E de Ezra Gael Greco

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Narra Paloma

Entré rápidamente a mi casa, desde el jardín ya se escuchaban los gritos. Todo estaba fuera de su lugar, los muebles volcados, la mesa también, los utensilios de la cocina y los pocos adornos que habían dentro de la sala. Los gritos se hicieron más fuertes a medida que avanzaba hacia el baño. Ahí estaba mi mamá revisando la repisa dónde se guardaban los productos de higiene.
Tenía el cabello alborotado  y los labios pálidos y secos al igual que su cara, estaba fuera del efecto de las drogas y buscaba desesperadamente los dos paquetes de cocaína que yo había escondido.
Apenas sus ojos cayeron en mí, me dio una sonora bofetada, yo era la única que se atrevía a tocar su droga, Laura evitaba meterse en esos asuntos.

Mi mamá aún siendo mucho más baja que yo, me tomó por el pelo y me volvió a pegar en la cara.

- Paloma, dime ahora dónde las metiste.- Ella sabía que fui yo, siempre era yo.

- No te lo diré.- me pegó de nuevo, esta vez más fuerte, mi cara debía estar roja por las tres bofetadas que ya me había dado.

- Soy tu mamá ¿Cómo te atreves a robarme?- preguntó indignada y mi cabeza sólo se hacía una pregunta ¿En serio me estaba preguntando eso?

Solté una risita irónica.

- ¿Cómo me quedó mamita? Aprendí de la mejor.- Otra bofetada y ella era sólo cólera.

Me agarró más fuerte del pelo.

- Dime ahora dónde las metiste o juro que nunca más verás a tu padre.- Me amenazó, así sin más.

¿Mi papá? Mi papá desapareció, se esfumó, yo estaba bien segura de que no lo vería nunca más. Puse la cara más indiferente que pude, sabiendo que por dentro de mí, una niña estaba llorando a mares, con la cabeza entre sus piernas, sola en un rincón.

- No me importa.- me pegó de nuevo y empezó a temblar.

Al fin me soltó y se deslizó por la pared del baño, temblaba de pies a cabeza, sus labios estaban resecos y su cara pálida cómo una hoja. Comenzó a gritar mientras se pegaba en la cabeza con la pared que estaba detrás de ella.

Me agaché a su lado y me miró con los ojos llenos de lágrimas.

- Por favor, hija. Dámela.- negué y le mentí.

- La devolví.- Si bien era mi intención hacerlo, aún no lo hacía. Sus ojos se agrandaron.

Se paró rápidamente y empezó a tirar todo lo que estaba a su alcance. Sujeté sus manos.

- ¡Laura!- la llamé mientras intentaba sujetar a mi mamá.

A los pocos segundos bajó las escaleras, no tenía maquillaje y sus moretones se veían, mi mamá no los notó pues estaba más preocupada por su droga.

- Recoge todo lo que tenga puntas o con lo que se pueda dar un golpe contundente en la habitación de mamá.- Se quedó parada en el mismo sitio, confundida por mi petición.- ¡Ahora, Laura, es para ahora!

Salió corriendo para hacer lo que le dije. Gracias a mi altura pude sostener a mi mamá, lo que no evitó que me asestara algunos de los golpes que tiraba.

Dos minutos después (en los que mi mamá no paró de golpearme) Laura había terminado de vaciar, casi completamente la habitación.

- ¿Ya me puedo ir?- Ella no soportaba ver a mamá así, casi siempre terminaba llorando o salía de casa.

Asentí y vi cómo salió corriendo escaleras arriba. Metí a mi mamá dentro de su habitación y cerré la puerta con pestillo.

Subí las escaleras a mi habitación y allí también se escuchaban sus gritos y los golpes que le daba a la puerta. Lo haría hasta que se cansara o simplemente se durmiera.

Paloma Mía {Borrador}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora