«𝐀𝐇𝐎𝐑𝐀»
—Méteme los dedos, por favor.
Diligente, mi hombre de rojo hunde un par de dedos entre los pringosos pliegues de mi intimidad. No obstante, un nuevo azote no tarda en restallar, generando una insólita mezcla de sensaciones muy dentro de mí. Sorprendentemente, Santa Claus no deja de masturbarme mientras me azota. Ello incendia mi sexo y eleva mi espíritu navideño a cotas que jamás hubiera sospechado. En su regazo, Santa me sigue azotando diez o doce veces más. Me pone tan cachonda que de seguir así no necesitaré que me folle para alcanzar mi anhelado regalo. Con el último azote, mi Santa Claus mulato agarra mi poderosa nalga con la mano bien abierta, y la estruja profiriendo un gemido de puro deseo. Después da dos amigables golpecitos en mi cenagosa entrepierna, y da por concluido mi castigo. Me levanto y me pongo a cuatro, tal y como me indica, apoyando mi peso sobre los antebrazos y las rodillas.
El clítoris me arde tanto o más que las nalgas. tengo la sensación de haber estado fluyendo sin parar, pues percibo la humedad por todo el interior de mis muslos. Estoy convencida de que él también se habrá dado cuenta. Distingo en la oscuridad su formidable complexión física. Nada que ver con la del entrañable anciano que todos tenemos en la cabeza, y que fomenta un consumismo desaforado. Permanezco con el pantalón del pijama a medio bajar, con la piel sensible a causa del castigo que Santa Claus me acaba de administrar, castigo que ha despertado las terminaciones nerviosas de todo mi cuerpo y me ha vuelto completamente receptiva. Seguro que ha dejado mis nalgas enrojecidas a pesar de la sábana. Me escuece, pero no me importa. Así lo sentiré mejor.
Yo continúo de rodillas, pero el hombre de rojo se aproxima y pone su abultada entrepierna muy, muy cerca de mi rostro. No pregunta. No espera. No tarda. Y mi boca es súbitamente ocupada por su enorme erección. De modo que me hace engullirlo al unísono por ambos extremos. Es delicioso. Mientras lamo y chupo su suculenta polla, siento como sus dedos se introducen profundamente en mí. Me esfuerzo en lamerle lo mejor posible, apasionadamente, con decisión, como Santa Claus se merece, pero su intensa forma de masturbarme me ofusca, paraliza y convierte en presa del placer.
—¡OOOGH! —jadeo con la boca llena.
Al percatarse de mi incapacidad para chupársela, él toma el control. Comienza a mover al unísono polla y dedos dentro de mí, aumentando mi calentura más todavía. Me está ensartando por el sexo y la boca cuando, súbitamente, noto algo insinuándose en mi único orificio libre. No comprendo qué... ¿Cómo es posible? Ahora Santa refriega con vigor mi clítoris, le da un par de palmadas y, además, solivianta mi esfínter con el más gordo de sus dedos. Todo con una sola mano, pues la otra me sujeta de la nuca mientras sigue follándome la boca. Siento unas ganas irrefrenables de correrme. Necesito alcanzar el orgasmo, y por eso mi esfínter se relaja y se abre mi boca. También él intenta saciar mi ansia con enérgicos y torpes movimientos pélvicos y manuales; topando repetidamente contra mis amígdalas y hundiendo su pulgar hasta el primer nudillo.
Santa realmente poseé poderes mágicos. No descansa. Mantiene el control de su cuerpo y del mío. En todo momento. Desquiciando mi clítoris, mi ano y mi garganta, y haciendo que me sienta como una chiquilla indefensa en sus manos. Su polla entra y sale de mi boca cada vez a mayor velocidad, lo mismo que su pulgar. Estoy a punto de correrme cuando percibo un sabor familiar. El sibilino líquido preseminal inunda mi boca, anunciando un rico postre de Nochebuena. Nunca me he sentido tan abierta, tan follada, tan entregada. Es demasiado, y al mismo tiempo que mi clítoris estalla en mil pedazos, Santa Claus me proporciona algo con que pegarlos.
Me siento afortunada al haberme corrido de un modo tan bestial y poco femenino. Además, no debo haberme portado tan mal cuando Santa me está entregando todo su esperma. Gruño y trago como una cerda penetrada por todos lados, paladeando el mejor caldo y la mejor carne que una pueda llevarse a la boca. Pero enseguida he de tragar pues, de lo contrario, al día siguiente mi suegra se plasmará al ver los lamparones en las sábanas. Las convulsiones de mi orgasmo premian de sobra todo el esfuerzo que he dedicado para conseguir tirarme a mi cuñado, pero es que además me encanta el esperma. De hecho, me apasiona. En él, una mujer puede distinguir leves matices, delicadas peculiaridades que lo hacen único en función de un sin fin de circunstancias.
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«𝐀 𝐁𝐀𝐃 𝐖𝐈𝐅𝐄 𝐅𝐎𝐑 𝐂𝐇𝐑𝐈𝐒𝐓𝐌𝐀𝐒» ➸ ❝𝗠𝗬𝗚❞ (+¹8) (✓)
Random❀┃𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋𝐈𝐙𝐀𝐃𝐀(✓) (Recuerden que me ayudan un montón sí dejan sus like's y Comments. Sí te gusta mi contenido, follow me para más) ❤️🩹 ❝Navidad, tiempo de dar y recibir... pero también de ponerte creativa; « Si un hombre grande te pone en...