Orientem

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Sanguis Lunae (Año: 500)

Hoy la humanidad cumplía 500 años desde su aparición en el planeta, la gente sacaba trompetas, los bardos iban de casa en casa dándole alegría a la gente. Orientem, se llama este continente, aunque en su pasado tuvo unas guerras, ahora era pacífico, con fervor y ánimos en cada siglo que pasaba. Todos los reinos tenían su manera de festejar esta gran apertura, sea con tambores, panderetas o trovadores recibiendo estas fechas esperando que todo sea próspero, mientras todos sonreían viendo caer la pobreza, enfermedades o el crimen.

Pero había algo especial en cierto lugar de Orientem, Sanguis Lunae, donde llevaban meses a la espera debido a que su rey, Pater de la Casa Carmesí, anunció que tendría un hijo con su esposa. El hombre cuando se enteró de la noticia estaba extremadamente feliz, los médicos más especializados de todo el mundo vinieron para poder cerciorarse de que fuera cierto, porque no pasó ni un día cuando ya todos se habían enterado.

Esos meses fueron tanto terribles como esperanzadores para la pareja, Mectus, esposa del hombre, pudo controlar muchos impulsos, aunque más de una vez se quiso rendir por la desesperación e impotencia que se le hacía soportar tanto. Aunque nunca desistió, sobre el día del parto.

-Querida mía, hoy nos ha iluminado nuestro señor El Rojo, te deseo lo mejor para que des a luz a ese bebé – Dijo un hombre a su mujer, que estaba intentando soportar todo el parto, aunque en un inicio estuvo dispuesta y determinada, a la hora de que se le rompiera la fuente fue un duro golpe de la realidad, mostrándole lo duro que era un embarazo.

-Lo sé Pater, este será el hijo y único heredero que te daré – Recuperó la suficiente fuerza para hablar con firmeza, podía sentir un infierno ahora mismo, pero rendirse no le parecía una opción justa, menos ahora que está segura de que quiere tener al chico – Ahora somos una familia, solo espero que pueda recuperarme luego de esto.

Todo su pueblo celebraba, aunque era algo vulgar que estuvieran sonando los tambores, retumbaban desde una parte de la fortaleza. Mucha gente esperaba con emoción el ver uno nuevo entre ellos, ya que desde los inicios el propio pueblo los escogió como gobernantes, y desde entonces se han ayudado a pesar de que una casa tuviera corona, prosperaron durante años, pero también tenían que recordar, porque a pesar de lo pacífico que es ahora, no siempre fue así, hace 400 años estalló una guerra que obligaría a muchos a retroceder o ceder territorio, aunque el terreno de Sanguis Lunae no se vio afectado, por lo que posterior a la guerra ayudaron a que los demás reinos se recuperaran, siendo entre todos ellos el mejor exportador de alimentos.

Mectus Carmesí veía a su hijo feliz, sonrió al poder tener al bebé en sus brazos, que le parecía demasiado bello. Tenía las mismas características que sus padres, pero un poco combinadas, lo primero en lo que se fijó fueron los ojos, debido a que los había abierto pocos segundos después de nacer. Traían lo que para ella era el rojo más oscuro pero brillante del mundo, era una sensación que jamás podría describir al verlo; luego pasó su mano sobre la suave piel del chico, verificando que estuviera sana, aunque a simple vista se le veía brillosa. Al niño se le formó una sonrisita, le hacía algo de cosquillas el toque de su madre.

El padre pudo sonreír luego de mucho tiempo, sentía felicidad al ver al niño acurrucado en los brazos de su madre, una mujer que amaba con todo su corazón, sus ojos brillaban enternecidos, orgulloso de poder llamarse "padre" ahora, ese sentimiento jamás lo volverá a experimentar.

-Pater, mírale, está sonriendo – Se acostó con dificultad en la cama de seda que tenía, el hombre se apresuró en tomar al niño para evitar el esfuerzo de su mujer en levantarse. Apenas vio que su esposo lo tenía en brazos, decidió recostarse y colocarse algo cómoda, aunque ahora vio la expresión de él, que estaba encantado.

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