Capitulo II - Domingo

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El domingo llegó.
Desde temprano sentía una emoción algo extraña, había escuchado que mis compañeros de la escuela hablaban de un circo, yo estaba pequeño tenía 7 años. Así que no entendía muy bien algunas cosas. No sabía que ese día mi vida como la conocía cambiaría por completo.
Mi mamá me empezó a cambiar antes de que llegara mi papá de haber ido a recoger unos documentos a una ciudad cercana. Estaba emocionado, tengo que admitirlo, "El Circo de los hermanos Robinson", vaya; era un nombre algo elegante, no creo que el lugar fuera algo mediocre. Dadas las 6:00pm mi papá llegó molesto, pues las personas que vería le habían quedado mal con un dinero y tenía que hacer unos pagos. Cosas que a mí no me importaban a esa edad.
La función empezaba a las 8:15pm así que tendríamos que estar temprano para no perder detalle alguno de la función. Mamá empezó a arreglarse, mientras papá discutía con alguien por teléfono. -¡Vamos papá, arréglate! Se nos hará tarde para la función -le grité. El con el teléfono en la mano solo volteó a verme y me hizo una cara de molestia. Pero a mí no me importó, me acerqué un poco más y volví a insistir. Le jale del pantalón un par de ocasiones -¡Papá, papá! ¡El circo! -le dije mientras hacía una seña con mi dedo hacia mi mano como de un reloj. Mi papá bajo la mirada y nuevamente me miró con molestia, mientras veía como su mano se acercaba a mi cara a una velocidad algo rápida.
¿Han visto cuando pasa un auto de carreras por el lugar en donde uno está sentado? Bueno, el auto iba lento a cómo vi acercarse el golpe que papá propinó.

Caí sentado en el piso de la sala, mientras el seguía hablando por teléfono y una lágrima brotaba de mis ojos cayendo por mi mejilla enrojecida por aquella bofetada tan fuerte que me dió.
Mamá salió de la recámara y vio que estaba en el suelo llorando. Me preguntó -¿Qué tienes Luis? ¿Porque lloras? -Papá me abofeteó. -respondí. -pero, ¿porque? -cuestionó ella. Yo solo baje la mirada mientras ella se iba a reclamarle a mi papá por el chingadazo que me había metido. Discutieron un par de segundos y papá colgó el teléfono. -¡está bien, está bien! -le dijo a mamá, mientras se acercaba hacia mi. Con sus dos manos me levantó y me sentó en el sillón de la sala. -¿qué pasa hijo? -me preguntó volteando sus ojos hacia arriba en señal de desaprobación del reproche que le hizo mi madre por el golpe propinado. -¡el circo papá, el circo! -exclamé entre sollozos. -¡es cierto, el circo! -exclamó mientras me soltaba la mano que me sostenía. -¡ire a cambiarme, no tardo! -dijo mientras se apresuraba al baño.
Mamá me llevó al cuarto y saco un neceser donde tenía su maquillaje. Saco un estuche y empezó a polvear mi mejilla aún enrojecida de aquella brutal embestida de la mano de mi papá contra mi cara.
Esa fue mi primera experiencia con el maquillaje.

Ese golpe nunca se me olvidó, me recordaba que no debía presionar a papá mientras estaba ocupado. ¿A cuantos de nosotros no nos ha pasado lo mismo? ¿Quienes de ustedes no recuerdan un buen golpe de papá o mamá? Si no recuerdas alguno, qué afortunado eres. Y si recuerdas alguno o varios,  que afortunado eres también, pues eso te tiene aquí leyendo mi historia, pero no nos desviemos del tema.

Eran las 8:00pm estábamos por llegar al lugar donde el circo estaba instalado, a las afueras de la ciudad. Al ir llegando al circo empecé a descubrir porque tanto alboroto entre mis compañeros de clase, recuerden que ellos ya habían vivido esa experiencia.
Las luces empezaron a iluminar mis ojos, miré esa carpa enorme con una bandera en la punta, era rojo con blanco y tonos dorados. Al ir entrando a la taquilla papá me pidió los boletos que me había dicho que guardara. Se los di y con ellos entramos al cine.
-¡Lleve sus hot-dogs, palomitas, dulces, refrescos, algodón de azucaaaaaar! -gritaba un tipo en una casita que estaba al entrar. Todo olía delicioso. Esas palomitas se veían apetecibles. El algodón de azúcar ni se diga. -¿Quieres algo? -preguntó mi mamá. Asentí con la cabeza y apunté al algodón y a las palomitas.
Ahí estaba yo, sentado en una grada con un algodón de azúcar en una mano y una bolsa de palomitas en otra.

Feliz.

El Circo de TrampitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora