🌙|5 espías rancios

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«El mundo es un pañuelo»

El día llegó, y de buena mañana lo primero que hizo fue ir a comprar el periódico, con el entusiasmo de ver cuál había sido la respuesta. Al llegar a la cafetería, lo colocó rápidamente en la mesa de golpe, con ilusión y felicidad, queriendo saber ya la respuesta.

Una vez entró, casi a los diez minutos, un señor entró, causando una mirada de pesadez en su rostro. Por Dios, ¿No podía llegar una hora más tarde o qué? Pero todavía peor, era el mismo señor de ayer. Qué pesado.

Lo atendieron como se debía, como no, y tras eso, iniciaron el plan B a partir de gestos.

Primero, Camila entró a la sala de empleados a solas, leyó el periódico, dejó una nota y salió, despidiéndose al ir a hacer recados. Judith entró a la sala de empleados, leyó el periódico y la nota, dejó otra y salió, mandado a Jacques a ayudarla a colocar trapos. Jacques entró a “por los trapos”, leyó el periódico y las notas, las arrugó y rompió en pedazos y las tiró, como quien tira un trozo de papel inservible.

Tal vez el extraño sujeto no lo sabía, pero dentro de ellas, había una alegría tan feroz, tan particular, tan especial, que Camila no había podido evitar irse a su casa durante un tiempo a planificar la respuesta, especificando cada detalle en el papel escrito que dejó. La pelirroja, que había sido la segunda en llegar, avisó en un papel aparte de que una vez llegara la faltante, se fuera también a su casa con la escusa de que le dolía algo para seguir con el trabajo desde su casa.

Estaba muy feliz, habían conseguido tener aliados de la policía y al mejor detective del mundo. Todo era una extraña paz, es decir, sin contar a los veinticuatro muertos por día, todo era raramente bonito. En algún momento, debía empezar a pasar cualquier cosa extraña, no podía ser que la policía se tomara en vano el aviso de Kira, o tal vez, estaban demasiado ocupados investigando a los desconocidos que se habían infiltrado entre los documentos para hablar con ellos y ayudarles. No sería extraño que fueran Kira o sus ayudantes.

Entonces, Camila entró por la puerta.

—“Bien, el encargo ya está listo.” —Esa era la señal.

—“Estaba esperando a que llegaras… Jefa, ¿Puedo tomarme el resto del día libre? Me duele bastante la cabeza… Haré papeleos en casa, a cambio.” —Intentaba darle señales de lo que ocurría, una manera de hacerle entender que lo terminaría.

Obviamente, lo entendió, así que con su permiso, se levantó, recogió y se fue. Pero no se fue sola, el extraño también fue con ella. Judith y Camila se miraron, extrañadas: algo no estaba bien.  Al final sí era verdad que la jefa tendría una misión de las suyas.

La nostalgia invadió su cabeza, recordando los años gozos de su juventud más temprana. Seguía estando en su juventud, solo cargaba con veintiocho años, pero nunca pensó en ser detective. Tantos recuerdos, ¡Tantas aventuras! Se las contaría a su hijo en un futuro, de la misma manera que su madre lo hacía con ella.

Fue detrás de él, siguiéndolo para ver si seguía a la otra chica. Antes de marchar, admiró la sonrisa de la pelirroja, que no podía evitar reír por la ironía de la situación. Efectivamente, lo hacía, así que mandó un comunicado por WhatsApp, dado que si en verdad las estaban acosando, no sabían que alcance tenía la situación.

—“Hoy ha sido un buen día, aunque cuidado con los mosquitos azules, todavía no se sabe bien qué tan grave es su picadura. No creo que haga falta mandar mensajes, es informal y bajo ninguna circunstancia hay que reemplazar nuestra relación empleadas-jefa. De paso, buscar manzanas y fresas para mañana. Gracias y buenas noches.

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⏰ Última actualización: May 09 ⏰

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LA MUERTE EN LA TRISTE LUNA- death noteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora