Otra semana pasó con nulo contacto con Ellie. Ahora sabía con certeza que toda esperanza de que quisiera, aunque sea, ser su amiga, había muerto. Le había cortado de su vida, dándole el frío trato e ignorándole las pocas veces que se cruzaban por el vestíbulo, como si no existiera. Era demoledor. No podía soportarlo. Saber que estaba allí y no poder hablarle, tocarla, mirar a esos ojos tan amables y cálidos, le era físicamente doloroso como aquella vez que su carruaje se había accidentado quedando él con sus caballos atrapados en las pantanosas tierras londinenses con los huesos rotos y sin prospecto de ayuda. Irse era la única solución, permanecer allí sólo añadía sal a la herida, y quizás la distancia y el tiempo, harían su mella y la olvidaría. Quizás.
Fue al refrigerador a tomar una bolsa de sangre. Últimamente ni siquiera podía ir a tomar de la vena, porque se sentía un monstruo, una abominación a la que nadie jamás amaría. Metió la mano para agarrar una bolsa, cuando vio que no había más. Maldijo. Tendría que ir de nuevo al hospital para reponer su provisión de sangre. Hizo una mueca de asco. Odiaba la sangre en bolsa. Pero, fue a vestirse y salió.
Salió del ascensor dejando atrás a una pareja discutiendo sobre con cuál familia iban a pasar las navidades. Eso le hizo recordar que las festividades estaban a la vuelta de la esquina. Dos semanas y bebé Jesús celebraría su cumpleaños con el resto del mundo, y él como todos los años, solo, sin nadie a quien abrazar y besar bajo el muérdago, cosa que le parecía totalmente cursi, pero le gustaría ser cursi al menos una vez.
Atravesó el vestíbulo y Hal le levantó la mano saludándole. Se lo devolvió forzando una de sus amables humanas sonrisas pero por la expresión de Hal debió salirle como si le estuvieran arrancando una muela. Continuó a paso rápido a la puerta. Empujó el cristal saliendo cuando vio que alguien esperaba para entrar. El corazón se le desbocó al ver que era ella.
Ellie.
No le devolvió la mirada, se mantuvo estoica, con los ojos fijos en cualquier lado excepto él. Dolió como si le arrancara el corazón con la mano, pero le imitó. Continuó andando como si ella no fuese esa persona especial, esa alma gemela de acuerdo a la estúpida teoría de Julius. Pero a los dos pasos, se detuvo y regresó. Ella ya estaba dentro, cerrando la puerta. Él estiró el brazo deteniéndosela con la mano. Ella abrió los ojos enormes sorprendida.-Ya no tendrás que preocuparte por ignorarme, Ellie.-le dijo.- Me iré y no habrá más monstruos a tu alrededor a los que temer. –
Ella no dijo nada, su mirada era vacía, toda su expresión sin transmitirle nada. Había esperado que quizás ella dijera algo como "no eres un monstruo, Declan, pero adiós de todos modos" y ni siquiera eso. Era como si él significara absolutamente nada para ella. Dolió. Dolió muy profundo.
Sin necesidad de agregar nada más, se giró alejándose a toda velocidad vampírica. Ya no le importaba si descubrían que era un vampiro. Ya no le importaba nada sin ella. Sintió sangre corriendo por sus mejillas, lágrimas de sangre descendiendo.
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Monstruosamente Amándote
RomanceÉl es Declan, CEO de una red de multimillonarias compañías todo alrededor del globo ¡Y vampiro! Ella es Ellie, su muy dulce e inocente vecina que se acaba de mudar y no le da ni la hora. La atracción ¡instantánea! No sólo eso. Ella es única, algo en...