Capítulo 9

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Pasaron los meses.

Meses solitarios en los que los recuerdos de aquella última noche juntos se convirtieron en tu única compañía.
Meses en los que reviviste cada caricia, cada beso, cada risa compartida muchas y muchas veces, hasta que se convirtieron en los eslabones de una cadena que te unía a él.
Meses sin poder verte más que de pasada, en las reuniones secretas de la orden, delante de todos. Fingías ignorarlo, no podías permitirte admitir su existencia o correrías a sus brazos, sin importarte nada más.
Te miraba fijamente, su mirada iracunda ocultaba la lujuria que sólo tú podías ver en el fondo de sus ojos.
Pero aquel lunes de mediados de mayo algo había cambiado en su mirada, había una necesidad que no se podía ignorar.

Cuando te atacó por un momento pensaste que era verdad. Entonces sus manos sobre ti hablaron a tu corazón, despertando recuerdos dormidos.
Cuando se separaron tenías una nota en tus manos.
"Necesito tus manos sobre mí, aunque sólo sea por un momento, aunque sólo sea así".

Esas palabras entraron en tu corazón y se tomó la decisión que habías estado acunando durante meses.
-Albus, necesito informarte de una situación personal y me temo que no puedo esperar- Detuviste al director inmediatamente después de la reunión, no podías esperar más.
Esa misma tarde, cuando te presentaste en Grimmault Place lo encontraste en compañía de su amigo lobo.

-Unas palabras, Sirius- Su rostro se iluminó, ya había adivinado algo.
-Escucha, si van a volver a pelear yo...- Lupin se interpuso entre ustedes, separándolos. Cómo habías podido malinterpretarle así?
Le habría hecho gracia si no hubiera sido tan considerado.
-Remus no es el caso- ¿Pero qué hacía Black? ¿Intentaba convencerlo? Tu método era sin duda mejor.
Agarraste a tu amante del brazo atrayéndolo hacia ti y besándolo en los labios.
Sus dulces y suaves labios con los que tanto habías soñado durante aquellos meses.

Y fue como volver a respirar.

Tu corazón comenzó a latir de nuevo y la sangre empezó a fluir por tus venas.
Era esa sensación de estar vivo.
Ya no dejarías que nada se interpusiera entre ustedes.
-No te preocupes, Lupin, no tengo la más mínima intención de hacerle nada a tu amigo que él no quiera- la expresión de Lupin era increíble, en cualquier otro momento lo habrías disfrutado, pero en ese momento sólo tenías ojos para Sirius, para sus ojos que brillaban y sus labios que se habían abierto en una sonrisa que sólo era para ti.
¿Era esto lo que querías?.

"¡Sí, mil veces sí!".

-Le hablé a Albus. Dejaré de ser una espía- Me miró interrogado. -Ya no quiero esconderme- Su reacción no fue la que habías imaginado.
-¡No puedes hacer eso, no puedes abandonar a Harry! Sin tu información...- No debía ser así, debía haber alegría en ese momento. En cambio él...
-¡Detente! ¿No lo entiendes? No quiero esperar por un futuro que tal vez nunca llegue. Merezco mi final feliz y quiero vivirlo ahora. Quiero vivirte ahora-. Labios en los labios.
-Pero...- Sigo dudando. Una caricia en una mejilla.
Sus ojos en los tuyos.
Ojos asustados pero llenos de esperanza.
-Ya he encontrado a quien ocupará mi lugar. Mi compromiso ha terminado- Nada podría haberte alejado de él, ni las palabras de tu mentor ni las exigencias de tu maestro.
Aquella noche era tuya y sólo tuya.
Una noche para celebrar su amor, el primero de muchos.

Hablaron durante mucho tiempo, desnudos bajo las sábanas, planeando el futuro, mientras sus muros caían uno a uno.
No más dudas, no más incertidumbre, no más dolor.
Habías pagado suficiente por tus malas decisiones, ahora la expiación había terminado, podías permitirte esperar... amar y ser amado.
Te despediste con un beso, frente a la chimenea, Sirius envuelto en una sábana, tomó tu mano.
-Severus yo...- En sus ojos el eco de palabras que aún no se había atrevido a pronunciar.
Una luz cálida en su corazón ávido de amor.

-Debo irme- Quizás tú tampoco estabas preparado para oírlas... o para corresponder. -Tenemos tiempo. Sólo unos días más- Su beso rondó tus labios durante mucho tiempo, incluso mientras recorrías los pasillos del castillo.
Tu alma era ligera, feliz, todo parecía más bello a tu alrededor, ya nada podría hacerte daño, estarías a salvo.
Para siempre.

Quizás era esa sensación de optimismo, una distracción, una ligereza, pero la ruina te sorprendió a un paso de la seguridad.
-¡Tiene a Padfoot! En el lugar donde está escondido...- ¡Un clavo en el corazón!
¡Esto no podía haber pasado! Habías dejado a Sirius unas horas antes, estaba a salvo.
-¿Quién es Padfoot? ¿Qué esconde? ¿De qué está hablando profesor? -Umbridge se cernía sobre ti como un dementor. ¿Qué hacer?
"Mantén la calma, sigue a cubierto. Sal de aquí tan rápido como puedas".

-No tengo ni idea- Escudriñaste las palabras, esperando sonar indiferente, cuando en realidad estabas desesperado.
Potter te miró con odio. Era la primera vez que te pedía ayuda tan abiertamente, se sentía traicionado.
"Unos días y esto también se explicará, pero ahora debo salir de aquí" No podías preocuparte por Potter en ese momento, ya habría tiempo de explicarlo más tarde, cuando todos estuvieran a salvo.
Uumbridge abrió la puerta, despidiéndote.
Por un momento pereciste, dejando a los chicos a merced de aquella loca... pero era lo único que podías hacer.
Corriste por los pasillos, con tu larga túnica negra siguiéndote como una sombra, hacia tu despacho, hacia la seguridad.
El espejo encantado estaba en tu cajón, pero no fue Sirius quien respondió a tu llamada.

-¡Kingsley! ¿Qué haces... va todo bien?- la expresión de sorpresa del hombre fue respuesta suficiente. -Potter tuvo otra de sus visiones... esta vez fue un engaño...- El alivio invadió tus extremidades que ya no te sostenían.
-¿Qué fue lo que vio?-.
-Algo sobre la Oficina de Misterios, creo- susurraste.

-¡Vámonos ya!- ¿Qué?.
-¡Kingsley no! ¡No debes irte!- Sólo tu imagen respondió.
¡Sólo!.
Una vez más, bloqueado por su deber. No podías moverte, sólo esperar.
¿O tal vez, por una vez, la suerte te sonreiría y podrías hacer algo? ¿Qué habría hecho el chico?
La sangre se te heló en las venas al pensar en lo que podría haber hecho.
Detener a Potter quizás aún era posible. Tenías que darte prisa.

Pero no había rastro del chico.
"¡Maldita sea!"
Habías fracasado. ¿Todo estaba perdido?
"¡Maldita sea! ¡Niño tonto e impulsivo!" La tentación de romperlo todo era fuerte.
En lugar de eso, caíste de rodillas, incapaz de mantenerte en pie.

Y en medio de tu desesperación su caricia en tu mejilla. "Severus"
Su voz pero él no estaba allí contigo.
Una calma antinatural se apoderó de ti. Tu mente no quería rendirse, pero tu alma lo sabía. El final había llegado, él ya no estaba allí.
Una lágrima solitaria corrió por tu mejilla. Ni siquiera te molestaste en secarla.
Acudiste a la llamada de Dumbledore como un autómata.
El niño lloró.

-¡Todo es culpa suya! Intenté advertirle y me ignoró- ¿Qué quiso decir? ¿Qué culpa?.
-¿Qué se supone que debía hacer? ¿Desvelar mi tapadera?- Su voz salió descontrolada, indiferente. Nadie habría adivinado el pánico creciente en tu corazón.
"Mientras nadie diga que no ocurrió, ¡está bien! Bien! ¡Ahora va a atravesar esa puerta!" tú tampoco te lo creías, pero no podías perder la esperanza.

-¡Sirius ha muerto!- gritó el niño tonto, impulsivo y estúpido.
Y tu mundo se vino abajo.

¿Cómo podían seguir latiendo los jirones de un corazón roto?
Sin embargo, los afilados fragmentos del tuyo contraído, desgarrando tu carne, ése era el dolor que sentías, ¿no?
-Harry cálmate, no eres el único que sufre- El lobo te defendía, no te importaba en absoluto.
Pero los últimos resquicios de esperanza no morían.

Subiste corriendo las escaleras, hacia "tu" habitación, donde tantas veces se había consumido tu pasión.
Allí donde le habías dejado solo aquella mañana.
Allí, entre las sábanas deshechas de la cama donde se habían amado, sólo había frío y soledad. Y una carta apoyada en la almohada, una carta para ti.

La abriste, a pesar de tus manos temblorosas y tus ojos empañados, tal vez habría dado sentido a toda aquella desesperación, al dolor.

Pero dentro sólo había dos palabras escritas, las que él no había tenido el valor de decirte. Las que no tuvo el valor de admitir ni siquiera ante sí mismo.
Sin embargo, ahora deseabas tener ese valor sólo por un momento, sólo para poder responderle.

"Yo también, Sirius, yo también".

Black soulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora