𝐄𝐥 𝐥𝐥𝐚𝐧𝐭𝐨 𝐬𝐢𝐧 𝐥á𝐠𝐫𝐢𝐦𝐚𝐬

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Cuando el cúmulo de maleza comienza a crecer en nuestro interior, cuando posponemos las curas de nuestras heridas y nos preocupamos por hacer algo, supuestamente más importante. Cuando nosotros mismos comenzamos a ignorar las cortadas que poco a poco desangran nuestro valioso corazón. Es ahí, después de encontrarnos con nuestro reflejo enfermo de tristeza, es que buscamos sosegarnos, que empatizamos con nuestro interior. Duele y el alma grita, llora y se agita, pero permanecemos inmóviles sin ver salir una lágrima de nuestro rostro.
Pensamos: ¿Me he quedado sin lágrimas? La realidad es que tu alma las ha robado para sí misma, necesitaba desahogarse sin que la reprimieran y ahora está llorando a mares desde dentro. Nadie lo nota, incluso tú estás perplejo/a por no entender cuando albergaste tanta aflicción. Para ese instante te cuestionas cómo te permitiste andar tanto tiempo sin pensar en ti mismo/a y te culpas y te enojas y aun así las lágrimas no brotan. Sucede que en estos días incluso llorar es un lujo, las emociones más simples que antes podíamos palpar. Los sentimientos que conocimos a medida que crecíamos, hoy, ya no son aceptables si es que buscas sobrevivir. Te atrapas a ti mismo aprovechando la lluvia para llorar sin penas, pero los gritos y sollozos no son tan fáciles de disimular. Una película triste se convierte en la mejor de todas cuando puedes utilizar sus escenas para lagrimear en calma. La paz infinita que sigue detrás de esto, es lo mejor. Aún duele, pero luego de dejarlo salir por un tiempo podemos continuar nuestro camino con una carga más cómoda, que volverá a llenarse, obviamente, por el momento es más ligero.

Nadie sabrá que lloramos, ni siquiera nosotros mismos podremos definir que fue ese efímero espacio de tiempo que vivimos. Mientras no broten lágrimas no es llanto, en tanto no salgan gritos no es rabia, impaciencia u odio. Entre tanto no haya pucheros no es capricho, mientras no haya sangre no es de muerte el daño provocado.

Es tan agotador buscar una felicidad que no has visto. No sabes como luce y se burla de ti al verte pasar. Ingenuo buscas con desesperación para poder sujetar su mano, una mano que no sabes si tiene y que podría no quererla brindar. Siempre se puede un poco más. Y en un tantico más se te va pasando la vida. Una lucha constante entre lo que mereces y lo que obtienes. Te agotas llegando al límite un montón de veces, pero siempre podemos soportarlo un poco más. Eso te dices a ti mismo, eso oyes decir a los demás. Ciertamente, continúas avanzando, pero en un paso a la vez te continúas hundiendo en lodo hasta quedar cubierto de toda la ansiedad que te consumía.

Antes suponía que la parte más difícil para quien padece una enfermedad mental era aceptar que tenía un problema y pedir ayuda. Ahora me doy cuenta de que es incluso más doloroso aclamar con gritos desesperados por alguien para que te salve, entre tanto todos ignoran tu sufrimiento mientras te incineras visiblemente entre llamas internas. Así poco a poco te vas reduciendo a cenizas, las lágrimas no son suficiente para apagarlo. Los suspiros no dan abasto para hacer cesar el brasero y en ese breve trance donde la muerte deja de ser un temor para convertirse en un milagro es que vemos en retrospectiva todos aquellos sucesos que fueron convirtiéndonos progresivamente en algo inflamable. Después de algún tiempo me di cuenta de que aquel fuego que una vez me incendió también secó mis lágrimas, robándose lo poco que me hacía humana y dejándome tantas penas que vagan eternamente por mi psiquis sin encontrar su turno para salir. Estoy segura de que no soy la única persona inflamable en este planeta, pero no planeo explotar nuevamente. Llevo conmigo todavía las quemaduras que me mantienen consciente de cuanto sufrí, me sostengo de un bastón de hazañas que me permiten admirarme y levantarme cada mañana con ganas de mejorar. Y cargo en mi espalda torcida ya por tanto peso, una enorme roca llena de los insultos que un día me dije; los elogios, los llevo de colgante y maquillaje para que me ayuden a mostrarme bonita y en mi cartera, cubierto con un pañuelo, está mi corazón malherido, prefiero llevarlo fuera porque dentro es un peligro. He dejado que mi mente se haga cargo esta vez y aunque a veces no le tengo fe porque está algo desordenada, sé que mi agotamiento no es mental, mi cansancio es del alma.
Entonces mi querido lector, tú que te encuentras detrás de estas páginas, deseo que tu fuego no te termine reprimiendo pero si eso pasara no permitas que te consuma e incluso si te consume no permitas que la nulidad de las cenizas ante el viento te hagan sentirte menos. Toma tu restos al hombro y regresa a tu sendero; ¿no tienes uno? ¿Lo has perdido? Entonces es un excelente momento para trazar uno nuevo.
Que tú estás aquí, que existe la vida y la identidad, que prosigue el poderoso drama y tú puedes contribuir con un verso.
              Robin Williams (1951-2014)

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⏰ Última actualización: Nov 14 ⏰

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