Fuego de mil infiernos. | 𝗝𝗨𝗡𝗜𝗢𝗥 𝗛

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En el suave resplandor de la puesta de sol, el cielo se pintaba de tonos cálidos y dorados sobre el horizonte. El aire llevaba consigo una brisa suave que jugueteaba con las hojas de los árboles, creando una atmósfera mágica en el parque donde Antonio había planeado su hermosa propuesta de matrimonio.

Había preparado todo meticulosamente para este momento especial. Un camino de pétalos de rosas blancas y velas iluminaban el sendero que conducía a un rincón tranquilo y decorado con luces parpadeantes. En el centro, una manta de picnic rodeada de velas en frascos de cristal esperaba a la pareja.

Isabella, su amada, llegó al lugar guiada por una serie de notas escritas a mano que Antonio le había dejado estratégicamente. Cada mensaje la acercaba más al corazón de la sorpresa que la esperaba.

Cuando Lorena llegó al lugar preparado, se encontró con Antonio, quien la esperaba con una sonrisa nerviosa pero radiante. El brillo en sus ojos delataba la emoción y la importancia del momento que estaban a punto de compartir.

Antonio tomó la mano de Isabella con ternura y la condujo hacia el centro del rincón decorado lleno de hermosas flores, entre ellas un ramo hecho específicamente para ella. Allí, bajo el cielo teñido de colores cálidos, Antonio se arrodilló y sacó de su bolsillo una pequeña caja de terciopelo. El corazón de Isabella comenzó a latir con fuerza mientras observaba la joya que Antonio sostenía con reverencia.

Con palabras sinceras y emocionadas, Antonio le expresó a Isabella lo importante que era para él, cómo ella había iluminado su vida y llenado su corazón de amor y alegría. Habló de sueños compartidos, de risas compartidas, y de un futuro que anhelaba construir a su lado.

—Nunca olvidare la sensación que sentí la primera vez que me abrazaste, esas mariposas en el estómago y esa satisfacción tan grande en mi pecho, nunca olvidaré que trate de no sonrojarme pero termine haciéndolo por qué fue inevitable, nunca olvidare tu mirada, esa mirada tan cálida que me atrapó sin pensar, no olvidare que acariciabas mi cabello, ni siquiera olvidare la fecha del día que comenzó todo, por qué tu y solo tú lograste llevarme hasta las estrellas...

Y entonces, con la ternura y la confianza que solo el amor verdadero puede inspirar, Antonio le preguntó a Isabella si aceptaría ser su compañera de por vida. Abrió la caja de terciopelo, revelando un anillo resplandeciente que brillaba con la promesa de un amor eterno.

Las lágrimas de felicidad y emoción llenaron los ojos de Isabella mientras asentía con la cabeza, incapaz de contener la alegría que invadía su corazón. Antonio deslizó con delicadeza el anillo en su dedo, sellando así un momento que ambos atesorarían para siempre.

Y así, en medio de la belleza de la naturaleza y el amor auténtico, Antonio e Isabella comenzaron su viaje hacia el matrimonio, llevando consigo el recuerdo imborrable de una propuesta que fue tan hermosa como el compromiso que sellaba.

i said yes 👰🏻‍♀️💕
te amare eternamente @juniorh