Kara se quedó ciega cuando tenía nueve años. Con el apoyo de su familia y amigos lleva una vida normal. Es estudiante de periodismo en la universidad de National City, le apasiona el atletismo y está saliendo con el capitán del equipo de fútbol.
Un...
Eran las seis y media de la mañana cuando llegué a casa. Dejé mi chaqueta colgada en la entrada y subí directamente al cuarto.
-Kara: Amor... Ya he llegado – dije acercándome a Lena y besando su mejilla.
-Lena: Has tardado mucho... - dijo abriendo los ojos y mirándome.
-Kara: Lo sé... ¿Pero sabes lo difícil que es encontrar bollos recién hechos a las tres de la mañana? Busqué algún sitio abierto, pero fue imposible. Tuve que esperar a que abrieran la panadería y los hicieran para traerte tus favoritos. Pero aquí están... - dije poniendo un bollito delante de su nariz.
Lena se sentó como pudo en la cama, apoyando su espalda sobre el cabecero, sonriéndome.
-Lena: Gracias, mi amor... - dijo dándole un buen bocado.
-Kara: Lo que sea por mis chicas... - dije, acariciando el abultado vientre de Lena – Hola mis princesas, ¿os habéis portado bien mientras mamá estaba fuera?
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-Kara: Es tu recompensa por haber conseguido algo que hará feliz a mucha gente, amor... - dije besándola y volviendo a meterme en la cama.
-Lena: ¡Kara, tienes los pies helados!
-Kara: ¿Y qué esperabas? ¿Sabes el frío que hace en la calle a las tres de la mañana? Un poco más y entro en casa convertida en un muñeco de nieve.
-Lena: Lo siento... - dijo acariciando mi mejilla – Pero no tengo la culpa de que a tus hijas se les antojen bollitos recién hechos a esas horas.
-Kara: No te estoy culpando, amor. Sabes que lo hago encantada. Mi reina se merece todo... - dije sonriéndola.
Me quedé mirándola mientras Lena terminaba de comer. Lena estaba embarazada de ocho meses. De dos niñas.
Ella e Imra habían conseguido hace tres años que el "proyecto bebé" funcionara. Hacía dos años que habían conseguido el permiso para llevarlo a cabo y ya lo habían usado doce parejas. Entre ellas, nosotras.
