Milena Jeon no se esperaba casi ser asesinada por una mantícora y que gracias a ello encontró a su alma gemela, quien no era nadie más y nadie menos que Apolo, el dios del sol.
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LA SORPRESA LA ESTABA EMBRIAGANDO EN ESOS MOMENTOS, Milena no se creía donde se encontraban, pensaba que era todo un sueño, uno muy bonito del cual no quería despertar.
—Me trajiste a China —susurró la chica sorprendida—. Estamos en China.
—Dijiste que querías observar las siete maravillas del mundo —espetó el rubio—. Iniciaremos con la más lejos de casa, la muralla China, luego será Taj Mahal, luego Petra, luego el Coliseo, Machu Pichu, el Cristo Redentor y por último Chichén Itzá.
—Esto es... increíble —susurró ella con una sonrisa—. Estoy en China.
—Si preciosa, estás en China —respondió el rubio—. Ahora ¿Iniciamos el recorrido?
La pelirroja asintió con una sonrisa y entonces sin pensarlo mucho tomó la mano del rubio y empezó a caminar por todo el lugar.
Apolo no se negó ante el contacto físico, incluso sujetó con fuerza el agarre impuesto por la chica.
—Esto es precioso —murmuraba ella mientras caminaban por la muralla—. ¿Tú estuviste en Japón cierto?
—Por un buen tiempo —concordó el rubio—. Es magnífico.
—Sin duda alguna lo es, fui hace unos años con mi padre, me encantó Kyoto.
—Según tengo entendido viviste en Corea del Sur desde niña ¿Correcto? ¿Cómo es?
—Bueno sin duda alguna fue complicado gracias a mis rasgos completamente diferentes, allá son muy prejuiciosos —respondió ella—. Pero mi padre lo hizo todo más llevadero.
—Tienes padres que se preocupan por ti —espetó el rubio con una leve sonrisa y el corazón de la chica le dolió un poco.
Es cierto que la madre de Apolo y Artemisa los amaba ¿Pero que había de Zeus? A ese hombre no le importaba nadie más que él mismo, de eso no había duda alguna.
—Sabes, podrías intentar ser mejor con tus hijos —espetó ella mientras observaba el bonito paisaje—. Todos ellos te admiran y esperan poder charlar contigo.
—¿Enserio? Yo... no tenía idea. Sabes la regla que Zeus colocó sobre no relacionarnos mucho con nuestros hijos semi-divinos, su paranoia y eso.
—Excusas baratas, no lo intentes negar. Es una suerte que yo sea la diosa de los héroes —espetó la pelirroja con una sonrisa—. Nadie puede impedir que yo cumpla con los deberes que me fueron asignados.
—¿Qué quieres decir?
—Puedo convivir más con ellos que ustedes —explicó la chica con una leve sonrisa—. Incluso puedo visitar el Campamento seguido, y lo haré cuando termine de acostumbrarme a todo esto. Incluso intentaré ayudar a Percy a derrotar a Luke.
