Escuché el sonido de la puerta cerrándose

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El grito de su madre, atronador, le puso el corazón a palpitar tan fuerte que creyó que se iba a desmayar. El miedo le subió por los brazos y las piernas como hormigas furiosas porque han pisado su nido.

"¡Una rata!", gritó su madre, corriendo despavorida a subirse a la silla del comedor en donde estaba a punto de comerse su desayuno. "¡Háblenle a papá! ¡Hay una rata!"

Atsumu, en momentos así, se preguntaba si él en serio era el mayor. Porque, a pesar de ser el menor, Osamu se compuso en un segundo y al otro ya estaba jalándole el brazo para empujarlo a la cocina. "Tú protege a mamá", le dijo, y salió disparado para buscar a su padre que hacía quién sabe qué en el jardín.

Él debería de estar corriendo así de rápido, ¿no? Porque, ¿qué le iba a hacer una ratita a su mamá?

Las ratas son bonitas. Si fuera a escoger su parte favorita, diría que le encanta verles la cola a las ratas. Tenía pelitos muy finos y algunas manchas que formaban patrones bonitos. Son suaves, todo su cuerpo en general, pero la cola es caliente aparte de todo. Le gusta ver la piel, le gusta sentir el calor, le llama muchísimo la atención ver cómo se eleva del suelo mientras la rata corre y se esconde, cómo vira a la izquierda cuando la rata gira a la derecha, cómo se enrolla alrededor del cuerpo de la rata cuando al fin le acepta la comida que le ofrece.

¿Por qué su mamá gritaba tanto por una rata? Si dejara de gritar, podría ver todos los detalles que a él tanto le gustan del animalito.

"Tsumu-kun, no". Le reprendió con la voz temblorosa. Probablemente ya se había cansado de tanto gritar, como él cuando fueron a la feria y amaneció con la garganta enferma. "No, mi amor, no te le acerques".

"¿Por qué no?"

"Porque te va a saltar encima. Te puede morder, no vayas a... ¡Tsumu-kun, no!"

Las ratas, aparte de bonitas, son muy inteligentes.

Tienen una memoria que él envidia, a decir verdad; ellas son buenas con las caras y él no tanto. Esta ratita en específico, Número Tres, es tan buena que sabe distinguir entre él y Osamu. Es listísima, su favorita de las cuatro que van y vienen de la casa. Número Tres se acerca a su mano, tal y como han estado practicando todo este mes, y Atsumu se da la vuelta para que su mamá pueda ver que sus ratas no son un peligro.

Pero lo que encuentra es la cara horrorizada de su madre, sus ojos llorosos y los labios mordidos. Se ha bajado de la silla en la que se resguardaba y, descalza, avanza con miedo hacia él.

"Suelta eso, mi amor". Le pide, sus manos al aire para que vea que no piensa hacerle ningún daño, ni a él ni al animal. Pero logra el efecto contrario, Atsumu puede ver las manos con cicatrices de su madre y algunas heridas que le hicieron en la mañana que todavía no han cerrado del todo.

"No te preocupes". Atsumu retrocede unos pasos, protegiendo al ratoncito con una mano. "No hace nada. Ninguno hace nada, sólo se defienden cuando nosotros..."

"Tsumu-kun, por favor".

Ah, reconoce esa expresión. Ahora ya no sólo está asustada, ni preocupada, sino enojada. Fúrica, diría, si en ese entonces supiera usar esa palabra.

"Ya hablamos de esto, ¿sí?" Su madre, sin darle descanso, continúa caminando para acercársele. Su madre, que tiene casi que una fobia por los ratones, extiende las manos hacia las suyas para quitarle al animalito. "No puedes comer de otras formas, tienes que alimentarte de otras personas. Te pueden pasar una enfermedad, las ratas son muy sucias, Tsumu-kun".

"N-no... Las ratas no..."

Las manos de su madre tiemblan incontrolablemente al sostener al ratoncito y alejarlo de su hijo. Atsumu, impresionado, piensa que su madre es la mujer más valiente sobre la tierra; tiene la cara pálida y sudor le perla la frente. Está asustadísima. Pero carga a Número Tres con el mismo cuidado con el que lava los vasos de vidrio.

Carne sin sangre | Haikyuu FF! (MYHN | Vamp! Miya Atsumu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora