El aire se llena con la esencia húmeda y terrosa que emana de la entrada subterránea a medida que se acercan a la antigua puerta de hierro que guarda la entrada al seno de la ciudad subterránea.
La puerta chirría al abrirse, revelando un pasillo estrecho y oscuro, rodeado de huesos humanos cuidadosamente apilados, que se sumerge en las entrañas de las catacumbas de París. Cráneos y fémures se entrelazan en patrones grotescos, creando sombras danzantes a la luz titilante de las antorchas.
El repiqueteo de sus pasos resonando en el suelo de piedra caliza les acompaña mientras se adentran más profundamente en las catacumbas. El aire es denso y cargado, como si la oscuridad absorbiera cada partícula de luz. Gritos lejanos perforan la oscuridad, eco de la historia olvidada que susurra desde las grietas de las piedras.
Las antorchas emiten una luz parpadeante que apenas logra disipar la oscuridad, mientras las sombras grotescas se proyectan sobre las paredes, dando vida a formas inquietantes. Cada paso en el laberinto de huesos es como una danza con la muerte, y el eco de sus susurros resuena como un lamento. Los gritos, una cacofonía de desesperación, resuenan por los pasillos serpenteantes, y el nerviosismo palpita en el aire, como si las almas enterradas revivieran por un instante para compartir su tormento.
A medida que avanzan, el túnel se estrecha y las sombras se vuelven cada vez más oscuras. Las paredes gotean humedad y una sensación fría serpentea por sus espaldas. Los huesos parecen gemir con cada paso, como si aún recordaran la violencia que los condujo a su morada eterna.
Los gritos se intensifican, envolviéndolos como un coro desde el más allá. El ambiente tétrico y opresivo pesa sobre sus hombros, como si las almas atrapadas en el laberinto de huesos intentaran arrastrarlos hacia lo desconocido.
Cruzan encrucijadas y pasillos, sumergiéndose más profundamente en las entrañas de la tierra. La sensación de estar bajo toneladas de piedra crea una presión en el aire. Se puede sentir la tensión en el aire, el peso del pasado y la presencia oscura que impregna las catacumbas. Cada paso, cada sombra, resuena con la sensación de lo sobrenatural y lo olvidado, mezclándose con los chillidos asustados y los correteos de las ratas.
A medida que avanzan, los pasillos y recovecos parecen multiplicarse, formando un laberinto subterráneo en el que las luces parpadean intermitentemente, creando sombras que se retuercen y se estiran como espectros juguetones.
Finalmente llegan a una cámara central, en la cual se alza un altar antiguo, iluminado por una luz tenue que no parece provenir de ninguna parte concreta. La luz tenue crea sombras que bailan en las paredes adornadas con cráneos, y la penumbra se entreteje con la presencia imponente de Hécate.
Los gritos distantes ahora son susurros, mientras la diosa se alza en el altar, una figura envuelta en sombras, con sus ojos brillantes con un resplandor rojizo. Su vestido negro fluye y se mueve como si tuviera vida propia, tejiéndose con los secretos de la noche, como una neblina densa que envuelve a los intrusos en su frío abrazo mientras la mujer se yergue en el altar de huesos.
Su figura es esbelta pero imponente, se presenta en forma de una mujer madura, de cabello blanco y piel blanca como una calavera que destacan contra sus labios rojos, como sus ojos, dos brasas ardientes en la penumbra.
Lleva una corona de ramas retorcidas, como si hubiera sido coronada por la misma naturaleza en su forma más tétrica y oscura. En una mano sostiene un báculo de ébano, tallado con símbolos arcanos que brillan débilmente en la tenue luz de las velas.
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La Revolución de la noche eterna
VampireHistoria fan-fiction basada en Castlevania: Nocturno. Hartos de las luchas de poder entre los vampiros, otros seres mágicos han decidido tomar parte en la lucha de Richter Belmont y sus amigos contra Erzsebet Báthory, mientras el horror y la muerte...