20. El Roble

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El grupo, esta vez compuesto por 3 personas, continuó su viaje.

El plan era adentrarse en el bosque y atravesarlo, rodear el lago Perouse y continuar en dirección hacia el gran pueblo que ocupaba la posición central en el mapa. En el mapa se veía levemente las marcas que representaban la ruta recomendada por Zerith, y como era de esperar, la ruta de Caz se alejaba más y más de esta, volviéndose casi una línea recta hacia el portal, que estaba marcado con remolino en el mapa de cuero.

Caz, cumpliendo su papel de guía, llevaba la delantera, detrás de él seguía Soren, y un poco más atrás iba Jiho. Los primeros minutos del viaje fueron bastante agradables, ninguno dijo nada; al igual como lo habían hecho antes, tanto Caz como Soren disfrutaban del silencio, levemente interrumpido por el ruido de la naturaleza y de sus pasos, pero Jiho sufría cada segundo.

Tan solo media hora después de haber partido, la lengua de Jiho comenzó a moverse como si no hubiera un mañana, y el principal objetivo de ella fue Soren, pues desde la mañana Caz no le había dirigido siquiera la mirada. Acribillado por las preguntas del humano, Soren hizo un resumen de los acontecimientos hasta ese entonces, e hizo lo posible para explicar el lugar en el cual se encontraban, y el plan de Caz de mandarlo de vuelta a su mundo lo antes posible, aunque realmente no era lo que él quería.

"¿Por qué no quieres volver?" naturalmente le preguntó Jiho.

Soren redujo la velocidad instintivamente, igualando el paso tranquilo de Jiho hasta acabar a su lado.

"Simplemente no quiero. No hay nada que me haga querer volver."

"¿No te da miedo quedarte acá?" le preguntó.

Soren guardó silencio, desvió su mirada de los hierbajos del suelo hacia la espalda de Caz. Pero solo pudo suspirar.

"Me da mas miedo volver." confesó sin elaborar.

Jiho, si bien era una persona intensa y chismosa, también comprendía que habían cosas que no tenían porqué decirse, habían cosas que uno quería guardar para uno mismo, por lo que dejó a Soren en paz y se dedicó a ver sus alrededores.

El silencio reinó una vez más, pero luego de las densas palabras que habían salido de la boca de Soren, ya no era el mismo silencio cómodo de antes. Por lo menos no para él.

Conforme se adentraban en el bosque, la hierba del suelo se volvía más densa, lo suficiente para que pequeños insectos se ocultaran en ella. Por cada paso que daba, pequeños insectos saltaban y se dispersaban buscando refugio, Soren se distrajo viéndolos, parecían pequeños fuegos artificiales.

Los árboles se hacían más densos, y el terreno se volvía más húmedo, si bien dentro del bosque estaban a salvo del viento otoñal, era evidente por el balancear de las copas de los árboles que el clima se estaba volviendo complicado. Junto con esto, el descenso de la temperatura comenzaba a sentirse.

Pequeños hilos de luz solar alcanzaban a atravesar las ramas desprovistas de hojas que pasaban varios metros por sobre sus cabezas, pero era un sol que no llegaba calentar nada, simplemente creaba luces y sombras que danzaban conforme avanzaban.

Soren caminaba distraído, ya era pasado el mediodía, luego de la incómoda conversación, Jiho había entablado conversaciones casuales de vez en cuando; pero en ese punto ya estaban cansados y tenían hambre, ninguno de los dos tenía ganas de hablar.

Al percatarse del silencio y la disminución de la velocidad, Caz decidió que tomarían un breve descanso. Les advirtió firmemente que no se movieran. Soren asintió y observó como el demonio se alejaba rápidamente, había dejado su bolsa y se había llevado únicamente algunas cosas en los bolsillos.

Encuentro de Dos LunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora