Pasaron unos meses y me habia convertido en el centro de atencion de las tardes. Pues con mi show alegraba a los ya casi 30 niños que tenía el hospicio.
Un lunes mientras barría el patio de la iglesia, llego una señora muy "fifi", traía un buen auto, olía muy bien y vestía muy elegante.
-¡Hola! ¡Busco al padre Jonas! -exclamó
-No se encuentra de momento. Regresa el miércoles. ¿Qué necesita? -pregunté.
-Quería darle un dinero de la asociación, no es mucho pero es para que pueda hacerle una pequeña comida a los niños del hospicio. -me dijo mientras sacaba de su bolso un sobre.
-Pues venga el miércoles, así se los da personalmente -le dije.
-Salgo del país en este momento y no regresaré hasta dentro de unos meses. ¿Eres el encargado? -pregunto.
-Si, algo asi -le dije.
-¡Bueno, ten! Te encargo se los des. Ya después vendré a hablar con el. Con permiso -dijo mientras procedía a retirarse.
Al abrir el sobre saque el dinero y eran 300 pesos de aquellos años. Tenía una inscripción sobre el "Con cariño para los niños. Asociación de Damas de Toluca".
Los regresé al sobre y los guardé en el mi bolsillo.Más tarde, en mi habitación la picazón en mis manos se empezaba a esparcir por mis brazos hasta mi espalda.
Saque de un cajón una botella de ron y le di un par de tragos. El alcohol mitigaba de cierta forma esa sensación de ansiedad que de repente invadía mi cuerpo.Me recosté en el sillón para ver la televisión cuando de mi bolsa se deslizó aquel sobre. De inmediato vino a mi cabeza la idea del "el Moy".
Salí rumbo a la plaza en busca de esa carpintería.
Al llegar había un tipo gordo, moreno y de barba, con una camisa de resaque sentado en una silla afuera del negocio tomando una cerveza.
-¡Buenas! ¿Moy? -pregunté
-¡Ei! -exclamó el hombre -¿Qué se te ofrece morro? -preguntó.
-Me dijo el oficial Gutiérrez que aquí podría encontrar algo que busco.
-¿Gutiérrez? -preguntó.
-Dile a ese marrano que me pague lo que me debe. -me dijo sonriendo y dándole un sorbo a la cerveza.
-¿Qué es lo que quieres? Para que te haya mandado el ha de ser algo "especial" ¿verdad? -preguntó mientras se paró de la silla.
-Algo de mota y.. heroína. -contesté.
-Ese jale yo no lo tengo aquí, la mota si te la puedo vender pero lo otro, tengo que pedirla, déjame la feria y regresa mas tarde. -me dijo
-¿cuánto es? -pregunté
-¿cuánto traes? -contestó
Saque el sobre de mi bolsa y al sacar el dinero vi la inscripción, me detuve y pensé en lo que estaba haciendo.
Tragué saliva y le entregué el dinero a aquel hombre.
"El Moy" vio la cantidad y sonrió.
Se metió al negocio y sacó una bolsa con marihuana, la revisó le sacó un poco y la cerró.
-¡Ten! Ven en unas dos horas por lo demás. -me dijo mientras guardaba en mi bolsillo la bolsa con la hierba.
Me alejé y al llegar a la iglesia subí al campanario a forjarme un churro. Era la mayor cantidad de marihuana que había visto en mi vida, bien podría decir que eran 200 o 300 gramos de hierba.
De nueva cuenta esa ansiedad en mis manos desapareció.Al pasar unas horas regresé donde El Moy y ya tenía mi encargo.
Me entregó una bolsita con un polvo blanco en ella.
-¿Tienes con que? -preguntó
-No, -contesté
-Mira esto es cortesía de la casa. -me dijo mientras me aventaba una bolsa con jeringas.
-¡Disfruta el viaje! -me dijo.
Sonreí y me dirigí nuevamente a mi morada.
Trate de recordar el procedimiento que había hecho el Güero, y me preparé para el viaje de mi vida.
Me inyecté aquella "medicina" como le llame en esa ocasión, experimentar nuevamente aquella sensación tan placentera.
De inmediato un choque eléctrico estremeció mi cuerpo sumergiéndome en un abismo de sensaciones indescriptibles. Esta vez la sensación había durado un poco más pues así lo senti. Me quedé dormido durante un par de horas y cuando desperté todo me daba vueltas. Me percaté que si fumaba marihuana y me inyectaba el efecto era mayor. Pero tenía que ser precavido y que nadie se enterara de lo que hacía, sobre todo el padre, pues se sentiría muy decepcionado de mi si se daba cuenta. Escondí todo dentro de uno de los zapatos de payaso que estaba bajo mi cama; además nadie entraba a mi cuarto.Mi rutina se basaba en que los Lunes y los Martes me drogaba y el Miércoles, viernes y domingo, divertía a los niños con el show de Trampitas. Yo no sé a quien engañaba más, si a los niños con mis trucos de magia o a mi mismo con mi negación de una adicción a las drogas y al alcohol que yo mismo maquillaba con una forma de escapar de mi soledad y mi tristeza.
Esa noche, me tome una botella de Whiskey que tenía escondía, drogado y alcoholizado, marque infinidad de veces a casa de mis papás. Una y otra vez, una y otra vez. Agarré el teléfono y lo azoté contra la pared partiéndose en dos. Mientras lloraba de tristeza y de coraje. Habían pasado casi 6 meses de no hablar con mi padres. Esa noche caí en la cuenta de que no les importaba, de que cualquier cosa que ellos se encontraran haciendo era mejor que buscarme o estar conmigo. Me fui quebrando poco a poco mientras el dolor me iba consumiendo, sentía que algo dentro de mí se estaba rompiendo, esa "inocencia" que aún guardaba de aquel niño que se ilusionó como un idiota por convertirse en payaso. Algo ya no estaba bien en mi. Me di cuenta que mi adicción se hacía más frecuente, pero aún así trataba de controlarlo. El alcohol lo ingería a diario, al menos media botella antes de dormir. Lo poco que ganaba con el padre no lo ahorraba, me lo tomaba. Con esos 300 pesos bien me pude regresar a casa, pero no lo hice. ¿Porque? -me cuestionaba mientras agarraba a golpes el piso donde yacía hundido en ese mar de lágrimas.
Pero ¿porque estaba enojado? ¿Con quién? ¿Conmigo? ¿Con mis padres? ¿Quién tenía la culpa por estar donde ahora estoy? La soledad de la iglesia se fue haciendo más grande.
Camine hacia al altar y me hinque.
-¡Padre! ¿Porque? -pregunté.
-¿Porque has permitido que hoy esté aquí? ¡Solo!
-pregunté buscando una respuesta en aquella figura de yeso clavada en una cruz que colgaba de la pared de la iglesia.
-¿Porque? ¡Contéstame! -grité tan fuerte que el eco retumbó en cada esquina de aquella vieja iglesia.
Pero nadie contestó.
Al igual que con mis padres, nadie respondió a aquel llamado de auxilio.
En realidad me encontraba solo.
Entre sollozos y lágrimas me acosté en el altar. Y me quedé dormido.El martes al despertar, me puse a limpiar el desmadre que había dejado en la sacristía de la iglesia. Me di cuenta que había destruido el teléfono del padre. Aún quedaba el teléfono de Lilia, la secretaria.
Cuando el padre llegó al día siguiente le expliqué que se me había caído mientras limpiaba la sacristía. Se le quedó viendo pero no era tonto, no me creyó.
-Oye, te he querido preguntar desde hace días, ¿no se supone que juntarías dinero para irte a la Ciudad de México? He querido decirte que si gustabas yo te podría llevar. -me dijo.
-La verdad no he ahorrado nada padre. He intentado comunicarme con mis padres pero no me han contestado. Lo último que supe es que habían salido fuera de la ciudad. Pero no se que ha pasado y lamentablemente no tengo el número telefónico de nadie más. -contesté.
-De seguro están bien, no es que te esté corriendo, no pienses eso, simplemente que se me había hecho algo raro. No me molesta tu presencia aquí. -dijo el padre. -cualquier cosa que necesites pídelo con confianza.
-Gracias -contesté.
Miro el teléfono y dijo -ya compraremos otro, no te preocupes.Con el paso del tiempo me convertí en cliente asiduo del Moy. Siempre conseguía esa "medicina" que me aliviaba el alma.
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El Circo de Trampitas
Novela JuvenilLuis, mejor conocido como Trampitas; es un payaso vagabundo que deambula solo por las calles de la ciudad. Narra desde su perspectiva algunas etapas de su vida donde las adicciones se convierten en el personaje principal de esta historia llena de al...