Capitulo XXIII - Regreso a Casa

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Tome el primer autobús a Ciudad de México.
Los nervios se apoderaron de mí. Pues no sabía que encontraría. Tenía sentimientos encontrados. Pues no sabía si mis padres estarían en casa. Había dejado de insistir con las llamadas 4 años antes. Así que simplemente podían haber pensado cualquier cosa de mí.

El camino de regreso se me hizo demasiado rápido. Quizá con dos días caminando hubiera podido haber llegado mínimo a la ciudad. Pero la vida es así, nos enseña cosas con cada paso que damos.

La ciudad lucía diferente.
Había algunos edificios nuevos.
Coches más recientes circulaban por las amplias calles.
Era bueno estar en casa.

Lo primero que hice fue ir al restaurant donde había trabajado. Me recibió don Abraham, y le pregunté por el Chuy. Me dijo que ya no trabaja ahí desde hacía un par de años, se había ido con Leo, otro trabajador, de mojado para Estados Unidos. Pregunté por don Enrique si se encontraría en casa en ese momento.
-Don Enrique falleció de cancer a finales del '92.
-¡Hijole! -conteste.
-¿Y qué onda? ¿Cómo te fue de payaso? ¡Escuche que no muy bien!. -preguntó.
-Pues, al principio si me fue algo mal, pero después me empezó a ir bien. ¿Y qué onda? ¿No tendrá algo de chamba para mí? -pregunté.
-Por el momento estoy completo, ven el mes que entra y veremos.
-Gracias Don Abraham, aquí nos vemos el mes que entra.

Me alejé con un sabor amargo en la boca.
Don Chuy había fallecido.
¡El gran Cometin había dejado de existir! -pensé.
Me lamente el no haber podido despedirme de él ni del Chuy. ¿Cómo le estará yendo en el gabacho?

Me dirigí rumbo a casa, esperando que mis papás se encontraran ahí.

Al llegar, noté que la casa lucía diferente.
Había una bicicleta en el patio y un auto diferente en la cochera.
Toque la puerta un par de veces.
Una señora atendió a la puerta sin abrir la tela mosquitera.
-¿Diga? -preguntaron detrás de la puerta de tela.
-¿Mamá, eres tú?
-¿Luis? -respondió.
-¡Si mamá , soy yo, regrese! -exclamé con emoción.
-¡Un momento!. Permíteme. -me contestó
Volvió a cerrar la puerta para después abrirla completa.
Mis manos se morían de ganas de volver a abrazar a mis padres después de tantos años.
Al abrir la puerta la mujer salió con una bolsa negra de basura. Dándome un poco la espalda.
-¡Mamá! ¿No me vas a dar abrazo? -pregunté
Al darse vuelta la mujer, pude ver su rostro y mi corazón se heló, esa mujer no era mi madre.
-¿Quién es usted? -pregunte.
-Tus papás vendieron la casa hace algunos años. Nos comentaron que su hijo único Luis, se había marchado sin dejar alguna nota. Me dejaron esta bolsa con algunas de tus cosas, la verdad ya estaba pensando en tirarlas, no pensé que este día llegaría. ¡Toma! -me dijo mientras me entregaba la bolsa.
-¿Y sabe dónde están? ¿A dónde fueron? -pregunté.
-Lo único que nos platicaron fue que tenían que irse de la ciudad porque tu abuela se encontraba grave y tenían que ir a cuidarla. Y me pidieron que guardara esta bolsa por si algún día regresabas. Me imagino que no pensaron que tardarías tanto en regresar. -comentó.
-Tuve unos inconvenientes y no podía venir. Además marque infinidad de veces y nadie contestó.
-El número se dio de baja. Es por eso que nadie contestó nunca.
Me despedí de ella, alejándome de esa casa que guardaba demasiados recuerdos de mi vida.

Fui a casa de Mauricio. Era mi última esperanza.
Toque la puerta de su casa, su casa lucía exactamente igual. Los mismos colores. El mismo patio. Todo lucía como hacía ya unos años.
Volví a tocar la puerta un par de veces pero nadie salió.
Tome un respiro y volví a sentir esa maldita sensación de soledad en mi estómago.

Seguí mi camino hasta llegar al depósito del chino. Ahí estaba el mismo cabrón de toda la vida.
De inmediato me reconoció.
-¡Luis! ¡Que gusto de verte cabrón! ¿Dónde te metiste? ¿Eh? -me preguntó mientras sacaba un par de cervezas del refrigerador.
-Pues aquí y allá. Ya sabes -contesté. Oye, ¿sabes que onda con la familia del Mau? Fui a su casa pero no salió nadie.
-Pues creo que el sigue en Guadalajara estudiando. Creo que quiere ser doctor. Y su familia va a visitarlo cada cierto tiempo. -contestó
-Oye Chino, y de casualidad ¿no tendrás algo de
chamba por aqui?
-La verdad quisiera ayudarte pero desde que le quitaron esos 0's al peso las cosas han cambiado mucho, el dinero ya no alcanza para nada. Muchos han perdido sus casas, sus negocio, sus autos. Ahora sí que nos cargó el payaso. Pero lo que necesites sabes dónde encontrarme -contestó.
-Pues  al menos,"disparate" unas chelas ¿no? -le dije.
La tarde se hizo noche platicándole al chino las anécdotas que había vivido. El chino se quedó dormido en una silla en el patio de su casa.
No sabía dónde quedarme y nadie aceptaría un borracho a altas horas de la noche.
Por lo que me fui a la plaza de la colonia y en una banca me acomodé para poder dormir. El frío recalaba en mis huesos. Por lo que me hice bolita y me quedé bien dormido.
En la mañana, algo crudo, me introduje más en la ciudad  en busca de una vecindad que sabía que estaba ahí cerca para rentar un cuarto. Pues aún traía el dinero que me habia dejado el padre Jonas.
Rente una pequeño cuarto donde había lo esencial. Una cama, un baño y un lugar donde preparar algo de comida, aquella vecindad era muy humilde. Una vez instalado. Abrí esa bolsa y empecé a sacar las cosas. Un par de zapatos, camisas, pantalones, ropa interior. Una playera que me gustaba mucho de U2, que me puse en ese mismo instante. Pensé que no me quedaría pues ya había pasado cierto tiempo, pero mi sorpresa fue cuando me quedo hasta grande.
Creo que durante mi estancia en la iglesia había perdido mucho peso. Acomode la ropa donde pude, y cuando iba a desechar la bolsa. Me percaté que había algo más en el fondo de la misma. Saque un pedazo de papel que ya estaba demasiado arrugado. Al desdoblarlo me di cuenta que era una carta.

Hijo.
Luis.
Tu abuela Mariana enfermó. Por eso mismo hemos decidido vender la casa para mudarnos a Puebla con ellos. Te guarde algo de tu ropa favorita. La demás la tiré pues no podíamos cargar con tantas cosas.
Espero que te encuentres bien y puedas reunirte con nosotros.
Con amor.
Mamá.

Me quedé sentado en la cama tratando de recordar en que parte de Puebla vivían mis abuelos. Yo sabía que mis papás habían mencionado algún lugar, pero por andar siempre crudo en mis viajes no lograba recordar nada.

Saque de mi maleta lo último que me quedaba de heroína y dispuse a clavarla en mi cuerpo. Me enfrasqué en un viaje de dos horas, esperando que el descanso abriera mi mente y me hiciera recordar ese lugar.

Al día siguiente salí a buscar trabajo, en algún lugar pero fue inútil. Todos pedían documentos mismos que no tenía, se los habían llevado mis papás. Después de pensar ¿qué hacer me envalentoné y pensé en hacer lo que mejor sabía hacer, la vida me había preparado para algo y quizá era esto. Ser un payasito de la calle.

Busqué algún negocio donde vendieran maquillajes y un payasito que me topé, me dirigió a un lugar que se encontraba cerca del zócalo, por plaza de la constitución.

Llegué al pequeño local, compré los maquillajes y me dirigí nuevamente a mi cuarto

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Llegué al pequeño local, compré los maquillajes y me dirigí nuevamente a mi cuarto. Ahí me cambié, me maquille y salí a buscar algún lugar donde pudiera dar mi show.

Llegué a una plaza algo grande y me instalé en el medio. Tratando de llamar la atención de los niños que pasaban por el lugar pero nadie me tomaba en cuenta.
Insistí por un par de horas pero mi esfuerzo por atraer público no funciono.
-Apenas el domingo -me dijo un chavo que iba pasando. El domingo aquí se juntan algunos payasos y se van turnando. Deberías venir y presentarte con ellos. A lo mejor y te dan chance.
-¿Cómo a qué horas? -pregunté.
-Pues después de las 3:00pm cáele.
-¡Gracias brother! -exclamé.

Me retiré para volver a regresar ese domingo.

El Circo de TrampitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora