- DONDE ELIZABETH CANDY MILLER SIEMPRE ha vivido con los traumas de su pasado acechándola, razón por la que su padre la acabó internando en un psiquiátrico durante algo más de un año en Italia. Cuando tiene 13 años, vuelve a vivir con sus padres y s...
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Luego de unas cuantas semanas, se había vuelto una rutina entrenar con James, acompañarlo a su sala común y esperarlo en su cuarto mientras se duchaba para luego ir al mío y hacer lo mismo, y que él me acompañase a donde mis amigas se encontrasen o a un ensayo de banda, salvo los días en los que él entrenaba con su equipo después de enseñarme, días en los que nos despedíamos en el campo de Quidditch y yo me iba por mi cuenta.
Esta rutina siguió incluso cuando ya había alcanzado un nivel mayor al que tenían el resto de los de cuarto. Las clases habían pasado a ser a entrenamientos en conjunto. Ambos jugábamos al Quidditch o corríamos o hacíamos alguna otra clase de ejercicio, pero había pasado de ser una clase a ejercitarse simplemente en la compañía del otro. No quedaba nada más que él pudiera enseñarme. Ambos nos habíamos dado cuenta, pero, yo al menos, no quería que esta rutina acabase. Me gustaba pasar tiempo con él y además era productiva. Siempre me había gustado el deporte y hacerlo en compañía me gustaba incluso más, así que era un momento que me gustaba. También tenía que admitir que el crush hacia James iba en aumento. Siempre era detallista conmigo, se preocupaba por mi opinión, se interesaba por mis hobbies y me hacia reír. Así que estaba demás decir que yo no iba a ser la primera en hablar sobre acabar con esta rutina.
Otra cosa de esta rutina que me gustaba era las conversaciones que tenía con sus compañeros de cuarto y amigos. Al principio, solamente Fred se encontraba en su habitación haciendo sus deberes cuando James iba a ducharse, pero a los pocos días de empezar esta rutina, más de sus amigos empezaron a aparecer. Primero Frank, luego Ollie Wood, su otro compañero de cuarto, y luego Lorcan y Lysander (incluso si pertenecían a otras casas). A veces haciendo tareas y a veces jugando a algún juego de mesa, al que me invitaban y nos quedábamos jugando incluso luego de que James saliera de la ducha.
Esta vez, habíamos decidido quedarnos más de la cuenta en el campo. Sabíamos que ese día nadie vendría a reclamarlo, así que ambos acabamos tumbados luego de terminar un entrenamiento que fue especialmente duro para los dos.
