6. Angel's viper

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Richter se sienta en el suelo, sudoroso, intentando recuperar el aliento. Esos seres alados son realmente resistentes, tiene que admitirlo.
A su alrededor, uno de ellos enseña a María a crear portales más grandes, un par de mujeres pelean con Annette, y otro corrillo encabezado por Rafael se ha reunido en torno a Alucard y Mizrak, que están practicando con las espadas. En el otro extremo, Seraphiel pelea con sus hermanos menores, bajo la mirada divertida de Uriel.

Ariel y Auriel son dos ángeles casi idénticos, como si fueran gemelos. Según les explicó Seraphiel, debido a que los ángeles en realidad no tienen un cuerpo físico per se, sino que toman la forma que ellos quieren, el parecido es completamente intencional.
Ambos tienen una cara aniñada y alegre, grandes ojos de color miel y cabello ondulado castaño claro, con tonos dorados. Sus alas son blancas iridiscentes, y llevan armaduras idénticas de un color grisáceo oscuro, sobre un ropaje de color marrón claro.
Son dos seres amigables y de risa fácil, pero que suelen gastar bromas al resto del grupo, especialmente a Seraphiel, que disfruta peleando con ellos.
Aunque parece que la tienen acorralada, con las espadas cruzadas apuntando a su cuello, la joven no parece en absoluto preocupada. Con un movimiento casi imperceptible, sacude las alas, de las cuales se desprenden dos plumas, que al contacto con sus manos se alargan hasta transformarse en dos espadas cortas, que la joven lanza contra sus hermanos a modo de distracción, y se lanza hacia atrás, rodando por el suelo usando las alas para impulsarse.

Una de las primeras cosas que descubrieron en esa dimensión paralela fue que las alas de los ángeles son la fuente de su poder, y que utilizan sus plumas para materializar sus armas, de una manera parecida a como Annette utiliza la tierra.
Uno de ellos (a esa distancia Richter no era capaz de distinguir quién de ellos es) toma impulso hacia atrás y emprende el vuelo, haciendo aparecer un arco.
- A ver qué tal van esas alas, hermanita!
Grita Ariel desde el cielo, divertido, lanzando una flecha dorada hacia los pies de su hermana, con su armadura grisácea refulgiendo por el reflejo del sol.
Todos se giran a mirar a los ángeles que gritan desde un extremo del campo de entrenamiento.
Auriel ríe, mirando hacia su hermano con los ojos entrecerrados.
- Sabes que tienes las de perder, Ariel! Te va a coger enseguida!
- Bueno, eso habrá que verlo, a ver si la Señorita Veloz no tiene las alas atrofiadas aún.
El joven saca la lengua, con un gesto burlón.
Seraphiel ríe y mira hacia arriba, con los ojos fijos en su hermano pequeño como un halcón mirando a su próxima presa.

Sacude las alas y las coloca, con una sonrisita maliciosa, flexionando las piernas y tensando los hombros, como si fuera a salir corriendo, mientras su hermana retrocede unos pasos.
Con un movimiento casi imperceptible, Seraphiel despega en vertical, rápida como un jet, dejando una marca en el suelo y creando una onda expansiva que lanza hacia atrás a Auriel, que ríe y aplaude como una niña pequeña entre la nube de polvo. En unas décimas de segundo, el ángel de alas negras ha llegado hasta su hermano, que parece orgulloso y asombrado a partes iguales, y lo ha cogido por el hombro, lanzándolo hacia el suelo con fuerza. Antes de que el joven toque el suelo, la joven se lanza en picado y lo coge al vuelo, frenando en seco antes de que sus pies choquen contra la tierra para aterrizar suavemente y dejar a su hermano a sus pies.
- Te lo dije! - Auriel sigue sentada en el suelo, incapaz de levantarse debido a la risa, con lágrimas en los ojos- Debiste dejar que se golpeara, a ver si así espabila!
Su hermano le saca la lengua y le hace un corte de mangas, con gesto ofendido, pero finalmente la ayuda a levantarse.

- Veo que sigues siendo tan veloz como siempre, hermana. - la voz suave de Miguel hace que Seraphiel se ponga tensa.
- Qué haces aquí, Miguel? - la morena frunce el ceño y mira a su hermano con desconfianza. El resto de ángeles, incluidos los gemelos, retroceden con una mezcla de miedo y respeto, agachando la cabeza con cierto nerviosismo.
- Oh, sólo he venido a ver cómo va el entrenamiento de los humanos...
La joven de alas negras resopla, molesta.
- Parece que van bastante bien, qué lástima que tengan tantos inconvenientes, verdad? -el rubio sacude la cabeza con fingida tristeza- Especialmente el pobre Richter, qué desgracia...
- Miguel... -sisea Sera, con los dientes apretados - no sé a dónde quieres llegar con esto, pero déjalo de una vez.
- Por qué? Seamos realistas, hermana, por muy Belmont que sea, ese niño sigue sin ser la mitad de fuerte que su pobre madre...
Richter aprieta los puños, enfadado. Cómo se atreve ese desgraciado a hablar de su madre.
- Es una lástima que muriera de esa forma tan horrible, verdad, Alucard? Y encima frente a sus ojos... - Miguel se gira hacia el dhampiro, con una sonrisa malévola- Si hubieras llegado a tiempo, ahora ella estaría aquí con su hijo, en lugar de pudriéndose bajo tierra.
Richter mira a ambos, sorprendido.
- Qué quieres decir?
- Oh, lo siento, no te lo han contado? - la sonrisa del arcángel se hace más amplia- Alucard os estuvo vigilando durante generaciones, pero no llegó a tiempo para salvar a tu pobre madre de las garras de Olrox... supongo que tenía cosas más importantes que hacer.
- Miguel, ya basta... - el tono de Seraphiel es amenazante, y sus ojos han empezado a desprender un brillo metálico.
- Y te dejó abandonado a tu suerte, sin tener siquiera el Lucero del Alba para defenderte...- Miguel hace un ruidito reprobatorio, antes de mirar al vampiro con mal disimulada satisfacción.
- A qué se refiere, Alucard?
- Richter, yo... Yo no...
El rubio, paralizado por la pena y la vergüenza, es incapaz de articular palabra.
- Yo te lo explicaré, querido Richter Belmont. Ese a quien tu antepasado consideraba su amigo, aquél a quien pidió que cuidara de su linaje, fue incapaz de proteger a tus padres y, no sólo eso, sino que te abandonó a tu suerte, apoderándose de la reliquia más poderosa de tu familia, el Lucero del Alba.


La Revolución de la noche eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora