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El detective Gonzáles se tomaba la quinta taza de café negro de esa mañana, tratando de mantenerse a flote para afrontar el extenso día que le esperaba.

 El departamento de homicidios era un desastre. Pistas sin conclusiones. Coartadas confirmadas. Sospechosos libres. 

Pero esa mañana era diferente.

 En sus diez años de ejercicio público, nunca había lidiado con un caso tan confuso y complicado, por eso, necesitaba aclaraciones. Muchas aclaraciones.

Miró su reloj. Diez y quince de la mañana. Esperaba al Dr. Cruiser desde hace media hora. Willis apareció, interrumpiendo su momento de tranquilidad.

—¿Qué tenemos?

—Nada aún. Espero al doctor, me dijo que llegaría a las nueve y media. —explicó con su tono característico. Willis dio un largo suspiro.

—Aun no puedo creer lo que pasó. Es tan irreal.

—Yo no estoy sorprendido, Mara, estoy confundido. Siempre supe que detrás de esa chica había algo extraño, solo que no podía identificar qué era.

El Dr. Cruiser apareció en la oficina.

—Buenos días, detectives. —saludó dándoles la mano cortésmente. —Disculpen la tardanza. He estado recopilando pruebas desde la madrugada.

—No se preocupe doctor. Ninguno aquí ha dormido. —dijo Willis.

—Bien. Acompáñenos.

Los detectives guiaron al Dr. Cruiser hasta una sala. Era oscura y espaciosa.

 Al frente, un enorme vidrio, donde se podía ver quién estaba del otro lado de la habitación.

 Rebecca Jones.

 Alan tragó en seco al ver la tranquila figura de Rebecca. Tenía unas esposas. Su mirada era vaga. Perturbadora. Extraña. Los sedantes habían hecho efecto.

—No sé preocupe. No puede vernos. —dijo Gonzáles.

—Lo sé. —su voz emanaba tristeza. —¿Creen que yo pueda hablar con ella?

—No creo que sea una buena idea. —dijo Willis. —Dijo que no quiere saber nada de usted ni de su madre.

—Sí, piensa que yo asesiné a su padre y que Claire es cómplice. Pero está medicada. Creo que puedo hablar con ella sin que se altere.

—¿Cómo se puede llegar a tal cosa Dr. Cruiser? Necesito que me explique esto seriamente. —preguntó Gonzáles con los brazos cruzados. Estaba confundido.

—Tengo una teoría. He sido su doctor desde sus cinco años y creo que puede estar relacionado a todo esto. Así que necesito hablar con ella. Podemos hacer el interrogatorio juntos, aunque creo que es mejor que la detective la interrogue. Se sentirá con más confianza de hablar.

—Mire, haga lo que tenga que hacer. Pero deme una explicación a todo esto.

La detective Willis tomó los documentos que había en la mesa, mientras que el Dr., Cruiser tomaba su portafolios. 

Ambos entraron a la habitación donde estaba Becca. La hermosa castaña los miró con sus profundos ojos azules. Se veía cansada.

—Hola, Rebecca. —saludó la detective Willis. —¿Cómo has estado?

—Mejor...gracias. —respondió con voz baja.

—Mira quien está aquí.

—Hola Rebecca.

—Hola, Dr. Cruiser.

—Rebecca queremos hablar contigo sobre algo. ¿te imaginas que puede ser?

—Supongo que...por lo de Randall, ¿no?

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