𝐔𝐧𝐚 𝐜𝐡𝐚𝐫𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐬𝐚𝐧𝐚𝐫

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Todas las historias que te he ido contando conectan de un modo u otro con las enfermedades mentales y los graciosos prejuicios que aún tenemos contra ellas. Sin embargo, creo que pasamos por alto muchas veces la epidemia que más nos azota: el agotamiento mental.

Sí, lo sé, muchas personas no consideran la fatiga mental como una enfermedad grave, pero es claro que una falta de atención y cuidado hacia este cansancio puede terminar desatando temibles sucesos en quien lo presente. Primeramente, considero que en algún momento todos hemos experimentado ese descenso en que nuestro cuerpo solo quiere estar acostado, duele sin sentido y nada nos excita. Esos llamados días grises que nos ennegrecen nuestras vidas con un sentimiento de desamparo, desesperanza y vacío emocional, tal como lo describían Pines y cols.(1981). Comúnmente terminamos exhaustos por el desarrollo de una serie de actitudes negativas, ya sean en el trabajo, la escuela y las bromas absurdas que nos juega constantemente la propia vida.

Es tan grande el poder de nuestro cerebro que nos envía alertas físicas cuando ya está al límite. Desafortunadamente, no todos podemos manejar estas emociones de la misma forma, ni tenemos oportunidad para tomarnos un respiro por más que lo necesitemos. Incluso cuando creemos que nos hemos recuperado, terminamos descarrilándonos como tren a la deriva. Es así como aparecen y se acumulan estos deseos abrumadores de colgar los guantes, de simplemente rendirnos y dormir, descansar en paz con total silencio. Buscamos recargar una energía física que es muy probable que no hallamos perdido, pero que escasea con cada paso que intentamos dar. Entonces, la pequeña hora de descanso se transforma en días, semanas y meses, haciéndote perder la noción del tiempo. Preguntándote cómo terminaste en ese frívolo rincón de tu cuarto, cuando se tornó todo tan difícil que no lo pudiste manejar, cómo hallar el valor para salir a ese mundo exterior del que fuimos desterrados por nuestro propio cerebro.

Hacer ejercicio, dormir lo suficiente e identificar el motivo de tu desgaste emocional son uno de los tantos consejos que puedes tomar para reducir dicho deterioro. Pero, ¿qué sucede cuando ese sentimiento depresivo está tan arraigado a nuestro cuerpo, manipulándonos hasta llenar las estrías de nuestra alma con culpabilidad; ovacionándonos para que dimitamos? ¿Qué sucede entonces? ¿Dónde termina el cansancio mental y comienza la ansiedad, la depresión y la juzgada esquizofrenia? ¿En qué punto notamos que perdimos el control? Ciertamente, existe un momento en el que no lo notamos, porque ignoramos que debemos cuidar de nosotros mismos para luego proteger a otros. Desatendemos nuestro cansancio, presionando a trabajar más duro, aunque ya lo estás haciendo lo mejor que puedes, resistiendo para estudiar hasta tarde, aunque el sueño ya no te permite aprender, forzando una sonrisa cuando claramente el plan social que necesitas es de apoyo y no de fiestas. Es aquí donde ya no podremos ver con claridad cuando se mezcló todo, llegando a olvidar hasta el día en que nos comenzó a afectar. Tras una persecución de tus recuerdos, puedes observar que ese agotamiento mental siempre está presente por alguna razón y se hace más grande e imperceptible. Te das cuenta de que luchaste contra él muchas veces, pero en esta ocasión simplemente ya no puedes ganarle, las fuerzas no alcanzan para arrastrarte a ti mismo fuera de esa habitación nauseabunda que te ha aprisionado.

Podría parecer que exagero, aunque en realidad hablo de caracteres que vamos construyendo desde pequeños. Obligaciones por cumplir, estándares que satisfacer, deudas por pagar, sueños que perseguir, metas que no lograrás, amores que se irán, amigos que te usarán a su conveniencia, familiares que te lastimaran; así, poco a poco el mundo se va tornando solitario, aun viviendo en sociedad vamos disociados. Aparentamos sonreír mientras nuestras pupilas piden auxilio y, como si de un náufrago que ha visto un barco tratara, nos aferramos de cualquier posibilidad de fe para seguir resistiendo. La cruda realidad nos derrota de una vez, transformando el avistamiento de esa oportunidad en una incolora ilusión. Volvemos a adentrarnos en esa isla desierta de nuestra mente, luchando con el ecosistema para poder subsistir y terminamos enloqueciendo a cada minuto.

La codicia humana ha llevado muy lejos al hombre haciéndolo creer invencible, pero es su propio cerebro capaz de hacerlo perecer. La inteligencia que nos caracteriza solo nos ha hecho quedar como tontos frente a los animales. La decepción sobre el prójimo no describe lo que quiero transmitir; es la desesperación más pagana la que me hace suplicar el tan esperado regreso de Dios.

Nuestro mundo necesita una pausa, bastarían dos minutos en los que todo se detenga para volver a respirar un aire fresco e inaudito. Un solo viento que no contamine los ideales de quien el bien quiere hacer. Tan puro que derrumbe al mal agradecido, tan feroz que despeine y derribe la máscara de todo aquel que dice ser perfecto, que dé oxígeno a quien se ahoga por una crisis de ansiedad y que refresque el rostro de aquel que no ha podido parar de llorar durante horas. No tengo seguridad de que dicha corriente llegase a volar cerca de mis narices, pero llevo tanto tiempo con esta pesada carga que solo una brisa bastará para poder continuar andando.

No me engaño, cada quien hace lo que puede. Las ciudades son las más grandes selvas y permanecer es una odisea. Somos prisioneros que vemos una larga vida como la peor de las condenas. Sincerándome contigo, mi querido lector, quizás no sé por lo que estás pasando e injustamente no pueda entender nunca cuánto duele lo que ya pasó. Saber dónde inició todo será sencillo de descubrir, pero no tengo las respuestas de cómo será el final. Deseando que no sea un camino desafortunado, estaría una vez más utilizando la fe a mi conveniencia.

No sucumbas a las 7 maravillas que tu organismo te recomendará visitar. El suicidio no te hará renacer en una mejor vida, porque de ser así solo continuarás deambulando por este podrido mundo. El asesinato, el robo, la drogadicción y la violencia solo harán de ti otro experimento fallido de esta difícil prueba. La sumisión no será suficiente para que no te lastimen y el egoísmo solo dará oportunidad a otros a odiarte tanto como te odias a ti mismo.

Si por cada problema que nos abruma pudiéramos cultivar una flor, tendríamos el jardín más bello para animarnos en primavera. Si por cada lágrima que derramamos, pidiéramos perdón a quien herimos con el más pequeño gesto mientras lidiábamos con un mal momento, tendríamos un corazón sano para luchar contra el adulterio. Si por cada golpe de traición que nos desploma recibiéramos un abrazo, llorar ya no sería una debilidad que ocultar tras las paredes del baño. No sé a quién engaño, todos queremos un mundo mejor, pero estamos demasiado ocupados, ordenando el nuestro que reconstruir el de otros puede ser frustrante. Te entiendo, no obstante, no será suficiente si no te empeñas por entenderte tú.

Es posible que un libro no pueda cambiar al planeta, pero al menos podrá dejar un consuelo cálido a quien en un frío rincón de su cuarto llora. Quiero que mi escritura sea esto para ti. Cuando los sucesos inoportunos del destino se aglomeren, sea este libro el lugar seguro al que puedas recurrir para esparcirlos a un lado. Que lo utilices como bastón cuando ascender del suelo de tu recámara parezca inhacedero. Que sepas responder al llamado de ayuda que emite tu cuerpo y a su vez lo compartas como apoyo a quien el mismo grito de socorro exhala.

Por mi parte, no dejaré de escribirte, continuaré llenando tu vida con estrofas discontinuas y caóticas. Te narraré historias tan reales como las hadas y emocionantes como atrapar un muñeco en una máquina de garra. Si en algún momento me ausento, no te preocupes, solo estoy teniendo una desgastante pelea con la vida y los monstruos que me intentan carcomer. Estaré bien a mi regreso, tú también lo estarás y juntos continuaremos deambulando por estos paisajes cósmicos que nos brinda la lectura.

Grita en voz alta cuando odias al mundo.

Cuando la mano que te saludaba se convirtió en un dedo señalador.

Puedes tomar un profundo suspiro y gritar, está bien.

Porque no eres diferente a los demás

                            Versos de la canción Snooze -Yoongi (SUGA of BTS)

𝕄𝕖𝕟𝕥𝕚𝕤 ℙ𝕠𝕥𝕖𝕤𝕥𝕒𝕤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora