En la penumbra del alma, el dolor yace, un lamento silente, sin rostro ni paz.
Susurra en las sombras, acaricia el pesar, teje en cada fibra un triste pesar.
Las lágrimas danzan en trágico compás, en el eco del sufrir, se pierde la verdad.
El corazón sangra, herido en su soledad, mientras el dolor teje su cruel realidad.
En el rincón oscuro, donde el alma tiembla, se gesta la tormenta que en el pecho hiere.
Cadenas invisibles aprisionan la esperanza, mientras el dolor, implacable, avanza.
Pero en la oscuridad, un resquicio de luz, una llama frágil que ansía la cruz.
El dolor, como sombra, se desvanece, y en la aurora del tiempo, la sanación florece.