«𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋»

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«𝐀𝐇𝐎𝐑𝐀»

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«𝐀𝐇𝐎𝐑𝐀»

Mis ojos y mi boca se abren con estupor, pues Santa Claus empieza a empujar en serio. Trato de relajar ese lugar exacto, preciso, y de pronto me siento atravesada, ensartada de un modo bestial. Pero una vez traspasado el umbral, Santa Claus se detiene. Su miembro palpita rítmicamente cómo el corazón que golpea dentro de mi pecho en ese mismo instante. Noto un calambre a la altura del esfínter, y un sofoco que me sube por el cuerpo. «¡Menuda golfa estoy hecha!» Estoy tan relajada que, una vez superado el trance inicial, su erección se desliza poco a poco dentro de mí. Despacio. Hasta casi la mitad. Logrando que me arda todo ahí abajo, que rabie un poco. Pero merece la pena. «¡Menuda experiencia!»

-¡JODER! -rezongo.

Su miembro entra a fondo, haciendo que me tensa. Mi cuñado aguarda una señal por mi parte que no llega. Su pubis roza mis nalgas de forma elocuente. ¡Cuánto tiempo! ¡Había olvidado cómo era! Su polla empieza a entrar y salir. Pero pronto el peso de su cuerpo me aplasta y acabamos desplomándonos sobre el colchón. No me gusta nada esta postura, prefiero poder ver y tocar. El estímulo visual es muy importante, pero no el único. También se puede besar, chupar, lamer y morder. A mí me excita el olor, el sabor, la fuerza de los hombres. Sentir su corpulencia, sus grandes manos acariciando mi espalda, haciendo mis pechos. Su piel abrasando mi piel, por fuera y por dentro. Sus arremetidas son brutales. Ahora es cuando me está follando a base de bien. Con contundencia. ¡Cómo debe ser! Gruñendo como un animal.

A él debe gustarle así, porque sus embestidas se vuelven más duras, más severas. Cubre mis manos con las suyas, entrelazando nuestros dedos. Y siento otra oleada de gusto que me recorre entera. Sujetándome con saña, Santa Claus empuja una, dos, tres veces. Hasta que al fin gruñe y se vacía. Explotando. Inundando mis entrañas mientras ahoga un alarido. Noto las ráfagas de calor viscoso acumulándose, hasta su último estertor. Para luego caer desplomado sobre mí, completamente exhausto. Estoy flotando sobre el colchón. Gozando de esa dulce tortura que no quiero que termine. Hasta que sus dedos se aflojan, sueltan los míos, se pasean por mis brazos, mi hombro, mi columna. Y su vientre se aparta, se aleja de mí. Y ese macho gay se alza victorioso, satisfecho y agotado detrás de mí.

Puede que exagere, que las cosas no sean exactamente como las cuento, pero no lo hago a propósito. Tan sólo intento explicar lo que siento cuando lo tengo encima, penetrándola hasta verter dentro de mí su posición masculina y le escucho resollar. Santa Claus mantiene la cara a ras de mi espalda mientras se sacia conmigo, con un rictus de satisfacción idéntico al mío. Exhausto. Acabado. Inmóvil sobre la niña que no le olvidó al crecer, al casarse y tener hijos; que tuvo la mejor idea del año al enviarle una carta en la que le contaba cuánto deseaba tenerlo por Navidad. Finalmente Santa se va, dejando mi trasero palpitante de gozo, incapaz ahora de contraerse del todo, extremadamente sensible. Igual que mi sexo, que no ha parado de babear. Cierro los ojos, y creo flotar.

Unos segundos más tarde noto como Santa Claus se levanta. Escucho las frazadas de sus ropas, el tintineo de la hebilla. Y luego el pomo de la puerta al girar, los pasos sordos y el siseo de otra puerta algo más allá. Me quedo sola, aunque mi esposo duerme a mi lado como un bendito. La oscuridad es más negra, el silencio más profundo. La almohada se ha ladeado junto a mi cuerpo sudado. Sin levantarme, la enderezo y me abrazo a ella. Aún siento su mordisco latiendo en mi hombro. Estrecho fuerte la almohada con brazos y piernas, y rememoro al instante sus besos sobre mis nalgas, su erección muy dentro, y sin darme cuenta empiezo a frotarme mientras susurro el nombre de mi último amante.

Su olor sigue impregnado en mí, dentro de mí, lo suficiente para evocar el sendero dejado por su lengua, el roce de su barba sobre la piel de melocotón de mi trasero, el vacío que me ha dejado en el culo. Apenas necesito frotar para obtener un placer suave y reconfortante. Me dejo llevar. Deslizó más y más mi pubis contra la almohada, hasta alcanzar una plácida conmoción que me deja vacía, con la piel erizada y las piernas temblando. Luego coloco bien la almohada, preparándome para dormir. Busco mi postura favorita, de lado, en posición fetal. Siento un profundo sopor. Me acurruco bajo la manta y el sueño me vence.

-Hasta la próxima Navidad, Santa Claus.

-Hasta la próxima Navidad, Santa Claus

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«𝐀 𝐁𝐀𝐃 𝐖𝐈𝐅𝐄 𝐅𝐎𝐑 𝐂𝐇𝐑𝐈𝐒𝐓𝐌𝐀𝐒» ➸ ❝𝗠𝗬𝗚❞ (+¹8) (✓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora