«Dios los cría y ellos se juntan»
Despertó a desgana, como todos los días, dispuesta a ir al lugar en el que trabajaba como camarera, en una cafetería tranquila. Se levantó, con pereza, estirándose para que sus músculos funcionaran mejor y quitarse un poco de la pereza digna de las mañanas. Al pasar el rato y reconsiderar varias veces la idea de acostarse, decidió levantarse y ser productiva.
Se puso el uniforme, que consistía en una blusa de cuello Mao y unos leggings blancos junto a un delantal color gamuza y un moño retorcido. Preparó una pequeña mochila, en la que guardó el ordenador portátil que solía utilizar. Se despidió de todos los de la casa, deseándoles un buen día y suerte. Arriba de su uniforme, se puso una gabardina beige para luchar contra el frío soez que permanecía fuera de las calientes casas de Japón. Al llegar, dejó la mochila en unas de las taquillas situadas en una habitación a la que solo se podía acceder desde la cocina, que parecía estar impecable.
La sala de personal era pequeña, pero cómoda. Pintada de color blanco con luces cálidas y acompañada de unos pequeños sofás, que a un lado tenían una mesita con una botella de agua y en un cajón, un kit de emergencia. Las taquillas, que estaban colgadas en la pared en una doble línea horizontal, tenían pintados números del uno al diez junto a una cerradura.
Jacques sacó la llave para su taquilla, la número tres, y la abrió para dejar la mochila, no sin antes sacar su preciado ordenador. Al girarse, la presencia de una joven pelirroja de ojos almendrados verdes, hizo que se asustara, dando un pequeño salto.
—"Tranquila, soy yo." —Sonrió, mirando con gracia a la sobresaltada joven que tenía delante. —"Abre el ojo, marmota." —Ante su broma, no pudo evitar reír un poco, aunque las risas se volvieron más fuertes al acompañarse mutuamente.
—"Bueno, Bella Durmiente, no es mi culpa asustarme si veo a un australopiteco con capacidades de comunicación moderna aparecer detrás de mí." —Siguió la broma, rodando los ojos con una sonrisa.
—"Tus bromas son muy raras... Compararme con un avestruz lo entiendo, ¿pero con un australopiteco?, ni siquiera recuerdo en qué grado de la evolución quedaron... De todas maneras, vamos a salir a la tienda antes de que llegue Camila y nos regañe."
Judith era pelirroja, de un tono cobrizo que parecía ser hecho especialmente para sus ondas de pelo rizado, bien tratado y que cuidaba más que nada. Sus grandes ojos almendrados verdes no hacían más que hacer que pareciera una adolescente, causándole que deba llevar su carnet de identidad en el bolso para poder permitirle la entrada a más sitios de los que, en un principio, debería. A su cuerpo delgaducho al que no se les podía ver mucho más que los huesos, pues la depresión había arrasado con ella y con sus ganas de autocuidado más primitivo. Todo en ella parecía demacrado, menos su pelo, pues su hiperfijación la obligaba a ello. Había soñado con ser una dibujante exitosa que conquistara el mundo con su trazo colorido, pero en sus dibujos no quedaban más que trazos neutros que iban en direcciones sin ningún punto que causaban malestar incluso en sus propios ojos, así que ni el deseo de tocar el pincel más cómodo al tacto existía. En parte, era por eso que ambas coincidían tan bien, pues tener pequeños recuerdos de un sueño artístico causaban malestar en sus cabezas, pero al fin de cuentas, algunas personas saben llevar las cosas mejor que otras.
Cuando Judith y Jacques salían de la cocina, se dieron cuenta de que ya era demasiado tarde como para aparentar estar trabajando.
—"Venga, por Dios, ¿Y si yo fuera un cliente? O peor, ¿y si fuera un ladrón?" —Las miró a ambas de forma severa, buscando una explicación que no llegaría. —"Irresponsables..." —Murmuró, llevándose la mano al tabique de la nariz. —"¿Y cuándo hago encargos también sois así?" —Las miró, cruzando los brazos.
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LA MUERTE EN LA TRISTE LUNA- death note
FanfictionJacques Yagami, hija adoptiva de Soichiro y Sachiko. Ambos de sus hijos guardan secretos contrariados, en los que el mal y la justicia luchan entre sí. Jacques tiene claro de que la maldad no tiene la suficiente fuerza para vencer, así que bajo su p...