Capitulo 7 - ¡Estoy arreglando mi bici!

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-Hola, Liam -Fernanda sonrió-. Me sorprende que te acuerdes de mí.

-Me acuerdo de Fernanda Smith -repuso él-. Pero no me acuerdo de ti -matizó Liam.

-Gracias, supongo... Este es mi hijo, Tyler. Tyler, el señor Payne -los presentó a continuación.

-Llámame Liam -le dijo éste al pequeño, tras arrodillarse para ponerse a su altura y estrecharle la mano.

--Niall vino a cenar anoche y mi madre espachurró mi bici y Niall dice que puede arreglarla y que yo puedo ayudarlo.

- ¿En serio? -Liam miró a Niall sonriente-. Pues has venido al lugar apropiado. George puede arreglar cualquier cosa. Hasta hará que la bici vaya más rápida.

- ¿De verdad, Niall? -preguntó Tyler, ilusionado.

-Seguro, pequeño -repuso George sonriente, tras fruncirle el ceño a Liam.

- ¿Quieres ver mi bici? -le preguntó Tyler a Liam.

-Por supuesto -Liam agarró la mano del pequeño-. Venga, enséñamela.

Desaparecieron antes de que Fernanda pudiera protestar y, de pronto, se quedó sin respiración al hallarse a solas frente a George.

Se había remangado la camisa hasta los codos, lo que dejaba al descubierto sus potentes antebrazos. Unos vaqueros azules se ajustaban a sus piernas musculadas... De alguna manera, todo él resultaba masculino y sexual.

Sabía que Niall la estaba mirando, sonriente, como si estuviera leyéndole los pensamientos. Entonces, cuando sonó el teléfono móvil, Niall se giró. para responder. Fernanda exhaló un suspiro y se dio una vuelta por el taller para relajarse. Estaba limpio, pensó: el suelo de cemento brillaba, las paredes estaban recién pintadas y el sol entraba por las ventanas, inmaculadas. Había varias motos en una pared, pendientes de reparación, así como llantas, tubos de escape y varios sillines. A pesar de su desconocimiento, notó que eran motos potentes, formidables, al igual que el hombre que las reparaba, se dijo ruborizada.

Se obligó a no abandonarse a las fantasías eróticas que se agolpaban en su cabeza y se dirigió a una esquina en la que había un despacho, repleto de cartas, periódicos y fotografías de Niall.

-Me rompí la pierna cuando caí -la sorprendió él al verla mirar una foto de un accidente en la que aparecía por los aires-. Me tuvo fuera del circuito durante seis meses.

-Lo recuerdo -reconoció Fernanda-. Fue en Inglaterra.

-Vaya, vaya -Niall se sentó sobre el escritorio, rozándole la pierna con la rodilla-. No pensé que fueras aficionada a las motos.

-En realidad no lo soy -repuso Fernanda, arrepentida-. Esa semana tuve que sustituir a un compañero que cubría la columna de deportes.

-Escribiste un artículo sobre mí? -preguntó Niall, con las cejas enarcadas-. ¿Qué pusiste?

-Fue hace mucho tiempo, Niall -contestó Fernanda, fingiendo que no recordaba cada una de las palabras de aquel artículo.

-Muchas gracias, Fernanda -dijo Niall con sequedad-. Recuérdame que te llame si alguna vez tengo el ego por las nubes.

-A juzgar por todos tus trofeos, me iba a gastar un dineral en teléfono -replicó ella, sonriente. Luego se fijó en una agenda que había abierta sobre la mesa-. Cuántos teléfonos: ¿son todos de mujeres?

--Amigas nada más -aseguró Niall, cuya pierna ya estaba rozándole uno de los muslos. Fernanda sintió un chispazo eléctrico y se bajó de la mesa con disimulo, para mirar los retratos que había colgados en la pared. Y, de todas, hubo una antigua, en blanco y negro, que llamó su atención por encima de las demás.

Quédate conmigo - Niall Horan -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora