2. El baile de los ángeles

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- Por qué no la has salvado? Por qué no has llegado antes? - espeta María con rabia. Seraphiel agacha la cabeza y las alas, que rozan el suelo con sus puntas.
- No podría haberlo hecho aunque hubiera llegado a tiempo, por desgracia. Ni yo ni mis hermanos somos lo bastante poderosos para enfrentarnos a la Bestia... Ni tampoco ninguno de vosotros, Adrian Tepes.
El dhampiro levanta la vista al oír su nombre, extrañado, con los ojos metálicos de la joven fijos en él.
- Sé lo que piensas, pero no habrías podido evitarlo aunque hubieras llegado a tiempo. Sólo habrías conseguido que te matara.
Le sostiene la mirada unos minutos, pero finalmente ella rompe el contacto y se gira hacia el resto.
- Será mejor que os toméis un tiempo para descansar y reflexionar, y también para llorar. Todos habéis perdido algo hoy. Se avecina una batalla dura, dormid y recuperad fuerzas, aquí estáis a salvo.
Tras echar un último vistazo al grupo, la mujer se recuesta a los pies de la cruz del altar y se cubre con sus alas.

El grupo se mira, pero Richter se encoge de hombros y se tumba en uno de los bancos, tras lo que se disponen a descansar.

Tras un tiempo Alucard, que se ha recostado en una de las columnas, abre los ojos, sobresaltado y maldiciéndose mentalmente.
El maldito eclipse no le permite medir bien el tiempo, no sabe cuánto tiempo llevan allí. Mira hacia el altar, donde el ángel está terminado de leer la Biblia, con aparentemente gran interés. Sus alas han desaparecido, y ha cambiado su vaporoso vestido blanco por unos pantalones negros adornados con correas de cuero y una camisa blanca, coronada por una armadura plateada grabada con arabescos y florituras.

- Es curioso este Dios vuestro.
El dhampiro arquea las cejas con sorpresa, confuso.
- "Nuestro" Dios?? No sé supone que sois vosotros sus guerreros?
La joven lo mira, primero sorprendida y luego divertida, y ahoga una risita.
- Yo no obedecería a un Dios capaz de hacer o decir estas aberraciones - responde con sorna- no tiene ni pies ni cabeza. Se supone que vuestra religión se basa en el amor y el perdón, pero aquí no hay más que odio, venganza y miedo. Además, esa tontería de que no sé puede amar a alguien de tu mismo sexo... Ninguno de nosotros ha dicho eso, te lo aseguro - Seraphiel ríe de nuevo- entre otras porque no tenemos un cuerpo, ¿por qué debería importarnos el cuerpo de quien ames, si lo que importa es su corazón y su alma?
- Si no tenéis cuerpo, ¿dónde estáis? ¿Cómo os comunicáis entre vosotros?
- Oh, eso es simple, estamos conectados por el Meta...
Antes de que pueda acabar la frase, una pluma aparece de la nada, cayendo lentamente ante Seraphiel. Es una sola pluma, grande y blanca, pero la joven la mira con cierto temor cuando toca el suelo y estalla en llamas.
- Será mejor que no hagas más preguntas sobre ese tema, Adrian Tepes, por tu bien y el de tus amigos. Los Seres de la Noche no pueden entrar aquí, pero mis hermanos sí.
- Cuántos sois? - Alucard siente una profunda curiosidad por Seraphiel.

La eternidad es muy larga, y ha tenido tiempo de sobra para leer todos los libros y manuscritos que se encontraban en el castillo de Drácula y la Mansión de los Belmont, dónde se hace alguna referencia a los ángeles.
Según recuerda, son seres muy poderosos, capaces de obrar milagros, muy diestros en la batalla, algunos de ellos han ayudado a los grandes linajes de cazadores a vencer a los demonios en más de una ocasión. Son seres muy antiguos y sabios que al parecer se rigen por una jerarquía de poder, pero son extremadamente reservados y crípticos, poco dados a compartir sus secretos y conocimiento, salvo algunas excepciones.
También son grandes forjadores, y son capaces de cambiar de forma, aunque parece que les gusta especialmente la forma humana, bajo la que suelen presentarse como seres de gran belleza.
Aunque lo que más recuerda haber leído es acerca de lo extraordinaria de sus alas, que les permiten hacer despegues verticales y volar a gran velocidad. Recuerda que también se mencionaba una cualidad especial sobre las alas de los arcángeles guerreros en uno de los manuscritos, pero la tinta estaba emborronada y era imposible descifrarlo.
- Somos muchísimos. Cientos, tal vez miles.

El ángel se levanta y se asoma a la puerta, donde Olrox la espera a una distancia prudencial del edificio, ignorando a los Seres de la Noche que buscan un resquicio para entrar.
- Oehe' ni saix, Olrox.
El azteca la mira con una mezcla de odio y miedo, pero finalmente agacha la cabeza ligeramente.
- Gracias por acudir, seres celestiales.
- Debiste informarnos antes, Olrox, ahora ya es tarde, el Infierno se ha desatado sobre la Tierra.
- No podía hacerlo sin que me descubrieran, debía saber cuáles eran sus intenciones. El otro ángel me habría matado al instante
- Lo sé, no debes enfrentarte a Raziel, es muy poderoso.
Ambos se ponen en guardia cuando los sutiles pasos de Alucard se aproximan. El vampiro de piel oscura se aleja y se convierte lentamente en una niebla negra como el humo.
- Cuida de ellos, por favor. Especialmente de...
- Especialmente de Mizrak, tu laihaho humano. -el vampiro parece turbado por las palabras del ser celestial, pero se recompone rápidamente- Lo sé todo, Olrox. Marcha tranquilo, aquí están a salvo, Micaolz od Beronu noada.
Olrox hace un gesto de agradecimiento con la cabeza antes de desaparecer con el viento, que sacude el pelo de la joven y lo convierte en un crisol de colores a la luz de las velas.

- Qué es lo que nos estás escondiendo?
Alucard ha aparecido tras Seraphiel, que lo mira por el rabillo del ojo con cierta desconfianza.
- Eso debería preguntártelo a ti, Adrian.
Sabe Richter que llevas siglos vigilando a su familia? Que viste la muerte de su padre? Y sabe que tienes en tu poder el legendario Lucero del Alba, la reliquia más antigua y poderosa de los Belmont?
El joven se muerde el labio, sintiéndose ligeramente culpable.
- Vosotros lo creasteis, no es así? El Lucero del Alba.
El ángel suspira, ese hombre rubio es realmente persistente, sabe que no dejará de preguntarle.
- Ariel lo forjó con la plata más pura que pudo encontrar en la Tierra siguiendo las órdenes de Miguel, y le entregó su Llama, la fuente de su poder.
La joven se dirige al altar, donde ha dejado una capa negra, que se coloca sobre los hombros.
- Despierta a tus amigos, tenemos que marcharnos.

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La Revolución de la noche eternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora