- No sé muy bien cómo crees que puedo ayudarte, Sera, yo... - la voz de Alucard se apaga lentamente ante el recuerdo de los gemelos, aún le duele la cicatriz que dejó en él aquella traición, lo que le hicieron, y lo que él tuvo que hacerles.
- ¿Por qué ayudas a los humanos?¿Por qué proteges a estos seres supersticiosos y egoístas, que únicamente piensan en destruirse unos a otros?
El dhampiro boquea, sin saber bien qué decir. Su madre había sido su gran referente en su niñez, y claramente ello había influido en sus ideas. Pero entonces acudieron a su mente todas aquellas personas buenas y generosas que había conocido en todos aquellos años. La anciana mujer que intentó salvar a su madre, Trevot, Sypha, Greta, los humanos del pueblo, las parejas de sus hijos e hijas...
- No todos los humanos son malos, egoístas o supersticiosos. Además, su vida es diferente a la nuestra. Son frágiles, mortales. ¿Crees que verías el mundo de la misma manera si supieras que tu vida apenas duraría unas pocas decenas de años?
El ángel lo mira fijamente, con aire pensativo, con sus ojos reflejando la escasa luz del eclipse como los de un cocodrilo que acecha en busca de presas incautas que caigan en sus fauces. Tras unos segundos incómodos, finalmente desvía la mirada.
- Si odias a los humanos ¿por qué arriesgas tu vida para salvarlos? - pregunta tentativamente el rubio. En esos días se ha dado cuenta de que el carácter de Seraphiel el sumamente extraño, volátil. Por algún motivo, sospecha que se debate entre dos sentimientos opuestos que la corroen por dentro.
- Porque odio mucho más a Sekhmet. - su mirada se oscurece, llena de odio - Ella pudo haber salvado a Kamau, pudo habérmelo devuelto, pero no lo hizo. Siempre fue caprichosa, arbitraria, con sed de sangre. Y lo dejó morir en el campo de batalla, solo, asustado, sufriendo. Ese maldito engendro... No merece vivir.
- Y tampoco crees que todo el mundo merezca morir así ¿Verdad?- otra suposición, aunque esta vez procura acertar y tocar una fibra sensible del ser celestial- No todo el mundo merece morir solo, asustado y sufriendo, como murió Kamau. Por eso debemos detenerla.
El ángel permanece en silencio, con una expresión indescifrable en el rostro. Tras un tiempo, que Alucard no sabe si han sido minutos u horas, se transforma de nuevo en mujer y se sacude el polvo de la ropa, en un gesto más compulsivo que práctico.
- ¿Qué o quién es Cerunnos?- el dhampiro, que hasta entonces había estado mirando al cielo nocturno, ladea la cabeza y la mira con curiosidad.
- Es el dios ciervo, guardián de los bosques y los animales salvajes. Lo necesitamos para que su ejército de bestias nos ayude a contener a los vampiros y para que nos ayude a encontrar a Hécate, la única que sabe dónde demonios está Ra, padre de Sekhmet. Esa maldita cabra retorcida.- suelta un bufido y pone los ojos en blanco.
- ¿Por qué sólo ella lo sabe? ¿Y por qué no podemos encontrar directamente a Ra o a Hécate?- musita el hombre, ligeramente molesto. No entiende por qué es necesaria tanta distracción, cuando deberían estar buscando la manera de luchar contra aquella bestia infernal.
- Ra es un maldito vago arrogante. De no ser así, ya estaría aquí metiendo en vereda a la incorregible de su hija. Pero sabe que hay muchos seres que desean atacarlo, entre ellos Apofis, así que se mantiene oculto en la barca solar. Sólo hay una forma de llegar hasta ella desde este mundo, y únicamente Hécate la conoce.
- ¿Y Cerunnos?
- Hécate es casi tan desconfiada como traicionera. No quiere que nadie sepa nunca dónde se encuentra, teme los ataques de las demás deidades, que son capaces de ver a través de sus manipulaciones. Pero Cerunnos ha sido su amante durante mucho tiempo, la conoce muy bien. Él sabrá cómo llegar hasta ella.
ESTÁS LEYENDO
La Revolución de la noche eterna
VampireHistoria fan-fiction basada en Castlevania: Nocturno. Hartos de las luchas de poder entre los vampiros, otros seres mágicos han decidido tomar parte en la lucha de Richter Belmont y sus amigos contra Erzsebet Báthory, mientras el horror y la muerte...