🌙|4 sandías podridas

3 1 0
                                    

«Cada loco a su tema»

Despertó agitada. Tenía miedo. Soñó con el extraño ser trastocaba los sentimientos que poco antes había sentido. Miró a todos lados, buscando algo en específico, cualquier cosa, que la hiciera tranquilizarse, y dado que no había nada, se levantó de forma rápida, buscando el reloj. «6:33 am», significaba que ya estaba despierto.

Abrió la puerta con lentitud, tratando de callar los sollozos que sin querer salían de su boca, que estaba deshidratada por la falta de líquido al pasar una noche desde la última vez que bebió. Una vez cruzó por el pasillo, y subió las escaleras, se encontró con aquella puerta tan familiar. Tocó tres veces con una diferencia de un segundo, que era una señal que tenían para entenderse entre sí.

El castaño abrió la puerta, con duda al saber que a esa hora no era usual que estuviera despierta. Cambió su expresión a una más preocupada, dejándola pasar de inmediato. Una vez dentro, esperó paciente una explicación de lo sucedido, una que pudo imaginar cuando su expresión de intranquilidad pasó a ser una ya conocida de tiempos anteriores. La abrazó, dejando que apoyara su cabeza, que estaba siendo acariciada en su cuello sin decir nada, esperando que fuera ella la que expresara cualquier emoción negativa que estuviera sintiendo.

Una vez más, volvió a describir aquel ser que últimamente estaba viendo en sueños, sabiendo la respuesta de su hermano, que solamente la hizo sentirse protegida hasta que volvió a dormirse. Una vez dormida, terminó de hacer las cosas que debía de hacer, la arropó y se fue, no sin antes avisar a su madre del lugar en el que se encontraba su querida castaña.

Ella había tenido más alucinaciones de las comunes, pero algo que alarmó a su hermano fue que justamente el ser que la hacía sentir aterrada era ni más ni menos el ente que lo acompañaba desde que descubrió esa preciada libreta que podía causar muertes ajenas con solo escribir su nombre y pensar en su rostro. Era hora de tener una conversación con ese shinigami sobre la charla que tuvieron en un pasado cercano respecto a que nadie más podía verlo, pero lo que no sabía, es que personas dotadas con dones divinos, dependiendo de su poder, podía verlos o sentirlos. Como respuesta, él advirtió a su acompañante de mantenerse alejado de su hermana, proclamando que debía cuidarla, recordando de paso que la justicia no se resolvería sola. El demonio lo miró gracioso, siendo él el último que quería dañarla.

Caminó a paso apresurado; llegaba tarde por prestar sus cuidados a esa persona tan especial para él. Una vez entró, miró con desinterés al resto de alumnos, entendiendo que sería un día escolar igual al resto.

Se interesó respecto a la noticia de dos profesores ajenos a sus conocidos que hablaron respecto a una reunión entre todos los docentes para discutir respecto a la llegada de una posible alumna nueva que entraría en la rama de las ciencias. No pensaba decir nada todavía, quería que fuera una agradable sorpresa y que con eso volvieran sus ilusiones y ese brillo en sus ojos que tanto extrañaba. Suspiró, estaba empezando a divagar.

En otra parte, recién despertaba la castaña, esta vez mucho más tranquila que la otra vez. Se fue a su habitación a vestir, animada por la idea de que era viernes y tendría todo el fin de semana para investigar sin horarios, interrupciones o clientes. Era consciente de que llegaba tarde, pero el peso de una semana de responsabilidades la cansaba lentamente, haciendo que los viernes siempre se hicieran más pesados que otro día cualquiera, pero no le quedó de otra que irse apurada al recordar qué cosas pasarían hoy.

Habían hablado unos días respecto a su debate sobre si ayudar o no al equipo, pero decidieron que una manita de obra no estaría mal. La pelirroja había estado día y noche supervisando los impulsos electrónicos que recibía la central de policía, aprendiendo de memoria cada cifra numérica. Una vez halló la manera de descifrar una señal que rebotaba contra treinta-y-tres satélites, cuando esa señal apareciera era cuando el misterioso detective se había puesto en contacto con la central policiaca, pero de poco servía, dado que raramente lo hacía. Ya tenían el mensaje a dar planificado cuidadosamente para que una vez la señal rebotara en tantos satélites, hacer exactamente lo mismo y darle un mensaje a tanto L como a los policías a cargo, aunque tenía muchos peligros, ninguna allí tenía nada que perder realmente, así que nunca se pararon a contar las innumerables consecuencias de tantos actos que estaban cometiendo.

LA MUERTE EN LA TRISTE LUNA- death noteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora