Tras unos segundos, Seraphiel finalmente deja de sollozar y se levanta, con su mirada gris, helada y llena de veneno, clavada en el suelo como si quisiera destrozarlo con sus propias manos. Alucard se coloca a su lado observándola de reojo sin pronunciar palabra. Sabe que la ira de Seraphiel no es algo que él pueda apaciguar, especialmente no cuando está en ese estado.
—Maari Ra vaor, Sekhmet! (¡Malditos seáis, Ra y Sekhmet!)—escupe finalmente el ángel de negro, mirando al bosque con amargura, con los ojos enrojecidos e hinchados de llorar.
El suelo bajo sus pies tiembla ligeramente, agitando las copas de los árboles, desde donde emergen varios seres de la noche deformes, con los ojos inyectados en sangre y las bocas llenas de dientes afilados.
Alucard desenvaina su espada rápidamente y la deja en el aire. El artefacto vuela hasta clavarse en el centro del pecho de una de las bestias, que parece una especie de hormiga antropomorfa, mientras una especie de lagarto se lanza hacia él, tratando de clavarle los dientes en el cuello. El rubio lo derriba rápidamente y le da un fuerte golpe en el estómago, haciéndolo toser sangre. En un movimiento rápido, el filo de su espada atraviesa el verde cuerpo escamoso, clavándose en el suelo con un zumbido metálico.
El ángel bate las alas con fuerza, creando vórtices de aire que sacuden la tierra y las despliega por completo, la sombra de sus plumas negras cubriendo el claro y, con un rugido de pura rabia, se lanza al combate.
Derriba a una bestia con aspecto de estar creado por brazos y piernas pegados desordenadamente y, sin dudar, arranca uno de los apéndices con las manos desnudas, metiéndolo en la boca de la bestia cuando ésta trata de chillar. El ser se retuerce cuando la mujer se acuclilla sobre él y convierte una de sus plumas en una fina daga que le clava una y otra vez. Tantas, que Alucard pierde la cuenta, aunque no puede evitar percatarse de que está atacando en puntos no vitales.
Está tán rabiosa que sólo quiere hacerlo sufrir. Tiene los dientes apretados y las pupilas tan contraídas que apenas son una fina línea, y su mata de pelo negro se sacude con violencia mientras su ropa se llena de gotas carmesí.
Alucard, por su parte, apenas se mueve. Las criaturas que se acercan a él caen una tras otra, cortadas en pedazos por su espada antes de que pudieran siquiera entender lo que había ocurrido, mientras él observa a la chica con una mezcla de tristeza y sorpresa.
En los libros que había leído pone que los ángeles son seres muy peligrosos, capaces de provocar grandes catástrofes sin apenas pestañear. Incluso menciona una teoría de que los ángeles pueden transformarse en demonios destructores de mundos si se enfadan. Y, la verdad, verla de esa manera le da escalofríos.
Otro grupo de bestias se acerca rápidamente, pero ella no se aparta. Levanta la vista, sus ojos felinos llenos de ira desprenden una luz azulada. Levanta una mano, y sin siquiera levantarse de la bestia que agoniza bajo su cuerpo, hace brotar una luz cegadora de sus dedos, incinerando a los monstruos en un solo instante. No es más que un suspiro de poder, insignificante comparado con lo que Alucard teme que sea capaz de desatar.
El dhampiro se deja caer junto a ella, moviéndose con la gracia de un depredador y, con un gesto casi despreocupado, elimina al último de los monstruos que intenta abalanzarse sobre ellos antes de coger la espada que acude obedientemente a su mano.
—No son más que insectos —murmura Alucard, limpiando la sangre de sus manos, como si ese gesto pudiera aliviar la tensión en el aire.
Pero Seraphiel no responde. Sus alas se agitan con fuerza, y en un arrebato de frustración, el suelo tiembla bajo sus pies. Pone una mano sobre el ser agonizante, que suelta un último alarido de dolor cuando estalla en llamas bajo el contacto del ser angelical, mientras lo mira con indiferencia.
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La Revolución de la noche eterna
VampirHistoria fan-fiction basada en Castlevania: Nocturno. Hartos de las luchas de poder entre los vampiros, otros seres mágicos han decidido tomar parte en la lucha de Richter Belmont y sus amigos contra Erzsebet Báthory, mientras el horror y la muerte...