Capitulo XXIV - El circo de Trampitas

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Llegué a las 3:00pm en punto. Pero no había nadie. Me senté a esperar si llegaba alguien o sucedía algo.
Empezaron a llegar algunos vendedores ambulantes. Un señor instaló un brincolín.
Y empezó a juntarse algo de gente.
Un payaso llegó. Su maquillaje y su vestuario lucía muy bonito. Yo me miré e iba vestido como en los show para los niños del hospicio. Mis zapatos ya descoloridos y viejos. Un pantalón todo roto y remendado, la playera vieja de U2; y el saco y el sombrero viejos del padre Jonas. Mi aspecto era de un payaso demasiado "pandroso" y descuidado.

-¡Si viniste

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-¡Si viniste. Pensé que no te animarías!. -exclamó el payasito.
-Eres el chico de ese día ¿verdad?
-Hoy soy Chispita. ¿Tu cómo te llamas? -preguntó.
-E.. Trampitas -contesté.
-¡Vaya, que original! Esperemos que lleguen los demás para presentarte y ver cómo te podemos acomodar.
Al pasar los minutos, aquella plaza solitaria se empezó a llenar de gente y de payasos. Había de todos los tipos y colores. Era un desfile de color mientras yo era el frijol negro en la bolsa. No encajaba muy bien. Pero veríamos que pasaba.

Después de encontrarme un hueco en su rutina, Chispita me presentó con los demás.
-Mira, te conseguí un espacio de 20 minutos. 
Aquí después del show, repartimos lo que juntemos así sean 10 pesos lo repartimos entre los que estemos. ¿Ok?
-¡ok! -respondí.

Las personas se empezaron a reunir dejando un círculo en medio donde sería nuestra pista.

Ese día el payaso Chispita anunció mi debut.
Todo el público me aplaudió y logré tener esa sensación real por primera vez en mi vida.
Ese día recaudamos poco más de 2000 pesos. Como bien dijo Chino, la situación del país no era nada buena, la gente no traía mucho dinero. Por ende, lo que se llegara a juntar se dividía entre todos, así al menos todos podían llevar algo de comida a sus casas.

Ahí conocí a Francisco o Paquin, como era conocido en el medio.
El vivía en las calles.
Por lo que lo invité a vivir conmigo en lo que conseguíamos un lugar un poco más grande.
Paquin no había conocido a sus padres, toda la vida se la pasó cambiando de hogares temporales. Al cumplir 18, tuvo que dejar la casa hogar donde vivía para darle cupo a alguien más y empezar a ganarse la vida. Como no sabía hacer nada pues lo único que le quedó fue vagar en las calles y tratar de ganarse una moneda para poder subsistir.

Entre semana nos la pasábamos drogándonos en el cuarto de la vecindad. Yo conseguía el alcohol y algo de coca, mota o hasta incluso resistol.
En la ciudad batallaba para conseguir la heroína, pues estaba más cuidado por las autoridades y no cualquiera la vendía. Paquin me consiguió un par de veces, pero el chico que le vendía amaneció muerto un día de un tiro en la cabeza.

Un domingo después del show, logramos sacar 200 pesos cada uno. Chispita nos acompañó a comer unas buenas tortas con un refresco en una fonda que estaba por ahí cerca. Estando en la mesa, Paquin me dice -¡Trampas! Te tengo una sorpresa carnal. -mientras sacaba de su mochilita una pequeña bolsa transparente. -Mira lo que te consigue wey.
Entre risas de los dos tome la bolsa y vi el contenido. Eran un par de gramos de heroína.
Por lo que me carcajee con el mientras le chocaba la mano.
Chispita se me quedó viendo y me dice ¿es lo que creo que es?
-Si, carnal. ¿Quieres? Alcanza y sobra para los tres -respondí.
Se paró de la mesa con cara molesta y se alejó.
-¿Y 'ora? A este ¿que mosca le picó? -dijo Paquin.

Esa tarde Paquin y yo nos pegamos un viaje bien intenso. Mezclamos de todo, alcohol, coca, marihuana, heroína; y Paquin preparó unas "monas" especiales. Ese se convirtió en el alucín de mi vida.
Mi cabeza dio tantas vueltas que terminé en el suelo de aquella vivienda vomitado y orinado. Ese "viaje" duro al menos 4 horas. Pues al mezclar todas las drogas en conjunto hacían que sus efectos se maximizaran y perdíamos el control de nuestros cuerpos de inmediato.

Me quedé dormido en el suelo para despertar al día siguiente.
Al despertarme, lo primero que noté es que la puerta del cuarto estaba abierta.
-¡Paco! ¡Wey, ya ni chingas, dejaste la puerta abierta! -mencioné mientras me agarraba la cabeza del dolor de cabeza que tenía.
Cuando pude levantarme noté que Paquin no estaba.
-Paco, ¿estás en el baño wey?
Francisco se había llevado las cosas que tenía en la habitación. Mi ropa, los zapatos, las drogas, lo poco que tenía de comida y lo más importante, el dinero que guardaba para el viaje a Puebla, que pensaba realizar. El había visto que los domingos el llegar de la plaza guardaba el dinero en una cajita de madera que tenía bajo mi almohada. Mismo lugar donde guardaba la mota y la coca.
-Pinche Paquin, me había robado. -pensé.

Metí mi mano al bolsillo del pantalón y traía esos 10 pesos que había dejado en la barda de la iglesia, pues los consideraba de "buena suerte" y un billete de 50 pesos nuevos, que traía en el zapato por aquello de que me asaltaran y me dejaran "a raíz".
Con eso aguanté del Lunes al próximo Domingo.
Pues sabía que ese día conseguiría algo de dinero.
Al llegar el Domingo me dirigí a la plaza, ansioso de empezar a trabajar pues no me había drogado esa semana. Ese cosquilleo de las manos se había extendido por mi espalda hacia las corvas.

Cuando vi a Chispita me acerqué a él.
-¿Qué hay carnal? Oye no has visto al Paquin? -le pregunté
-¡Nel! ¿Qué no vive contigo?
-Pues si, pero el lunes se llevó todas mis cosas del cuarto que rento y no lo he visto, ya lo busqué por las calles, pero no se donde esté. -le respondí mientras me rascaba los brazos de forma continua.
-Eso les pasa por ser unos drogadictos malvivientes. Mírate ¿desde cuando no te metes nada?
-Pues desde ese día; se llevo toda mi lana, como 700 pesos. -respondí.
-No pues que buena chinga te dio. Deberías atender tu adicción.
-¿Adicción? -conteste.
-Pues si, ¿que no ves que estás en abstinencia? Te drogas tan seguido que cuando tu cuerpo no recibe su dosis, reacciona así, cómo estás. Te aseguro que no puedes dormir en las noches, tienes mucha ansiedad, de seguro lo que comes lo vomitas. Porque ¿sabes que?, tu cuerpo necesita drogas. -me dijo con cara de desprecio.
Eres un adicto carnal, yo pasé por eso y se lo que se siente. Deberías buscar ayuda, yo sé donde te pueden ayudar. Si quieres te puedo acompañar.
-¿Ayuda? Yo no necesito ayuda, necesito dinero. ¿A qué hora empieza el show? -pregunté eufórico.
-Así como estás, ¡aquí no eres bien recibido!, la mayoría de los que estamos aquí, hemos pasado por situaciones como en la que estás, de drogadicción y alcoholismo, pero lo primero que tienes que hacer es aceptar que tienes un problema.
-¿cuál problema? -contesté. Si solo vas a juzgar y no vas a ayudarme mejor me voy.
-Anda, lárgate. Cuándo decidas que quieres arreglar tu vida, vienes. Aquí estaré esperándote. Por lo pronto no.
Tome mis cosas y me largue.

Me puse a limpiar vidrios en los cruceros y a hacer algo de malabares con pelotas y esas cosas que se ven a diario en los semáforos.
El par de monedas que me ganaba los gastaba comprando thinner o pegamento para drograrme.
Mi adicción a esas sustancias se hizo más fuerte que a las demás drogas.
Mitigaban el hambre, el frío, el dolor, el cansancio y la soledad.
En vez de comprar ron, vodka o ese tipo de botellas; terminé comprando aguardiente.
Ya no podía seguir pagando el cuarto de la vecindad.
Por lo que empecé a vagar por las calles.
Los niños se asustaban con mi aspecto. En vez de causarle alegría, ya mi aspecto daba miedo.
Pasaba días sin bañarme y mi olor era como de perro remojado.

Esa fue mi vida por los siguientes años.
Vagaba por las calles y pedía limosnas afuera de los restaurantes, de las fondas, de los hospitales.
A las plazas no iba por temor a encontrarme a aquellos payasos que una vez me brindaron una mano.

Cierto día, en un momento de lucidez, algo interesante ocurrió.

El Circo de TrampitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora