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"Han pasado tres meses y diecisiete días desde que se declaró la ley marcial debido al brote del virus

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"Han pasado tres meses y diecisiete días desde que se declaró la ley marcial debido al brote del virus. Los residentes de Hyosan seguirán en cuarentena, aunque han pasado cuatro meses desde que surgió el brote en Hyosan, los agentes no han identificado el virus."

Suni le dió una botella de agua fresca a Mi-jin. ─Tranquila, todo se va a solucionar.

Se había hecho amiga de la pelinegra.

La coreana rodó los ojos divertida. ─Cada día te voy creyendo menos.

Sintió como alguien le jalaba el brazo.

─Señorita Chae, ¿tendrá un segundo?

Suni sonrió escuchando su voz. La castaña giró inmediatamente y lo abrazo.

─¡Oppa! ─murmuró Suni soltándose y acariciando su cabello.

Gyeong-su la abrazó nuevamente. ─No te separes de mi. Sos muy calentita.

La mejillas de Suni se tiñeron de un rojo intenso. Se tendría que acostumbrar a las cursilerias de su novio.

─Te extrañe. ─susurró y sin previo aviso, le dió un pequeño beso en los labios.

Gyeong-su quedó estático. Sonrió inconscientemente tocandose los labios.

─Sun sun, nos vimos ayer. ─inquirió divertido.

Suni no resistió y juntó sus labios de nuevo.

Una voz los sacó de su burbuja.

Era Cheong-san.

─Dejen de comportarse tan melosos. Dan asco. ─criticó el coreano.

─¿Qué pasa? ─preguntó Gyeong-su molesto. Habían interrumpido su momento con su chica.

Cheong-san respondió. ─On-jo encontró una fogata prendida en la montaña. Alguien la encendió en la azotea de la escuela.

─¿En la azotea? ─cuestionó Suni interesada. ─¿Estás seguro?

─Si, pero no le digas a nadie.

[...]

─Te dije que no dijeras nada. ─reprendió On-jo hacia Cheong-san.

Este miró a Suni y a Gyeong-su. ─Oye, les dije que no les dijeran a nadie.

La castaña rodó los ojos. ─El idiota lindo de Gyeong-su se lo dijo a Dae-su.

─Te dije que era entre nosotros. ─se acercó este a Dae-su. Este señaló a Ha-ri.

Ha-ri miró a Mi-jin. ─Me dijo que iría con la policía si no la traíamos.

Mi-Jin y Dae-su empezaron a discutir.

─Vamos, trepemos esa reja. ─suspiró Mi-Jin.

On-jo interrumpió. ─¿Van a ir? ¿Todos?

─No eres la única que se siente en deuda. A todos nos sigue doliendo. ─le respondió Suni.

Ha-ri siguió. ─Estar sola no hace que duela menos. Vamos.

Todos siguieron a On-jo hacia un pequeño tronco. Dae-su dejó un paquete de barra dietetica.

─Joon-young, te compraré una caja, la próxima vez.

Todos vieron una luz. Era la azotea del colegio.

─Esto es horrible. ─susurró Suni hacia su novio, apretandole el agarre de la mano.

Gyeong-su le dió un pequeño beso en la frente. ─Tranquila Sun sun, lo peor ya pasó.

Había una fogata prendida. Todos vieron una figura, era Nam-ra.

─Presidenta. ─saludó Su-hyuk.

Esta sonrió. ─¿Aún soy presidenta de la clase? Me gusta.

─¿Estas bien? ¿Cómo has estado? ─preguntó Suni.

─Los extrañaba a todos ustedes, pero no puedo ir con ustedes.

Suni junto a On-jo se acercaron. ─¿Seremos a amigos, aunque no estemos juntos? ¿Verdad?

Su-hyuk asintió. ─Estemos donde estemos, siempre seremos amigos.

─Me parece bien. ─Nam-ra sonrió. ─ Volvieron. Tengo que regresar.

Suni vió como su amiga saltaba del edificio. ─Me encanta esa chica.

─Que sepa que yo soy el amor de tu vida, eso no va a cambiar. ─el azabache le robó un beso en los labios, sin dejarla reaccionar.

Te odio, Gyeong-su. ─murmuró la castaña separándose de él.

Gyeong-su la miró atentamente. ─Yo igual, Sun sun.

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𝖨 H̶A̶T̶E̶ ˡᵒᵛᵉ 𝖸𝖮𝖴 | 𝖾𝗌𝗍𝖺𝗆𝗈𝗌 𝗆𝗎𝖾𝗋𝗍𝗈𝗌. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora