5. Rastros Entrelazados.

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Al día siguiente del intrigante encuentro en la cafetería con ese chico, mi corazón latía con una mezcla de expectación y nerviosismo mientras buscaba indicios de su presencia en el lugar que ahora llevaba la huella de nuestro breve intercambio.

Pero la realidad se reveló cruel: Jungkook no estaba allí, a lo que recordé sus palabras sobre partir, sobre nuevos destinos que lo llamaban.

Una sensación de incredulidad y autodesprecio se apoderó de mí. ¿Cómo pude pensar, aunque fuera por un instante, que lo encontraría de nuevo?

Me sentía como una tonta, atrapada en la ilusión de un encuentro fugaz, pero también sentía más curiosidad por el tema que me compartió y esa misteriosa conexión que noté entre él y los dueños de la cafetería.

Me levanté de mi asiento con determinación, decidida a saber más sobre la persona que había dejado una marca en mi día.

Decidí acercarme a la señora que siempre estaba detrás del mostrador, con su amable sonrisa que parecía contener más secretos de los que revelaba.

—Disculpe, señora —comencé con timidez—, ¿podría decirme más sobre ese chico, Jungkook, que estuvo aquí ayer? Parecía tener una conexión importante con ustedes.

La señora, con ojos chispeantes, asintió como si estuviera esperando que alguien preguntara.

—Él es como un alma viajera, siempre en busca de nuevas historias y experiencias, su conexión con nosotros va más allá de las palabras, como si compartiéramos un entendimiento mutuo de las historias que cada café guarda. —sus ojos se iluminaron con complicidad. —Pero, cariño, los misteriosos son los que a menudo dejan las huellas más profundas en nuestros corazones.

Con esa respuesta en mente, regresé a mi asiento, con la curiosidad aún vibrando en mi pecho.

Sentía una mezcla de resignación y aceptación, pero elegí dejar atrás mi curiosidad por los misterios que envolvían a gente que apenas conocía.

Estuve a punto de convertirme en una investigadora aficionada de la vida ajena y eso no era saludable, lo que sería bueno es disfrutar de la tranquilidad de la cafetería, perderme en las páginas de un buen libro y dejar que el mundo exterior se desvaneciera.

Hojeé las estanterías en busca de un libro que capturara mi interés, y mientras mis dedos recorrían los lomos de los libros, uno en particular llamó mi atención, pero al sacarlo, un pequeño sobre cayó rápidamente al suelo.

Lo recogí con curiosidad, y al abrirlo me encontré con una carta, pero no era una carta cualquiera, eran las palabras de un niño, escritas con inocencia y sinceridad.

Mis ojos se deslizaron por las líneas, capturando la esencia de las emociones puras que emanaban de aquellas palabras. Me quedé allí, maravillada por el regalo inesperado que yacía entre las páginas de un libro aparentemente común.

Sumergida en la lectura de la carta, no me percaté de la presencia del dueño hasta que su voz resonó detrás de mí. Sobresaltada, mis ojos se elevaron hacia él, encontrándome con su mirada y una taza de café en sus manos.

—Perdona por el olvido, YooMi, aquí está tu café.
—dijo con una sonrisa amable mientras colocaba la taza frente a mí.

Le agradecí distraídamente, aún absorta en la carta entre mis manos, pero noté que la expresión del dueño cambió sutilmente.

Sus ojos se posaron en la carta, y su sorpresa fue palpable. —¿Esa carta...? —comenzó a decir, y su voz denotaba reconocimiento.

Al alzar la mirada hacia él, vi en sus ojos una chispa de complicidad y entendimiento.

La sorpresa se transformó en una sonrisa reconfortante, como si aquel trozo de papel evocara recuerdos compartidos.

—Esa carta tiene una historia peculiar —dijo, con una expresión que sugería sorpresa.

Confundida por la insinuación del dueño sobre la peculiaridad de la carta, no pude evitar preguntar más. —¿Qué hace esta carta aquí? ¿Quién la escribió? —inquirí, con una curiosidad palpable.

El dueño se inclinó ligeramente hacia mí, como si compartiera un secreto.

—Esta carta es parte de un juego especial, cuando éramos más jóvenes, solíamos tener un cliente muy particular, un niño creativo que, de vez en cuando, dejaba cartas escondidas en la cafetería para que las encontráramos, era su forma de dejarnos pequeños tesoros llenos de inocencia y alegría.

Mis ojos se abrieron con asombro ante la revelación.

—Ese niño creció, pero la tradición de las cartas perdidas continuó, a veces, aún encontramos alguna. —añadió con una sonrisa nostálgica. —Parece que hoy te ha tocado a ti ser parte de este juego.

Con la carta en mis manos, la conexión entre el presente y el pasado se volvió más tangible.
Cerré los ojos unos segundos, sintiendo la magia que envolvía este lugar, las historias parecían extenderse más allá de las palabras escritas y de las conversaciones susurradas entre los clientes.

Eran hilos invisibles que unían a personas a lo largo del tiempo, convirtiendo este sitio en algo más que un simple lugar para disfrutar de café y libros.

—Disculpe, ¿podría hacerme el café para llevar? Por favor. —pedí, esbozando una sonrisa.

El dueño asintió con amabilidad y comenzó a preparar el café mientras yo aprovechaba para expresarle mi agradecimiento por haber compartido conmigo esos maravillosos momentos del pasado.

—Y, si no es mucha molestia, me encantaría escuchar más sobre las historias de esta cafetería en otro momento, creo que hay algo especial aquí, algo que va más allá de lo evidente, y estoy muy interesada. —confesé. El señor, con una mirada de complicidad, aceptó mi petición y entregó el café para llevar.

Mientras salía de la cafetería, con la carta en una mano y el aroma de la bebida en la otra, sentí que estaba llevando conmigo un pedacito de las historias que se entrelazaban en ese lugar único.








Recuerdo dejar siempre tu pedacito de
incentivo para que pueda seguir escribiendo. ( ⭑ )

Éter Invernal. #1 JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora