La casa de Mina

92 16 0
                                    


En cuarenta minutos ya estaba estacionándome, después de quince minutos de buscar estacionamiento, en el centro comercial. Caminé hasta la tienda donde se supone que Mina me dijo que iba a buscar los regalos y unos minutos después la vi aparecer, venía casi trotando, abriéndose paso entre la gente, con dos bolsas grandes llenas de cosas.

—¡Chaeng! —exclamó al verme y apuró el paso.

Llegó y demoró unos segundos en recuperar el aliento.

—Hola, Mina —la saludé después de soltar una risita porque me pareció chistoso como traía el cabello revuelto por trotar entre una multitud de gente.

Le tendí la mano para que me diera una de las bolsas.

—Vamos, rápido —me dio la bolsa y con la otra mano tomó mi mano libre y me arrastró al interior de la tienda.

Tuvimos que esperar un rato, pero finalmente logramos retirar los productos. Eran una muñeca, un balón de fútbol y una piscina no muy grande. Corrimos de vuelta al auto, nos quedaban cincuenta minutos para llegar al otro centro comercial donde estaba la sucursal del correo, empaquetar las cosas y enviarlas.

Lo primero que hice al subir al auto fue poner una playlist de nuestro grupo favorito. Yo no había hecho preguntas con respecto al tema de la carta, solo habíamos hablado sobre la universidad y lo que habíamos comprado para nuestras familias, así que aproveché de preguntar mientras conducía hacia el correo.

—Cuéntame mas sobre la carta, ¿es una familia con varios niños?

—No, es que apadriné cuatro cartas —dijo como si nada.

—¿Eh?

—En todas me pidieron una cena navideña, así que les compré algunas cosas para que pudieran cocinar —explicó.

—Pero... ¿cuatro?

—Sí, me hubiese gustado más, pero, según mis cálculos, no me alcanzaba el dinero.

—¿Y qué decían las cartas? —pregunté con curiosidad.

—Una la escribió una madre, que tenía una hija que siempre había querido una muñeca. Otra era un niño que pedía un balón para jugar con sus amigos. La tercera era una niña de doce años que pedía ropa, eso lo compré hace un tiempo, viene en una de las bolsas, junto a la comida. La última era una madre que tenía dos hijas y una de ellas pidió una piscina.

Admiraba a Mina por su acto de caridad, pero de todas maneras me parecía muy irresponsable que estuviese enviando las cosas a última hora. Obviamente no se lo dije, así como tampoco le dije que estaba 90% segura de que el correo no estaba abierto. En su lugar quise ayudarla, mantener la esperanza y no molestarla.

—Esas familias estarán muy felices gracias a ti.

Mina se quedó en silencio.

Miré la hora, quedaban treinta minutos para la una y estábamos atrapadas en el tráfico. Después de diez minutos en los que avanzamos apenas dos cuadras, el tránsito estaba mas libre. Me volteé a ver la cara de Mina, que se había mantenido en silencio un buen rato. Se veía preocupada. Pisé el pedal con más fuerza y aceleré, teníamos que llegar cuanto antes.

—¿Por qué no llamas por teléfono y preguntas hasta que hora está abierto hoy? —rompí el silencio.

Mina busco en internet y marcó el número del correo.

—Dice la grabación que solo atienden consultas de lunes a viernes —suspiró después de colgar la llamada.

—Bueno, no perdemos nada intentando, no nos demos por vencidas —apreté el volante.

Te tengo un regalo (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora