2. Los caballeros no mienten

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Estaba emocionado por haberla visto de nuevo. Y puede que le haya lanzado una copa de champagne encima pero eso no importaba.

Violet Ledger estaba absolutamente preciosa. Con diecinueve años había crecido dándole una altura que él veía perfecta para un hombre de su tamaño. Tenía unos increíbles ojos grandes con unas pestañas tan largas que le resultaba difícil creer que no causaran un tornado cada vez que pestañaba. Luego estaba su boca, los labios carnosos y rosados. Su tez se veía suave, su cabello castaño y oscuro, ondulado.

Y su perfume.
Siempre olía como el jardín. Cómo si siempre llevara un ramo completo encima.

Lirios.

-Señor, las cuentas. -Salió de sus pensamientos de Violet y miró a su secretario que traía los libros para él. Asintió y tomó la pluma y el tintero presto para firmar todos los papeles que debía firmar.

Después de todo era el vizconde. Había ido a Londres en busca de su vizcondesa, la chica con la cuál habías soñado los últimos nueve años.
Sí que había sido odioso en lanzarle la harina pero quería llamar su atención.

Una atención que incluso nueve años después no estaba. O casi.

Le había sonreído aunque le lanzó una copa en el rostro. No importaba, se acordaba de él.

Dejó de pensar en Violet Ledger y se concentró en sus tareas.
No odiaba sus labores. De hecho, servir en sus deberes era algo que le gustaba y mucho.

Desde que había tenido uso de razón, su padre, el anterior vizconde Bridgerton lo había educado a él y a su hermano Hugo en todos los deberes con la familia.

Siempre los trató por igual, aunque hubiera una diferencia. Su hermana mayor ya estaba casada y quedaban dos, tenía planeado casarse primero y luego encargarse de la presentación de su hermana menor y darle a su último hermano una asignación bien resuelta para que también contrajera matrimonio algún día. Tenían respectivamente diecinueve y dieciséis años, mientras que él ya tenía veintiuno.

Pensaba en su hermana, Georgiana era la menor y no quería exponerla al matrimonio con tanta premura. Además alguien debía presentarla en sociedad y para ello, él necesitaba una esposa.
No podía pensar en alguien mejor que Violet.

Lady Violet Bridgerton. Sonaba bien.

-¿Cuántas hay?

-Al menos veinticinco papeles, mi lord. -Revisó los libros de cuentas y firmó varios documentos. Se encargó de pagar las facturas y cuando por fin pudo librarse un poco del trabajo fue directo a comer algo.
Su estómago rugía como si fueran truenos así que lo necesitaba.

Mientras caminaba por el pasillo para ir a la cocina a pedir algunas galleta de mantequilla su mayordomo lo detuvo. -Lo lamento señor. Tiene visitas. Insistió en quedarse diciendo que era algo urgente pero si me lo pregunta es el colmo del mal gusto.

El hombre parecía irritado. No era común ver a su mayordomo irritado. Edmund alzó una ceja y trató de ver por el pasillo, intentar oír algo desde el salón para saber quién era. Sin poder observar tuvo que preguntar. -¿De qué habla? ¿Quién está ahí?

-De la... -tosió un poco y se irguió por completo. -dama... Si es que puede llamarse "dama" a una señorita que viene a la casa de un caballero.

Edmund se sintió más intrigado, ¿Qué mujer lo había ido a visitar? Se dirigió rumbo al salón para ver de quién se trataba. Sonrío al reconocer el cabello largo y castaño en la espalda de ella. Estaba de curiosa tocando los adornos. Violet estaba en su casa, justo en su salón. -Es una dama, Lewis. Yo la invité. -dijo claramente en una mentira. -La estaba esperando. Sirvan té y algunos sándwiches y también pastel de zarzamoras. Por favor y gracias.

ENCHANTED (Violet & Edmund's Story) 💜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora