𝐋𝐚 𝐩𝐚𝐥𝐨𝐦𝐚 𝐲 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐯𝐨

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Luego de que el caos se apoderara del mundo, los dioses decidieron crear un bosque en el que las almas convertidas en encantadores animales pudieran purgar sus pecados, de esta manera quienes continuaban por un camino erróneo no tendrían oportunidad de renacer y se convertirían en decrépitos esclavos del inframundo.

Una noche una tormenta tomó por sorpresa a los habitantes, destruyendo a su paso árboles y senderos; esto solo podía significar una cosa: alguien con indescriptibles pecados había llegado al bosque, haciendo que todos estuviesen nerviosos por dicho presagio. La mañana daba la bienvenida a los ojos de un glamuroso cuervo. Sin entender mucho lo que sucedía, observaba todo a su alrededor, buscando comprender cómo se encontraba en ese lugar y en qué se había transformado. Desorientado, aclamaba ayuda a los otros inquilinos de la antesala al infierno, pero estos solo lo repudiaban llamándolo maldición. Pasó a su lado una vieja tortuga, quien en su otra vida no fue más que una anciana parlanchina que estafo a muchos con lecturas falsas del futuro y rituales dañinos.

— ¿Así que eras tú? Ya que has llegado hasta aquí, haz todo lo posible por morir pronto o tus errores dolerán mucho más que la primera vez.

Desconcertado con sus palabras, el cuervo solo la ignoró. Pasaron días hasta que encontró un sitio en que refugiarse de los hirientes comentarios que podía escuchar incluso a varios cientos de kilómetros. Cuando creía poder descansar un poco, las pesadillas llegaban a el cómo recuerdos, lapsos de una vida real y que aparentemente debió ser olvidada, no le permitían conciliar el sueño y en intentos por rememorar, pasaba las noches en vela. Nuevas almas llegaban a cada minuto y del mismo modo muchas se marchaban, pero como unos pocos, el cuervo aún seguía allí, aparentemente condenados a estar en ese sitio. Cada vez que sobrevivir era más complejo, la convivencia traía consigo disturbios y desesperación entre los animales, convirtiendo a algunos en presas y a otros en temibles depredadores.

Un sol naciente despertó y con él llegó al purgatorio una bandada de palomas. Las admiraban como una hermosa pintura, pero el cuervo era consciente de que todas esas eran personas que habían muerto en el mundo terrenal. Sostuvo esta reflexión por un momento mientras que su vista perseguía de forma inconsciente a una elegante paloma, iba rezagada y con apariencia arrogante. La belleza y misterio que regodeaban a la pequeña ave le hicieron husmear un poco en su guarida, terminó acercándose lo suficiente para escuchar cómo otras palomas balbuceaban insultos hacia ella, le gritaban e insultaban, pero ella lucía tranquila y sin dolor por sus ofensas.

—¿Quién te crees que eres? ¿Buscas sobresalir desde el primer día? ¿Por qué actúas de forma interesante? Todos saben que si estamos aquí es porque algo bueno no hicimos, así que no finjas ser mejor que nadie.

—¿Mírate, acaso estás molesta por lucir como una paloma?— Comienzan a reír entre ellas.

—Deberías estar agradecida y ser menos exigente, por piedad no te convirtieron en lo que realmente mereces, un gusano —continuaban riendo de forma desagradable.

El zureo de aquellas maleducadas se tornaban cada vez más inquietantes; sin embargo, a quien trataban de intimidar parecía no reaccionar. Con solo un rápido y limpio picotazo, arrancó el ojo de una de sus acosadoras, haciéndolas volar rápidamente. Volteó sigilosamente hacia el cuervo y clavó en sus pupilas un puñal con su mirada aterradora.

— Si buscas cenarte a alguien hoy, no seré yo, así que deja de perseguirme si quieres que tus alas aún sirvan para volar —le susurró y echó a andar.

Lo que lucía como una advertencia sonaba como una invitación para el cuervo, asumiendo que nada sería más interesante que ir detrás de ella. Muchas veces se cuestionó si realmente la perseguía por esa adrenalina que aportaba a su vida, pero la realidad es que ya se deslizaba tras ella por una necesidad constante de al menos observarla. Mientras lo hacía, el interés e incertidumbre iban creciendo. Por otro lado, ella era consciente de la persecución, pero no mostraba ningún desagrado o interés por la presencia del córvido. Actuaba de forma mezquina y le generaba placer que él la observara en situaciones peligrosas. En una de sus andanzas terminó siendo perseguida por un águila. Era completamente seguro de que ese día moriría en las garras de la temible ave. El cuervo intervino picoteando directamente en el cuello del águila sin cuestionarse dos veces los peligros. Efectivamente, la paloma escapó y simplemente se posó bajo las sombras de un frondoso árbol a descansar, mientras que el águila y el cuervo se debatían en las alturas en una lucha que biológicamente ya tenía un ganador asegurado. Aun así, el cuervo tuvo una muy pequeña oportunidad para escapar y la aprovechó al máximo, llegó a su escondite ensangrentado y terriblemente lastimado, ni siquiera se preocupaba por cómo buscar comida con tales heridas, sino por cómo podría proteger a la paloma estando en ese estado. Se apresuró a cubrir sus heridas con plantas para asegurarse de que la dulce palomilla estuviese sana en su nido. El alba hizo su aparición y con ella inesperadas noticias sobre la tristeza del águila. Todos alardeaban sobre cómo vieron que el nido del ave rapaz había sido destruido y sus crías fueron mutiladas.

𝕄𝕖𝕟𝕥𝕚𝕤 ℙ𝕠𝕥𝕖𝕤𝕥𝕒𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora