Los ataques

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–Escuché que montaste toda una escena en la entrada de mi casa, –dijo Vlad mientras se sentaba en una silla escolar frente a Herendira.

–Ya me conoces, soy conocida por mis exuberantes entradas, –respondió ella con una cínica sonrisa. –Espero que esas alumnas sean castigadas.

–Lo serán. El comité disciplinario está encargándose de ello. Aunque francamente me sorprende que las alumnas de Carmilla se hayan comportado así. Salvo que, esa humana no debería estar aquí – Dijo Vlad con tono exasperado.

–Esa humana estaba aquí para verte, –respondió ella y Vlad la miró fijamente. – También te dejó esto, –y le lanzó el paquete con la bufanda dentro.

Vlad no dijo nada, pero abrió el paquete y se dio cuenta de que su bufanda estaba limpia y perfectamente doblada. El vampiro intentó mantener un semblante ecuánime. Pero Herendira podía verlo todo con sus ojos de bruja.

Vlad lo sabía y se sentía incómodo. Sabía que esa incomodidad había demostrado más de lo que él quisiera.

–Gracias por traerme el paquete, –añadió él.

–Es una alumna muy interesante, Mia –dijo ella.

–No lo noté, –respondió él, desinteresado, mirando los detalles de la bolsa.

–Sería una buena adquisición para la casa Morgana –le respondió ella, dedicándole una sonrisa amplia y descarada.

Entonces Vlad miró a Herendira a los ojos y algo comenzó a hervir dentro de él. Una especie de rabia que no sentía desde hace años. El aire estaba tenso, cargado de electricidad. El enfrentamiento de energías entre uno de los vampiros más viejos de la ciudad y una de las brujas más poderosas de la historia moderna era algo que muchos temían o ansiaban ver.

–Por favor, díganme que esa mirada es de odio y no de amor, –una tercera voz interrumpió. Alanna, la líder de los licántropos, había llegado. Alta, atlética, con el cabello rizado y la tez morena. No pertenecía a ninguna familia de renombre o buena posición económica. Tampoco era descendiente de ningún licántropo; de hecho, era la primera en su familia en presentarse a las pruebas de la casa Stummp y convertirse en loba. Era fuerte, rápida e inteligente. Era la loba más poderosa de la ciudad.

–Bienvenida Alanna, –dijo Vlad, levantándose y acercándole una silla. Había algo con los modales de los vampiros, eran tan estructurados y amables que siempre te recordaban a mejores días. Tal vez esa es la consecuencia natural de vivir por siempre.

–Llegas muy tarde, Alanna. Y con un sentido del humor terrible. –Dijo Herendira.

–Comencemos la reunión, –dijo Vlad, ignorando todo y sirviendo té para sus invitadas. Él se sirvió una taza, pero sin intención de tomar el líquido. A veces, los vampiros tenían la costumbre de acompañar a los mortales de esta manera.

–La policía encontró los cuerpos de dos licántropos y un vampiro. Todos registrados y legales, –informó Herendira en tono lúgubre, después de tomar un poco del té.

–¿Cazadores?, –preguntó Alanna.

–El comité de cazadores niega tener algo que ver. Todas las sentencias de muerte que realizan son autorizadas y documentadas.

–¿Debemos creerles?, –preguntó Vlad.

–No tenemos otra opción por ahora.

Herendira abrió su maletín y les dio un sobre a cada uno con un informe detallado de la morgue. Vlad lo ojeó tan rápido como su habilidad vampírica lo permitía.

–El informe dice que los lobos y el vampiro fueron asesinados con técnicas precisas para cada raza. Todo limpio. Estacas de madera, decapitaciones, plata... un humano común no puede hacer esto. ¿Brujas? –preguntó Vlad.

Noir: Crónicas de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora