condolencias. Te entiendo—expresó con empatía.

—Gracias. Fue un gusto conocerte.

—El gusto es todo mío. Vivo en la casa número ocho, por si acaso me necesitas—dijo guiñándole. —Buenas noches Becca.

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