𝐀𝐁𝐖𝐀𝐂 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «09»

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«𝐀𝐇𝐎𝐑𝐀»

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«𝐀𝐇𝐎𝐑𝐀»

A parte, la corrida de un cuñado es siempre un bocado preciado y exquisito de por sí. Tanto es así que no puedo dejar de mamar su verga como una golosa. Me la como con veneración, desesperadamente, apreciando su peculiar sabor. Pero también me la como con ganas de más, para que siga dura. Luego mi cuñado se coloca detrás, y espero un roce que no se produce. Me curvo, respingo el trasero. Con esa ayuda sus manos resbalan por donde nacen mis nalgas, delicadas y ansiosas. Puedo sentir como algo recorre la hendidura que las separa, pero no distingo qué es. Arqueo la espalda, separó las rodillas. Me abro para que Santa Claus tome lo que le plazca. Aunque estemos a oscuras, mis ávidos ojos distinguen el contorno de sus abdominales a través de la abertura de su casaca, su erección parcial. En éstas, me separa aún más las nalgas, que mete su nariz y aspira. Se le escapa una expresión de alborozado, de manera que le devuelvo su: ¡¡Shhhhh!! Pero Santa Claus saca la cara y me pega un manotazo en el culo que no interpretó como una regañina, sino como un gesto cómplice, de satisfacción con la mercancía.

—Menudo culazo tienes, preciosa. —susurra— Te lo voy a follar a conciencia. Hasta que te salten chispas.

Su declaración de intenciones me deja sin aliento. ¿Cuánto tiempo hace que no? Pero él vuelve al ataque y se me erizan el vello al notar sus besitos en mis muslos, primero, y como rebaña mi coño con la lengua después. Sus besitos van dejando un rastro de babas hasta que llega a su destino. Cualquier roce ahí me provocaría mil calambres, pero lo que hace Santa es chupar mi clítoris con fuerza hasta exprimir otro clímax. Sin intermedio, mi hombre de rojo pasa a intrigarme entre mis nalgas, en esa vía alternativa mucho más angosta, desacostumbrada en los últimos tiempos a ser foco de atención masculina. Lame mi ano sin rodeos, siguiendo el ritmo de las luces del árbol de Navidad.

Se entretiene vilmente en ese orificio, haciendo con naturalidad algo escandaloso. Traza enervantes círculos alrededor, lo amenaza con su lengua juguetona. Me lo come tal como estoy, a cuatro patas. Sin prisa. Mientras yo me trago mis sollozos de niña boba para no despertar a mi esposo. Me doy cuenta de que Santa Claus tiene sus propios deseos para esta Navidad, cosas nuevas y extravagantes que compartir con su cuñada. Su lengua presiona la arrugada piel carmesí que rodea mi agujero, roza el borde, y tienta en el centro. Sí, me había advertido, pero es igualmente desconcertante. Es diestro y tiene experiencia, desenvoltura. No me extrañaría nada que también tuviera lubricante, indispensable dado el calibre de su virilidad. Santa Claus va despacio, como un novio cariñoso, dulce y capaz. Un hombre que pone pasión en cada beso que te da, que se toma su tiempo en todo lo que te hace, demorándose si es necesario tras cada pequeño avance, pero logrando que le entregues todo y más.

A pesar de la blanca barba, sus irresistibles labios me provocan escalofríos por la espalda. Podría quedarme así toda la noche, con la cara de mi cuñado entre mis nalgas, estremecida de gusto. Soy consciente de que Santa Claus me trata como a una jovencita asustadiza, pero intuyo que cuando sea preciso, dejará de hacerlo. Aún siendo gay, o puede que justo por serlo, hará lo que un hombre ha de hacer. Sabe cómo acariciar a su amante sea del género que sea y hacerle vibrar. Al final Santa Claus saca la cara de entre mis nalgas, las suelta. Creo que ha dado por finalizada la fase inicial, los innegociables preliminares, y ahora me va a follar de verdad. A base de bien. Un sonido capta mi atención y, al volverme, me sobrecoge al verle embadurnar su erección con una especie de gel centelleante. «¡JODER!» gimoteo. Nunca me han metido nada así. «¡Venga, Seyeong!» me espetó a mí misma. «¡No seas quejica!»

El colchón se hunde bajo el peso del semental que me va a montar, pero yo mantengo la posición. Ni pestañeó siquiera. Su olor me llega de nuevo. Son sus manos las que acarician mi grupo, ascienden por mi costado y me sujetan. Siento algo posarse entre mis nalgas y, preocupada, pongo mis manos sobre las suyas. Su ariete se desliza pesadamente por el surco de mi trasero, poniendo mis nervios a prueba. Irónicamente, soy yo la que al dar un respingo le hace saber que ha dado con la puerta que ha de echar abajo. Se detiene. Se prepara. Se encaja y hunde la punta. Aún no me ha penetrado y ya estoy gimoteando bajo su corpachón. Mis manos se aferran a las suyas como grilletes de una cárcel de deseo. Mi pasión crece, pero él se mantiene inmóvil. Regodeándose en su señorío. Disfrutando de tenerme sometida. Quiero susurrarle que me posea de una vez, que me haga suya, pero guardó silencio. Hay pocas cosas que cumplan su cometido tan eficazmente como la connivencia de una mujer prohibida.

 Hay pocas cosas que cumplan su cometido tan eficazmente como la connivencia de una mujer prohibida

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«𝐀 𝐁𝐀𝐃 𝐖𝐈𝐅𝐄 𝐅𝐎𝐑 𝐂𝐇𝐑𝐈𝐒𝐓𝐌𝐀𝐒» ➸ ❝𝗠𝗬𝗚❞ (+¹8) (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora