Capítulo 4

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Tu cama... un espejismo en el desierto.
Suspirando de satisfacción, te deslizaste bajo las mantas que te habían acogido con un cálido abrazo.
Sintió que cada músculo de su cuerpo se relajaba. ¿Cuánto tiempo hacía que no descansabas bien?
Esa noche dormirías como un bebé, estabas seguro. Por fin te habías librado de aquella molestia.
¿Cómo decía aquel dicho muggle? "Clavo saca otro clavo"
Y definitivamente lo habías conseguido gracias al fantástico trasero de Leon.

Te relajaste, cerrando los ojos, dispuesto a hundirte en el sueño... y la odiosa imagen del perro disfrutando debajo de ti estaba allí esperándote, tras los párpados cerrados.
-NO- gritaste a la habitación vacía, arañando las mantas mientras tu estómago se anudaba en un doloroso apretón.
Los gemidos excitados del perro lanudo, el retorcimiento de su cara durante el orgasmo, el sabor de su piel, el cosquilleo de su espeso pelo bajo tus dedos, la piel sedosa de su miembro cálido y aterciopelado en tu mano. Y el pecaminoso espectáculo del meato en la punta de su pene abriéndose y cerrándose como para exprimir su semen.
¿Por qué te parecía todo aquello tan deseable?.
¿Quizás precisamente porque era Sirius Black?.

Imposible.

Black te era indiferente, era como cualquier otro.
Pero... nunca habías pensado en otro hombre así.
Era tu primera experiencia homosexual, después de todo, ¿era posible que te pareciera maravilloso precisamente por eso?.

Tu mente perturbada había exaltado la experiencia, haciéndola parecer mejor de lo que realmente era. Sólo te quedaba un camino, tenías que volver a hacerlo con el perro, sólo entonces tu intelecto superior se daría cuenta de que el sexo con Black no tenía nada de especial.
Mucho mejor un tipo musculoso y bien dotado como León.
Tenías que acabar con ese tormento, no podías soportar otra noche en vela, tenías que encontrar al perro sarnoso y aprovecharte de él, para acallar esa vocecita en tu cabeza. Sin pensarlo entraste en la chimenea.

🧿🧿🧿🧿🧿🧿

Como la vez anterior, le sorprendiste en la cocina.
Rebuscaba en la alacena aparentemente en busca de un hueso que ponerse bajo los dientes.
Su mirada vacía y somnolienta pareció iluminarse al verte.

-No puedes resistirte a mis encantos, Snivellus- sollozó el perro. ¡Cómo se atreve! Ibas a hacérselo pagar, pagar por todo, y tú ibas a obtener tu justo disfrute de ello.
-No te hagas ilusiones, perrito. Sólo hay una cosa que quiero de ti- Contestaste sin evasivas, directo al grano.
Black sonrió triunfante, ¿qué le pasaba? ¡Ibas a borrarle esa sonrisa de la cara!
-Di la verdad, me metí dentro de ti Se-ve-rus- Deletreó tu nombre, con la misma entonación que usaba cuando se corría. Un duro bulto en el centro de tu pecho se derritió literalmente al oírlo.
-Todo lo contrario, Black- Sentenciaste, desabrochándote la túnica del pijama, era bastante explícito lo que querías de él.
Black abrió mucho los ojos, mirándote incrédulo.
-¿Qué haces Severus?- Preguntó mientras lo arrastrabas hacia la mesa.

-Trata de usar un poco la imaginación, perro pulgoso- Contestándole, empujándolo sobre la repisa de espaldas, necesitabas ver su cara, verlo retorcerse de placer.
Black dejó escapar un gemido de anticipación, un sonido jubiloso que fue directo a tu sexo, despertándolo. -Será mejor que te calles, perro, si no quieres que te haga daño- ¿Una amenaza o una promesa? Black soltó una sonrisa digna de una serpiente, mientras se quitaba el pantalón del pijama junto con la ropa interior. Completamente desnudo debajo de ti, te tomaste tu tiempo para estudiar la forma de su cuerpo. No estaba tan mal, teniendo en cuenta que había pasado los últimos doce años encerrado en una pequeña celda.
Le pasaste la mano abierta por el pecho y el abdomen, explorándolo, casi como una caricia. Los músculos se agitaban bajo tus dedos, la piel firme era suave y cálida.

Black soulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora